A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Trump y Obrador, del odio a amor

Sorprende sinceramente la reacción de quienes aún simpatizan con López Obrador por la derrota de Trump. Es generalizada, unánime. La viven en carne propia. Es un sinsentido. El partido republicano y su presidente representan, se supone, a la extrema derecha. El imperialismo. El capitalismo y el sistema de mercado que tanto satanizan en México, ese modelo opresor que suelen llamar neoliberalismo y que según los que se asumen de izquierda ha provocado la enorme desigualdad social en nuestro país.
Porqué defender a un multimillonario como Trump si se supone que es como el chupacabras del cuento en la novela de la 4t. El patrón opresor, el rey de los despidos: «You are fired!». Y qué decir de los llamados progres, esa variante de la izquierda que lucha contra el racismo y la misoginia. O los que dicen que el color blanco de la piel es sinónimo de privilegios. Hoy en los Estados Unidos, los supremacistas raciales, son los más aguerridos defensores de Trump. El Ku Klux Klan a los que nunca ha criticado. Y que decir de las feministas obradoristas ¿cómo defender a un misógino multiacusado de tan alto calibre?
Los seguidores de la 4t justifican la postura del gobierno de no reconocer aún y menos felicitar a Joe Biden que se supone es la izquierda en los Estados Unidos. ¿Y esos que dicen que el corazón está a la izquierda? Qué alguien nos explique. De donde compran ahora la idea de que hubo un fraude en EU como en las elecciones del 2006 en México, ambos inventados, inciertos, improbables, falsos.
Pues no queda más que entender se trata de la tara populista. De esa plaga contagiosa que idolatra a los liderazgos disruptivos, enemigos de la ley, las instituciones, los autócratas, demagogos, falsarios, embusteros e intolerantes a toda crítica. Un fenómeno colectivo que gangrena la democracia e idiotiza a las sociedades venerando personas como si fueran deidades. Líderes venales que fomentan el odio, la polarización, el resentimiento, la intolerancia.
Cómo explicar que la tierra de Beethoven, Bach, Einstein, Humboldt, terminaría persiguiendo y asesinando a los judíos sino es con un líder como Adolfo Hitler. Que Italia haya caído en manos de Mussolini. Que Erdogan haya vuelto al fundamentalismo islámico a los turcos que liderados por Ataturk voltearon a occidente, eliminaron la burka y fundaron un país laico. Ni que decir de Bolsonaro, otro que sigue sin felicitar a Joe Biden ¿Acaso los gobiernos populistas en América de Estados Unidos, México y Brasil pensaban formar un eje en nuestro continente?
Con insignificantes evidencias, quizá por involuntarios errores, en una votación de casi 150 millones de electores y con una diferencia de casi 5 millones de Biden sobre Trump, este se resiste a reconocer su derrota y azuza a sus seguidores a manifestarse. Vende la idea de que le robaron la presidencia. Y ya lo había dicho meses atrás. Se niega entregar el poder que aún ejerce hasta los primeros días de enero del próximo año. Siembra la duda sobre las instituciones. ¿Acaso piensa en perpetuarse? Ya veremos que no. Bastará con unas cuantas voces sensatas de los republicanos en el congreso para destituirlo si fuera necesario. O que responda ante un juez que le ordene ahuecar el ala.

Con la desaforada defensa a Trump nos queda la sospecha de que esta misma historia se repita en México. Que el presidente no acepte la derrota previsible de su partido en el 2021. Será el fin de su presidencialismo omnipresente. La madre de todas las batallas. El riesgo para nuestra democracia es que acá se ha cooptado a la Corte, subordinado al INE, empoderado al ejército y avasallado al congreso. Ahora se han apoderado del presupuesto para repartirlo entre millones a cambio de votos. Se ha estrangulado financieramente a los estados. La confrontación es abierta. Preocupan desde ahora las voces que añoran ver a Amlo perpetuarse en el poder. No exagero al advertir que nos esperan tiempos aciagos…

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