A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

El adiós a Evo

Evo Morales se ha ido. Intentó frustrado que hubiera una nueva elección o una segunda vuelta, esto después de conocer el dictamen de la OEA organismo internacional que agrupa a los Estados Americanos y a los que el mismo invito formalmente como observadores del proceso electoral en Bolivia. El organismo dijo en un informe que es «improbable estadísticamente» que el presidente de Bolivia, Evo Morales, haya ganado las elecciones presidenciales en la primera vuelta realizada el pasado 20 de octubre.
Tras el informe, el presidente Morales anunció nuevas elecciones generales y la renovación del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Demasiado tarde. La percepción popular de una elección fraudulenta se había generalizado y manifestado en un descontento social que tomó las calles y al que el ejercito y la policía decidieron no confrontar. Poco a poco la policía de abajo, se fue sumando a los manifestantes. A los mandos militares y policiacos no les quedó más remedio que sugerir al presidente presentar su renuncia para evitar una eventual confrontación con saldos imprevistos.
En su pagina oficial, la OEA publicó un documento de 13 páginas donde concluye que, de acuerdo con los hallazgos preliminares, el equipo auditor no puede validar una victoria en primera vuelta. El informe añade que las manipulaciones al sistema informático son de tal magnitud que deben ser profundamente investigadas por parte del Estado boliviano para llegar al fondo y deslindar las responsabilidades de este caso grave. Así las cosas, el presidente se vio obligado a hacer pública su dimisión. Antes se sumaron otros funcionarios que dimitieron uno por uno como piezas de dominó.
El desenlace es lamentable. Todo comenzó con el intento de una carta reelección que Evo Morales quiso sortear con un referéndum con la certeza de que tendría el respaldo popular. Como en muchos ejercicios de este tipo como el Bréxit, por citar un ejemplo, la votación se dividió en una cerrada competencia donde al fin de cuentas el NO se impuso por una mínima pero legal diferencia de poco menos de 2%. Ante ello Evo Morales recurrió a los tribunales de su país que resolvieron diciendo que se violaban sus derechos políticos. Este «derecho» se impuso contra el de todos los ciudadanos que votaron por el No. Ahí comenzó la crisis.

Poco antes de las elecciones se generalizó una molestia por los incendios que devastaron 5,3 millones de hectáreas hasta el 27 de septiembre de 2019. Aún así Evo Morales confiaba en el apoyo popular. Sabía que las elecciones podían ser cerradas, pero seguro quizá de sus propias encuestas apostaba a obtener una ventaja sino del 50% más 1, por lo menos superior al 10% que establece la ley.
Ya en plena jornada electoral los resultados se salieron de sus cálculos. La suspensión del conteo en línea de lo que en México se conoce como el PREP (o resultados preliminares en línea) por casi 23 horas, fueron el acabose de la credibilidad respecto de los resultados. Se les cayó el sistema. De eso ya sabemos en México con aquel episodio del que el protagonista fue Manuel Bartlett en aquella época en que el propio gobierno organizaba las elecciones desde la Secretaria de Gobernación y contaba los votos. Así ganó Salinas y empezó un movimiento de protesta que unificó a Cuauhtémoc Cárdenas, el célebre Maquio, Rosario Ibarra y el Ingeniero Heberto Castillo.
Un ingeniero en informática alcanzó a respaldar los archivos con los resultados por casilla y al hacer el cruce de información detectó diversas alteraciones en los cómputos. Otros ciudadanos se sumaron a verificar la información resultando que personas ya fallecidas aparecieron como votantes. Toda esa información se dio a conocer a la opinión pública de Bolivia y el mundo a través de diversos noticieros y sobre todo en las redes sociales que viralizaron la información.
Cierto es que Evo aventajaba las elecciones pero con una diferencia mínima que después de conocer las anomalías del proceso, echaron bajo toda la credibilidad de una elección limpia. Lo de Bolivia fue un golpe DEL Estado, no un golpe DE estado. Nada que ver con lo sucedido en Chile con Salvador Allende, tampoco con el secuestro de Hugo Chávez del que ingeniosamente salió presuroso.
Ciertamente Evo Morales se vio forzado a presentar su renuncia. Hubo agresiones en la casa de una hermana suya y después a su casa en Cochabamba. La población tomó las oficinas presidenciales ya sin el resguardo y protección de la policía o del ejercito. La gente salió a las calles a festejar la renuncia del presidente.
Ahora México le ofrece asilo. Veremos en que desencadena todo esto. Los militares deben garantizar la paz social y esperar a que se restablezca el orden constitucional para convocar a elecciones de las que drive un mando civil. De eso depende determinar si fue o no, un golpe de estado. Antes no…

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