A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Cultura de la legalidad

Tenemos como sociedad un grave problema de disfuncionalidad que no permite que podamos vivir en eso que llamamos, estado de derecho. Victimizamos a los malhechores y crucificamos a quienes cumplen con su deber cuando de imponer el orden se trata. Exigimos nuestros derechos con singular enjundia y cuando se trata de cumplir con nuestras obligaciones hacemos como que la virgen nos habla. Protestamos todo el tiempo, nos quejamos de todo, nos merecemos todo, pero en nuestra conducta cívica dejamos mucho que desear. Lejos estamos de comportarnos con decencia en nuestra vida cotidiana. Es curioso ver como los mexicanos que han migrado a los Estados Unidos, nomas cruzando la frontera marchan derechito. No se pasan un alto ni le faltan el respeto a la autoridad porque allá si que les aplican la ley.

Bloqueados
Agobiados por los múltiples bloqueos en nuestra entidad, en diferentes puntos, por diferentes razones, legitimas o no, somos taimados y complacientes. Hemos normalizado el hecho de que por presionar al gobierno la gente se acostumbre a hacer bloqueos o manifestaciones que trastocan la ley y vulneran los derechos de terceras personas. El magisterio bloqueó por meses enteros la avenida central hace algunos años perjudicando terriblemente al comercio establecido sin capacidad de reaccionar cual simples espectadores. No los fueran a tocar con el pétalo de una rosa.

Anormales
Por eso el gobierno termina por ceder, ante una sociedad indolente y cómplice. Al fin se salieron con la suya privilegiando sus intocables derechos sin importarles un comino el futuro de nuestra niñez siempre en la cola en los exámenes de evaluación. Lo mismo ha pasado con esa escuela de delincuentes que son las normales superiores como la Mactumatzá (que no tienen nada de normales). Victimizados por la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa tienen blindaje para el chantaje. Que nadie los toque, aunque secuestren y quemen camiones o cierren vialidades. Recuérdese cuando la Fiscalía del estado giró órdenes de aprehensión e intervino de inmediato la secretaria de gobernación para liberarlos. Hasta ahí llegamos. Ahora tienen patente de corso para sus fechorías. La Guardia Nacional tiene órdenes de no intervenir, aunque ahora en su función que suplió a las policías federales, debieran garantizar el libre tránsito. Así ni cómo resolver el problema.

Tuvimos que ser nota nacional con eso de la agresión a una turista rusa y el secuestro de unidades y rehenes en Oxchuc, para que por fin hubiera reacciones de algunos organismos de turismo y empresariales. Antes nada. A aguantar vara sin quejarse mientras no toquen sus intereses. Anodinos y taimados. Años de complacencia, complicidad a cambio de votos, mal acostumbrados a no rendir cuentas y repartirse el presupuesto a cambio de sus generosos votos para el partido del gobierno en turno. Una guerra de caciques que se quieren imponer al margen de la ley con el uso de la fuerza y la intimidación. Tiene años que ahí se venden autos robados y huachicol. Es tierra sin ley.

El origen de nuestros problemas
Es cierto. La responsabilidad es del gobierno, pero se decide a actuar surge la sombra de represión porque no estamos acostumbrados a la aplicación de la ley. Los victimarios pasan a ser víctimas y nosotros como si nada. No entendemos que el monopolio del uso de la fuerza garantiza la paz social. No tenemos una cultura de la legalidad y en eso radica el origen de nuestros problemas.

La cultura de la legalidad es el conjunto de creencias, valores, normas y acciones que promueve que la población crea en el Estado de derecho, lo defienda y no tolere la ilegalidad. Pero nosotros estamos acostumbrados a ignorarla. Si los vendedores ambulantes inundan nuestras calles nos conmovemos por esas pobres personas que solo intentan ganarse la vida, solo que al margen de la ley. No falta quien diga que los deben dejar trabajar sin considerar que muchos en las mismas condiciones hacen el esfuerzo por pagar un local, la luz y tener los permisos correspondientes. La cultura de la legalidad debe ser un mecanismo de autorregulación individual y regulación social, que exige por parte de los ciudadanos el respeto a la ley.

El colmo
Hace poco los padres de una escuela primaria bloquearon el boulevard de Tuxtla Gutiérrez para exigir que les regresaran un maestro de sexto grado que habría comisionado a otra actividad. Fue el colmo en pleno clímax de inconformidades por los bloqueos en el estado. Miles de vehículos buscaron una vía alterna. Nadie reparó en reclamarles. A lo mejor tienen razón, pero eso no es motivo para pasar a darle en la torre a los demás. Ya se volvió «normal» que nos acostumbremos a vivir al margen de la legalidad. Por eso estamos como estamos y seguiremos estando. Y luego se quejan.

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