A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

El juicio de la historia

Es célebre la frase del dictador Cubano Fidel Castro cuando fue juzgado y luego liberado por el asalto al cuartel de Moncada. «Condenadme» les dijo a sus juzgadores, «la historia me absolverá». La expresión adquiere significado en tanto que hoy tenemos como héroes a muchos personajes que vistos desde otro enfoque podrían no ser necesariamente esos seres inmaculados.

Fidel Castro era especialmente seductor y por eso sus arengas duraban horas frente a la plaza de la revolución al grado de convencer al pueblo cubano de que la «libertad» tenía un precio y ese precio significaba sacrificio. Solo que esa libertad terminó convertida en un yugo que condenó a la miseria a los habitantes de la isla. La convirtió en un reclusorio del que nadie puede salir y del que muchos han huido poniendo en riesgo su vida.

 La historia universal da cuenta de esta clase de personajes y la mexicana no puede sustraerse de ello. Es parte de un proceso el de construir esa mitología en torno a elementos que construyen las identidades nacionales. Hidalgo es el padre de la patria, a pesar de que proclamó su lealtad a la corona española la madrugada del 16 de septiembre de 1810.  Su revuelta fue contra los peninsulares, llamados despectivamente gachupines, quienes ostentaban el poder sobre criollos y mestizos por el hecho ser españoles.  Juárez cedió la soberanía en el tratado Mc Lane Ocampo otorgando derechos a perpetuidad a los norteamericanos sobre el istmo de Tehuantepec a cambio de protección y financiamiento contra los franceses. La intervención de una flota norteamericana fue crucial para la derrota definitiva del joven presidente conservador Miguel Miramón, quien cercó a Juárez por tierra y por mar en Veracruz. Luego de su derrota huyó al exilio.

Quienes escriben luego la historia le agregan un aderezo de estoicismo que cultiva el orgullo patriótico.   William Wallace, aquel rebelde escocés al que da vida el actor Mel Gibson en la película de Brave Heart (Corazón Valiente) es un icono de la insurrección escocesa que mantiene vigente la idea del nacionalismo. Los bolcheviques que asesinaron al Zar Nicolás II y toda su familia encumbraron a Stalin en el poder que luego se transformó en la más absoluta tiranía. Qué decir de Mao Tse-Tung erigido en el líder la revolución china, quien gobernó bajo la tesis del marxismo-leninismo provocando la hambruna y millones de muertos construyendo su ideal revolucionario. En su momento fueron los pro hombres como lo es hoy el tirano de Corea del Norte, quien ejerce una tiranía monárquica y hereditaria.

La gran pregunta es, si hablando en serio, la historia los ha absuelto. Aunque hay que reconocer que Castro fue uno de los líderes políticos más importantes del siglo XX, hay que ver el legado que dejó. Díaz-Canel no tiene la estatura ni su carisma, y por eso recurre a un discurso caduco que ya no puede justificar los abusos de un régimen opresor.

Es un poco lo que da sustancia a la consulta de López Obrador. Quiere poner en el patíbulo al régimen liberal a partir de todos sus prejuicios ideológicos, aunque no existan delitos en estricto sentido que perseguir. Sabe que la fiscalía no necesita pedir la opinión de nadie para cumplir con su deber de aplicar la ley.  Sabe que por esa vía no podrá proceder. Y quizás es también un ejercicio como el de Poncio Pilato para lavarse las manos y no proceder contra su predecesor con quien pactó para asegurar el triunfo a cambio de impunidad.

Se antoja difícil que participe el 40 % del electorado lo cual equivale a unos 37 millones de electores. Los fans de Morena apenas alcanzaron 16 millones de votos en la última elección. Será un ejercicio de autoexpiación para canalizar la polarización a que a diario incita desde el púlpito presidencial y que ha convertido en su arma electoral. Culpar al pasado sin resolver el presente es la narrativa que mantiene la fe y la esperanza. Así se la pasó Castro 50 años culpando al imperialismo yanqui de todas las desgracias de la isla…

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