A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Demagogia depredadora

No entré a competir sino a ganar en el proceso electoral. Voy en serio y voy de frente. No voy a callar para denunciar lo que a lo largo de varios años he expuesto con toda firmeza y convicción en este mismo espacio. Y me refiero a las prácticas pseudo democráticas con las que se elude a toda costa el contraste de las ideas. El país se debate ahora entre la consolidación de un régimen que nos ha llevado al fracaso y la vuelta al pasado con quienes no aprendieron la lección de las elecciones del 2018.

El repudio fue total y arrasador contra la clase política gobernante en un país en que reinaba cínicamente la corrupción. Ahora esos emisarios del pasado quieren volver por sus fueros sin haber entendido la lección ni cambiado ni un ápice. El que el presidente no haya logrado combatir la corrupción como lo ofreció no quiere decir que estábamos mejor. Prueba de ello es que teniendo la oportunidad de enderezar el camino y corregir sus errores y desvaríos los ahora aliados en PRI-PAN-PRD hayan postulado a candidatos impresentables. No se puede votar por resignación pretendiendo elegir a los menos peores existiendo alternativas mejores.

Si en algo puedo coincidir con el presidente es que entregar despensas ( o ahora tortillas) es un delito electoral. Sin embargo, lo hacen soterradamente o incluso lo presumen con absoluto desparpajo. Parece que no encuentran otra mejor forma de hacer política. Han por ello corrompido a los más necesitados. Desde ahora se aprestan con sus ejércitos electorales a sueldo -con gastos millonarios – a «identificarlos» para acarrearlos el día de la jornada electoral para lo cual ya apartaron el transporte que habrá de movilizarlos.

La contienda por las diputaciones federales ya empezó y hasta ahora no ha habido posibilidad de confrontar ideas porque no les interesa. Rehúyen por falta de ideas, congruencia y pudor al debate. Le apuestan a hacer política a la vieja usanza. Recorren las colonias populares con encendidas ofertas sabedores de que el actual gobierno las ha despojado de los apoyos que antes recibían. Bajan de sus camionetas de lujo rodeados de colaboradores y guaruras. No saben de simpatizantes ni voluntarios porque no los tienen.

Desde ahora andan ofreciendo chambas en el gobierno sin considerar que muchos trabajadores son de base y en el caso del municipio cuentan con sindicatos que protegen sus derechos. Los están engañando si el más mínimo recato. En el peor de los casos apuestan por engordar la costosa nomina con cargo a los ingresos propios y en demerito de un presupuesto que resulta raquítico para atender todas las necesidades de la ciudad. Es un círculo vicioso por el cual las promesas se traducen en mentiras y las mentiras en inconformidades. Es la ruta de la continuidad en el rezago social y la corrupción gobernante, del descontento y la incredulidad.

Lo más lamentable es que inviertan millones sin ninguna supervisión por parte de las autoridades electorales que por otra parte exigen cuentas precisas haciéndole al Tío Lolo. No alcanza el salario de tres años para todo lo que se gastan. Y esto sucede, hay decirlo con todas sus letras, porque llegan a robar y saquear las arcas públicas. En eso son cómplices quienes a sabiendas y ninguna necesidad, apuestan a obtener beneficios propios. A ser proveedores y contratistas. Son los mismos que luego se quejan amargamente de que los políticos son todos rateros. Allá ellos y sus conciencias.

En fin, que las campañas son meras parafernalias para simular la aceptación popular de ciertos candidatos. Así los transmiten en sus spots y mensajes. Da risa y coraje verlos compadeciéndose de una pobreza, acurrucándose y tomándose fotos en un ejercicio hipócrita de conmiseración. Por la tarde regresan exhaustos de su larga jornada de demagogia para descansar en sus suntuosas residencias.

Lo más irrisorio y ofensivo es que quienes han ostentado recientemente cargos de elección ofrezcan cosas que no cumplieron cuando estaban ahí. Cada tres años se bajan de su nube y hacen creer a los pobres que dejaran de serlo mientras ellos cada vez son más ricos. La única pobreza que han combatido con eficacia precoz es la suya propia y después ya no hay dinero que les alcance. Quieren más y más poder para servirse de él. No sirven para servir sino para servirse.

Por eso estimados lectores hay que razonar bien nuestros votos. Es la vía civilizada para desechar a nuestra rancia clase política que se ha convertido en autentica depredadora. Que no se diga después que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen porque nuestro querido Chiapas no se merece eso.

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