A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La isla de la fantasía

A finales de los 70s y principios de los 80s, se volvió famosa una serie de Televisión norteamericana protagonizada por el actor de origen mexicano Ricardo Montalbán y un singular personaje de nombre Tatoo. La isla de la fantasía era una un lugar secreto donde todos los sueños se hacían realidad. Apenas divisaba al hidromotor que transportaba a los futuros huéspedes, Tatoo corría a tocar una campaña en señal del arribo para preparar la bienvenida. Al momento de la llegada a la isla los huéspedes desembarcaban y Roarke -Ricardo Montalbán- le explicaba a Tattoo la fantasía de cada uno de ellos y que las cosas no saldrían siempre como esperaban.
Pues algo similar sucede en nuestro país. 30 millones votaron por la fantasía de un gobierno que acabaría con la corrupción, el mayor de todos los flagelos, y que eso significaría un ahorro de 500 mil millones de pesos, suficientes para repartirse entre los más necesitados. Les dijeron que el crecimiento económico de México era mediocre y que pasaría de un 2.4 a 6%. Que los servicios de la salud iban a ser iguales a los de Dinamarca. Que iban a meter al ejército a los cuarteles y se iba a terminar esa guerra fratricida que tantos miles de muertes dejó. Que apoyarían con becas a los jóvenes para que hubiera becarios en vez de sicarios. Que echarían abajo la reforma energética para recuperar a Pemex y la CFE. Que se acabaría el robo de combustibles. Que los maestros no perderían sus trabajos, aunque no sepan usar una computadora. Que se acabarían los privilegios y la opulencia. Que sembrarían un millón de arboles. Que harían cien universidades. Que recuperaríamos la soberanía alimentaria. Que bajaría la gasolina. Que se acabaría la mafia del poder.
Como en la isla de la fantasía las cosas no han salido como esperaban para quienes pagaron por ese boleto a cuatrotelandia. No se eliminó la corrupción. No se acabó el huachicol. No hubo tal ahorro de 500 mil millones. Lo que sí se acabó fueron las instancias infantiles, los refugios para mujeres violentadas, las medicinas para los niños cáncer, los apoyos a la cultura y el deporte, el fondo nacional de desastres, el fondo de estabilización, las becas del Conacyt, la promoción turística de México, el aeropuerto, las energías renovables, la transparencia en el manejo de los recursos, la calidad educativa, el presupuesto para proyectos de infraestructura en los estados y municipios.
Nadie conoce las 100 universidades, la gasolina pasó de 16 a 19 pesos, el dólar de 18 a 23, los muertos a 55 mil, el crecimiento del 2 al 0% y ahora a -20%, el desempleo a 18 millones. Los 43 nunca aparecieron, su ejecutor sí, pero persiguen a quien lo encarceló. Los capitales han huido del país, la confianza está por los suelos, no subieron, pero crearon nuevos impuestos. El ejército no se fue a los cuarteles. Ahora ejerce tareas de seguridad, controla los puertos y aduanas, recoge el sargazo, supervisa los hospitales, enfrenta a los migrantes, construye y será dueño del aeropuerto internacional. Pemex tiene las mayores pérdidas de la historia, la CFE no bajó los precios, tiene pérdidas, ahora contamina más que nunca. Estamos a punto de perder el grado de inversión. No le reclamamos el muro a Trump, nuestro presidente es su porrista de campaña.
En la peor crisis de económica de nuestra historia el presidente se alió con la mafia del poder, Slim, Salinas Pliego, Larrea y los hombres más ricos del país y algunos del mundo. Les dio contratos, los llevó a la Casa Blanca. Pidió a los comerciantes, a los pequeños y medianos empresarios, cerrar sus negocios para no saturar sus hospitales. No hubo apoyos. Primero están sus proyectos, aunque tenga destruir el hallazgo paleontológico más importante de la historia en Santa Lucia. Su tren, aunque tenga que pasar por encima de flora, fauna, cenotes y miles de hallazgos arqueológicos. Sus refinerías, aunque nos costará más caro producir que comprar gasolina.
Cuando en unos años les pregunten a los jóvenes de esta generación que recuerdan de historia, solo alcanzarán a decir lo mismo que nosotros cuando recordamos «La Isla de la Fantasía». Pensarán en el personaje que al igual que Tatoo corría a tocar las campanas y gritar ¡El avión, el avión…!

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