A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Las lecciones de Bolivia

Es lamentable lo sucedido en Bolivia. Me van a pasar a disculpar mis lectores pero yo soy de los que cree que -aun con claroscuros- Evo Morales fue un buen presidente de Bolivia. Una rara avis distinta de la tradición de los gobiernos de izquierda en Latinoamérica que han sumido en la pobreza a sus pueblos e instaurado la represión para sostenerse en el poder. Los números hablan por si solos. En contraste con lo que pasa ahora en México y otros países de la región, Bolivia observa un crecimiento sostenido del 4.2%. De ser uno de los países más pobres, incrementó su ingreso per cápita de manera consecutiva a partir de la llegada de Evo Morales al poder. Se redujo sustantivamente la pobreza en el área rural.
Evo Morales nacionalizó los hidrocarburos, no así la industria petrolera. A diferencia de México, pacto con las empresas extractoras y renegoció los contratos con una carga impositiva de entre el 50% y 85%. Con ello se incrementaron los ingresos fiscales e impulsaron inversiones públicas. La pobreza se redujo y el gobierno ahorró una parte de los recursos construyendo un cuantioso colchón financiero. Pasaron de 700 mdd a 20,000 mdd, configurando un ahorro que le permitió amortiguar la caída de precios de las materias primas a partir de 2014. Bolivia creció un 5,5% en 2014; un 4,9% en 2015 y un 4,3% en 2016. La redistribución del ingreso mejoró, así como el acceso a créditos y los servicios financieros.
Digamos que administró e invirtió correctamente los recursos públicos. No enfrentó al sector empresarial del país, ni creo una política fiscal agresiva. No invirtió el dinero en megaproyectos y por el contrario promovió la inversión extranjera en los países Europeos, China y la india. Rodeado de un equipo de economistas y asesores financieros, esos que llaman tecnócratas en México, promovió las ventajas de invertir en turismo, en industria y el sector minero y energético. Aunque el Estado sigue siendo el motor de la inversión, se estimuló la inversión privada para transformar el país y así diversificarse para no ser solo dependientes de las materias primas.
Por eso no se le puede comparar con otros gobiernos que se dicen de izquierda malgastando el dinero público, endeudado a sus países o empobreciendo las arcas públicas en detrimento las obligaciones del estado como ahora sucede en México y antes en Argentina. Tampoco se puede decir que haya sido un gobierno represor como es el caso de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Otro gobierno de «izquierda» entre comillas fue el de Pepe Mujica en Uruguay. Impulsó medidas progresistas, pero no altero los ciclos económicos ni atacó al sector privado.
Más allá del discurso antiimperialista, Evo gobernó con inteligencia y rodeado de buenos ministros. No desoyó sus consejos ni se condujo con ocurrencias. No atentó contras las instituciones públicas ni espantó a los capitales. Su pecado fue perpetuarse en el poder. Modificar el el pacto social. Cambiar la constitución. Alargo su mandato con enmiendas legales y perdió un referéndum que en 2016 dijo NO a su intento por una cuarta reelección. Tribunales a modo le permitieron contender. Seguro de su popularidad, fue a su última elección pero no logró una ventaja creíble para evitar una segunda vuelta. Se le «cayó» el sistema en plena elección por 23 horas. Al reactivarse se modificaron los resultados con una ventaja mínima por arriba de los 10 puntos necesarios. Antes invitó a la OEA como observadora electoral y esta concluyó en su auditoría que el proceso estuvo viciado. Eso multiplicó el descontento social. Tardíamente llamó a nuevas elecciones. La policía se negó a reprimir las manifestaciones y se sumó a ellas. Los mandos militares y policiacos perdieron el control sobre sus subordinados y se vieron obligados a sugerir al presidente su renuncia para mantener la paz social. Una serie de sucesos desencadenaron la caída del gobierno.
El gobierno de México hace bien en dar asilo al exmandatario. Corresponde a un precepto constitucional y a una tradición de nuestra diplomacia más allá de los sesgos ideológicos. Presenciamos la triste historia de un final infeliz. Un gobernante exitoso que quiso perpetuarse en el poder. En el pecado llevó la penitencia…

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