A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Ruleta rusa

Hace apenas unos días hablé por teléfono con mi amigo el Doctor Rogelio Macías Ruiz. Siempre amable atendió una recomendación que le pedí. Se le escuchaba bien. No sospeche qué al día siguiente, otro amigo Médico, también de mi generación de preparatoria, me informaría que nuestro amigo tenía Covid. Le dije «se me hace raro, lo escuché muy bien». Al día siguiente lo internaron y en cosa de 24 horas falleció. Todos los amigos de la prepa que compartimos un chat, no podíamos creerlo. Apenas en diciembre del 2019 tuvimos, como todos los años, una reunión. El año pasado la cancelamos por obvias razones. Hoy lo recordamos con enorme tristeza y lamentamos su muerte.

También hace dos semanas falleció mi primo, Efrén. Se internó como medida de prevención cuando dio positivo al Covid. Mandó un mensaje optimista en el chat de nuestros compañeros notarios. Nos dijo, vamos bien y lo voy a superar. Unos días después se agravó y también falleció para sorpresa de su familia y todos quienes confiábamos en su fortaleza física. También falleció de Covid un sobrino de 32 años de edad. Días antes, el hijo de un querido amigo mío, empresario, más o menos de mi edad. No se cuantas familias lo hayan vivido tan cerca, pero es desgarrador.

Fuera de control
A pesar de las prevenciones y los cuidados, muchas personas han contraído este traicionero mal que a unos afecta levemente y otros de manera fatal como si se tratara de una ruleta rusa. Según el INEGI existe un subregistro de personas fallecidas y por ende contagiadas. Estaríamos rondando más de 180 mil personas, oficialmente ya 160 mil y contando. Tengo la impresión de que esto ya está totalmente fuera de control y nos ha rebasado desde hace tiempo. México ya es el tercer país con el mayor número de fallecidos y no es producto de la obesidad, la hipertensión y la comida chatarra como afirma el Doctor Gatell.

Subestimaron la pandemia
Basta con recorrer de principio a fin, la manera en que trataron la pandemia subestimando su gravedad comenzando por el propio presidente. No hace gracia hoy, escucharlo decir que él usaba amuletos como «el detente» para protegerse del virus. O decir que «No robar, no mentir, no traicionar» también protegía del virus. «Abrásense» llegó a decir. Y que tal cuando dejó arribar un crucero con personas que ya presentaban contagios. Ofende ahora la insistencia de Gatell por decir los primeros meses que el uso del cubrebocas no era importante. Que una cifra superior a los 60 mil sería catastrófica. Que la fuerza del presidente era moral y por ende no podía contagiar a otras personas.

Se trate del presidente
Mucho se le criticó al presidente por no usar cubrebocas y seguir en sus giras, mientras su fans lo defendían. Ahora está enfermo y convaleciente del Covid. No le deseamos ningún mal, por supuesto, pero hubiese sido mejor protegerse y quizás resguardarse para evitar contagiarse. La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, dirigió la pandemia desde su casa. Su país es uno de los que mejor han resistido a los efectos letales de la pandemia. El presidente subestimó la pandemia y con ello el riesgo de enfermar. Varios en su gabinete se contagiaron, sin ninguna perdida que lamentar. Seguramente cuenta con la mejor asistencia médica y se encuentra bajo estricta vigilancia. Gatell dice que el presidente esta prácticamente asintomático. Pero todo es posible porque no es un ser de otro planeta. Si algo grave le pasa o su convalecencia se prolonga, entraremos en una grave crisis institucional. Nada se mueve sin su voluntad. Como sea que resulte, ya nada será igual porque no puede arriesgarse a un nuevo contagio. Se trata de la vida de una persona, solo que esa persona, es el presidente…

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