A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Postneoliberalismo

La definición viene del propio gobierno de la 4T. Rechazan tajantemente que se le tilde de comunista o socialista. Dicen que la derecha nos quiere espantar con el petate del muerto. Esto a pesar del alineamiento con los políticos sudamericanos de corte antiimperialista y de izquierda en América Latina: Maduro, Díaz Canel, presidente de Cuba, Fernández de Argentina, Lula o Evo Morales. También de la participación activa de Morena en el foro de Sao Paulo.

Cierto es que no todos ahí comparten la visión adoctrinadora de personajes como el monero, El Fisgón o Hernández, John Ackerman, el dominicano Héctor Díaz Polanco, Paco Ignacio Taibo, el español Abraham Mendieta y qué decir de Fernández Noroña. No dejan de repetir que todos los que critican o se oponen a la 4T son conservadores o de derecha. Sus tribus, cada vez menores, invaden las redes sociales para propagar su doctrina maniquea. Para ellos no hay medias tintas. El neoliberalismo es el gran villano de la historia, Porfirio Díaz y los presidentes de los últimos 36 años.

Escuché con atención al presidente el 1 de diciembre. Se ufanó del impulso al T- Mec, la inversión extranjera directa y el programa de infraestructura anunciado por el Consejo Coordinador Empresarial. También de su política monetaria evitando así el déficit fiscal, manteniendo la autonomía del Banco de México, la paridad del peso frente dólar y la baja inflación. No suben los precios pero tampoco hay dinero para comprar. Toda una disciplina avalada por el Fondo Monetario Internacional y el Consenso de Washington. En cambio, presumió sus programas sociales, los apoyos económicos directos que hoy reparten a diestra y siniestra en total opacidad. Igualito que las asignaciones directas.

Habría que preguntarse cuál es la diferencia entre el gobierno del tan odiado Carlos Salinas de Gortari. A él le tocó concluir el proceso de desprivatización, firmar el TLC e impulsar la política de libre mercado de la que surgieron grandes fortunas como la de Carlos Slim y otros tantos multimillonarios que hoy acumulan y concentran la riqueza del país. Para amortiguar la enorme desigualdad social, Salinas creó el Programa Nacional de Solidaridad. Sumemos a ello la corrupción y los grandes negocios al amparo del poder. Esa dádiva gubernamental subsiste hasta la fecha. Lo que ha cambiado es el nombre. Ayer fue Prospera y ahora se llama política de bienestar.

¿Cuál es entonces la diferencia entre la política neoliberal y la del actual gobierno? Hay una primordial. La liberalización comercial provocó el surgimiento de una clase media que hoy está siendo reprimida por las nuevas políticas fiscales y las medidas de austeridad. Son ellos los que marcharon para manifestar su inconformidad con el actual gobierno el pasado 1 de diciembre. No Carlos Slim quien ahora aparece como el gran adalid del rescate económico, ni ninguno de los grandes millonarios que invertirán casi 900 mil millones de pesos en infraestructura.

El gobierno ha concesionado su deber de invertir en ella para dedicar todos sus esfuerzos al asistencialismo. Así todos felices. Los multimillonarios seguirán siendo multimillonarios y los pobres… seguirán siendo pobres. Una excelente formula para mantener el poder con toda esa clientela, la misma de siempre y a los millonarios de siempre.
Quien ve amenazada su supervivencia es la clase media. Ésa que paga altos réditos y arriesga su patrimonio, a la que encarcelarán sino paga sus impuestos. Ésa que vota en conciencia. Ellos son la columna vertebral de la economía mexicana. Las micro, pequeñas y medianas empresas que generan el 72% del empleo a nivel nacional y 52% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Así el gatopardísmo.

Hoy pervive la misma subordinación a la superpotencia que hoy nos dicta la política migratoria. Es toda una proeza. La más grande fabrica de atole que hoy reparten con el dedo a sus esperanzados feligreses. Esos que creen que hoy estamos mejor y que no podíamos estar peor. Que más tarde que temprano, cuando sea demasiado tarde, se darán cuenta que la esperanza es una falacia que utilizaron como mercadotecnia para llegar al poder.

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