A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Izquierda o derecha, el falso debate

No es casual el que los apologistas del régimen pregonen a diario que existe un país divido entre izquierdas y derechas. La retórica maniquea tiene un propósito ex profeso para polarizar al país. Los gobiernos populistas en países en vías de desarrollo donde existen altos índices de pobreza y una clase media incipiente apuestan, entre sumas y restas, al respaldo popular que aspiracionalmente cree que una política social y redistributiva del ingreso puede mejorar sus condiciones de vida. No aspiran a gobernar para todos sino a una mayoría suficiente para mantenerse en el poder. La ecuación es sencilla, dirigir la oferta política a una mayoría electoral basada en las estadísticas de pobreza y pobreza extrema. También a un segmento de la población de clase media que añora mejorar su calidad de vida.
Se trata de colocar el dedo en la llaga que representa una ínfima mayoría que acumula la riqueza del país. En la tesis marxista, son los villanos favoritos que acumulan la plusvalía como producto de la explotación de la clase obrera y campesina. Fueron los efectos de la revolución industrial que con el uso de máquinas desplazó la mano de obra. El empresario no es visto como un generador de empleos ni un contribuyente mayor de la hacienda pública sino como un avaro que evade impuestos y acumula su caudal a costillas del pueblo. El capitalismo es sinónimo del egoísmo de unos cuantos y el socialismo una corriente del humanismo que busca el bienestar del pueblo que es mayoría.
En la nueva retórica oficial no existe la palabra «ciudadano» como un ente individual sujeto de derechos y obligaciones, sino como un ente colectivo que el gobierno debe asistir, orientar, proteger y guiar por la senda del bienestar. Es el pueblo bueno que el profeta debe llevar de la mano, incapaz de protegerse de las fuerzas oscuras del mal. Es Moisés abriendo el Mar Rojo para salvar al pueblo de Israel de la persecución egipcia. Es el lado luminoso de la fuerza que custodia la orden de los caballeros Jedi contra el lado oscuro de la fuerza que encabezan los Sith. Obi-Wan Kenobi contra Dart Vader.
Es el matiz religioso de un gobierno que se dice de izquierda y apela a creencias arraigadas. Por eso las forzadas siglas del que se dice Movimiento de Regeneración Nacional y el apelativo de Morena. Es el estandarte de Hidalgo, la virgen Morena, que arropó a los insurgentes, el pueblo creyente y desposeído.
En esa lógica polarizante no hay más que de dos atoles. O estás a favor del gobierno y la 4ta transformación como destino manifiesto, o eres conservador, fifí, de la derecha, neoliberal, corrupto y casi un apátrida. Es ciertamente un desconcierto saber que desde esta óptica no existe la pluralidad ni justo medio. Si piensas diferente al gobierno estás por añadidura a favor de la oligarquía corrupta culpable de la desigualdad y no es así. Enfrentamos un falso debate, una falacia que conviene a la estrategia propagandística del pragmatismo ideológico.
Si lo traducimos en términos electorales así conviene a la actual clase gobernante. En México no hay segunda vuelta a diferencia de la mayoría los países latinoaméricanos. Con tal premisa la apuesta es a mantener una mayoría absoluta o relativa y garantizar la continuidad en el ejercicio del poder. La apuesta es por los programas sociales. Por apelar al racismo y el clasismo donde una élite blanca minoritaria no puede traducir su capital en votos. Por reconfigurar una gran clientela electoral al eficaz estilo del viejo priismo que se mantuvo durante décadas en el poder. Al final de cuentas provienen de la ruptura y las escisiones del partido que surgió de la revolución.
Por eso el presidente no apuesta a la unidad nacional a partir de la inclusión de todos los sectores como todos quisiéramos. Por eso le habla al pueblo y no la ciudadanía. Por eso mantiene su esgrima contra quienes difieren o se oponen. Por eso coopta o desmantela contrapesos y ataca a la prensa. Por eso reduce la conjugación a «ellos» los malos y «nosotros» los buenos. Solo que el éxito del gobierno no depende de exclusivamente de eso. Si la inseguridad sigue creciendo y la economía va de mal en peor, se les vendrá abajo el juego de las asimetrías. Eso nos pega a todos. No distingue como nos lo quieren inculcar, a izquierdas de derechas.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *