A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La letra libre de Krauze

Si alguien ha abonado desde la trinchera de las ideas a la transición política mexicana, ese es Enrique Krauze. No es el único por supuesto, ni se puede restar méritos a muchos intelectuales y académicos que desde las ideas fueron abriendo brecha en ese tortuoso camino de la construcción de la democracia en nuestro país.

Un exacerbado presidencialismo había convertido a la figura del presidente en un ser inmaculado, intocable y todopoderoso. Tras varias décadas de predominio absoluto del PRI como partido de estado, la sucesión presidencial aireaba y oxigenaba la lucha por el poder siempre bajo la tutela del «sistema» como el único medio de canalizar las aspiraciones políticas. La dictadura perfecta. Fuera de ello nada. La política era marginal y resultaba prácticamente imposible para la oposición ganar una candidatura por la vía mayoritaria. Al poder se accedía siendo «institucional» y aceptando que la primera y la última palabra correspondía al dedo elector del gran tlatoani. Los gobernadores de los estados eran sustituidos con un telefonazo desde la secretaria de gobernación. Todo bajo la estructura piramidal del poder absoluto. Ay de aquel que se atreviera a disentir. Ser de oposición era ser un paría social.

El 68 fue un parteaguas. Una revuelta que permeó entre los jóvenes de aquella época vinculada a un fenómeno que se presentó simultáneamente en otras partes del mundo. Fue la era de los viajes espaciales, de la guerra fría. En las universidades públicas se adoctrinaba a los jóvenes en el marxismo leninismo. La revolución cubana fue inspiradora junto a la mítica figura del Che como sinónimo de rebeldía. En el cono sur un golpe militar derrocó y asesino a Salvador Allende y puso en el poder a Augusto Pinochet. Los movimientos guerrilleros en la sierra de Guerrero con Lucio Cabañas y otros movimientos de izquierda no pugnaban por democracia sino por derrocar al gobierno. No se concebía otra manera de llegar al poder. En las universidades privadas el pensamiento conservador formaba a los jóvenes en la doctrina católica, el liberalismo económico y las «buenas costumbres».

En 1976, Reyes Heroles, ideó una reforma política que daría representación efectiva a las minorías a través de la representación proporcional. Aquello era una olla de presión y por eso se dio cauce a los partidos políticos de oposición. Fue cuando las élites de la política mexicana formaron a sus hijos como herederos del poder ya no solo egresando en la UNAM, como semillero de la política, sino en las mejores universidades del extranjero. De ahí vino la ruptura encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en la corriente democrática. Un punto y aparte es la lucha del Partido Acción Nacional fundado en 1939. Perseveró y luchó por la vía de la resistencia civil y democrática hasta lograr el reconocimiento de sus triunfos.

De todo eso dieron cuenta desde la trinchera de las ideas muchos intelectuales liberales que apostaban por la pluralidad y un efectivo equilibrio de poderes. Instituciones democráticas y solidas que se fueron moldeando a lo largo del tiempo. Ocurrió el asesinato de Colosio, la irrupción zapatista. El gobierno de Zedillo que instauró la «sana distancia» con el PRI. Y desde el triunfo de Salinas quedó la idea de un gran fraude electoral. La pluralidad en el ejercicio del poder empezó a tomar carta de naturalidad hasta que se dio la transición en el ejercicio del poder de la presidencia.

Dieron testimonio los intelectuales que ahora insisten erróneamente en llamar orgánicos. Con sus diferencias abrieron el debate político. Unos en La Jornada o Proceso, otros en diferentes medios como el Universal o Reforma. Y los más avezados en Letras Libres y Nexos. Después de años de hegemonía en la Televisión como principal instrumento de información se abrieron otros espacios en la radio y televisión donde la regla era la pluralidad de las ideas.

Hoy todo ese pensamiento crítico está siendo colocado en el patíbulo desde la cuarta transformación. Una camada de pseudointelectuales que se asumen de izquierda descalifica todo ese proceso de discusiones ideológicas pugnando por regresar al pensamiento único de tiempos ya rebasados por nuestra historia. Con total desfachatez el presidente y sus partidarios tildan de conservadores a quienes se oponen a la reinstauración de un modelo autoritario y represor donde no hay medias tintas ni cabe la pluralidad. No hay democracia.

La persecución y estigmatización de Krauze y muchos otros intelectuales y académicos pretende colocarlos en el sentido opuesto de un devenir político sin pies ni cabeza que asume instaurar un nuevo régimen. No es otra cosa que la destrucción de todo el andamiaje institucional que tantos años nos llevó forjar. Bajo una simulación democrática se desmantela y erige un modelo autocrático y despótico que quiere convertir a las instituciones republicanas en meros apéndices del poder. Se nutre de exacerbar el odio y el rencor contra el pasado sin importar las consecuencias. Se yergue en la figura del caudillo redentor. De esos que hablaba Krauze en El siglo de caudillos. Estamos siendo fieles a la tradición latinoamericana que en vez de evolucionar hacia mejores estadios democráticos nos tira de nuevo al suelo para volver a empezar. Y eso tomará su tiempo, se puede perder toda una generación…

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