A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Congruencia

Se critica mucho en el país y particularmente en la política local, el llamado chapulineo. Se trata de políticos que brincan de un partido sin importar, en apariencia, que se deben a un compromiso ideológico acorde con sus principios y valores. Se infiere que la lealtad partidista debe ser casi ciega como si fuera un equipo de futbol y los militantes fueran hinchas.

 

En la política no puede ser así. Uno puede militar en un partido acorde a sus valores, principios y formación. Se supone que, al adherirse a ellos, uno se adhiere a sus preceptos. Solo que son dirigidos por personas. Y esas personas puede conducirse por otro rumbo. Cuando se agota toda posibilidad de que los criterios emanados de esos principios sean el eje rector de la conducta, entonces eso ya no es posible.

 

Lo digo por varios casos, comenzando por el mío. En mi opinión el último gran dirigente que tuvo el Partido Acción Nacional fue Luis Felipe Bravo Mena, con quien me tocó coincidir siendo ambos dirigentes, el nacional y yo estatal en Chiapas. Después llego Manuel Espino que se la ha pasado dando tumbos y los mismo apoyó a Peña Nieto en su campaña que a López Obrador. Para su infortunio no le salieron las cosas y ha navegado en la opacidad.

 

Yo milite 22 años en el PAN a pesar de que varias ocasiones se me cerraron las puertas para participar. Es un partido al que aprecio mucho y en el que conocí a grandes amigos y actores de la política nacional cuyas amistades conservo. El actual dirigente nacional Marko Cortés no está a la altura de las circunstancias y lo que merece el país. En lo local ya ni hablar. El partido se convirtió en una burocracia que lo tiene secuestrado desde hace casi 20 años. Sus resultados hablan por mismos. Pasó de gobernar la capital, Tuxtla Gutiérrez en tres ocasiones consecutivas, a colocarse en el 5to lugar. De no ser por la candidatura de Paco Rojas en las elecciones del 2018 habría perdido el registro local. Hoy la voz de Diego Fernández de Ceballos resuena con gran vigor producto del vacío en la dirigencia nacional del PAN.

 

 

Yo decidí por ello no reafiliarme hace dos años en vez de renunciar. Simplemente mi militancia perdió vigencia. Y ya libre decidí acompañar a Margarita Zavala en la formación de un nuevo partido que fuera cercano a la ciudadanía y sus exigencias, comenzando por su participación más activa. No era mi propósito ser candidato a nada, pero las circunstancias me fueron orillando a ello. Al negarnos el registro, tanto el INE como el TRIFE, nos violaron nuestros derechos humanos fundamentales como lo es el de la participación política.

 

Ya venía yo platicando con los partidos de oposición. Lo ideal era hacer un gran frente, pero las ambiciones políticas personales lo postraron. Querían que les engordáramos el caldo y yo no estoy para eso. A consecuencia de ello es que la Alianza se desintegró y apenas pudo rescatar algunos liderazgos. Hoy vamos por Movimiento Ciudadano a hacer la osadía de enfrentar por un lado la maquinaria del estado y por el otro a los borbotones de dinero con los que ilusamente creen que podrán ganar las elecciones.

 

A mi preocupa el rumbo del país. No se puede estar peleando por los camerinos de un barco que se está hundiendo. El reto es ganarle a Morena la mayoría en el Congreso y corregir el destino fatal por el que parece enrutarse. Por eso competiré por una diputación federal en Tuxtla. No me mueve la ambición de poder, sino la preocupación por el daño que puede condenar a toda una generación de mexicanos. Por eso estamos, por eso vamos y confío en que los tuxtlecos nos darán su apoyo para ganar la elección. Ya no quieren más de lo mismo. Ni los de ahora, ni los del pasado que quieren regresar sin haber cambiado en lo más mínimo…

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