A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Salvador Allende, la historia detrás del mito

Crecí en una generación que no tenía más acceso práctico a la información que dos noticieros de la televisión. El gubernamental canal 13 (Hoy Tv Azteca) y el del noticiero de Televisa (24 horas) que era más oficialista que el propio canal gubernamental. No había manera de saber con exactitud lo que sucedía en otras partes del mundo. Las universidades públicas y privadas fueron el semillero del debate ideológico entre izquierdas y derechas de la guerra fría.

Idealistas

Así nos enteramos de lo que en ese entonces era historia reciente. La revolución cubana y la legendaria proeza de un grupo de jóvenes idealistas contra la dictadura de Batista, nos generaba empatía por la utopía de un mundo mejor. No sabíamos que con el tiempo se convertiría en una mascarada para encubrir una dictadura represora que ha hundido a su pueblo en la pobreza. Otro personaje de la época siempre demonizado fue el dictador Augusto Pinochet. Las imágenes del asalto al Palacio de la Moneda daban cuenta de cómo la bota militar terminaba con un régimen democrático. Salvador Allende era nosotros un mártir tanto que el gobierno de México dio asilo a su viuda, doña Hortensia Bussi.

El redentor y el gorila

El comandante Fidel Castro era una figura redentora y casi sacrosanta. Pinochet, el gorila siniestro que aplastó la democracia. Solo que Fidel Castro se retiró del poder cinco décadas después, dejándolo en manos de su hermano y éste a Díaz-Canel, como si fuera una monarquía hereditaria. Mientras el general Pinochet participó en un referéndum que perdió por menos de un 1% dejando el poder después de 17 años dando paso a una democracia que ha permitido hasta hoy la alternancia en el poder. Algo similar sucedió en España con los acuerdos de la Moncloa y la transición democrática que dejó atrás a la dictadura franquista.

Hay de dictaduras a dictaduras

No hay dictaduras buenas o malas, son simplemente dictaduras, pero no se pueden obviar diametrales diferencias. Castro derribó una dictadura que duró de 1952 a 1959 y se quedó en el poder hasta su muerte. Cuba pasó de ser una prospera isla caribeña con un nivel de vida superior al promedio latinoamericano a ser hoy de los países más pobres junto con Haití y su hijo putativo Venezuela. Las dictaduras de derecha tanto la de Franco como la de Pinochet concluyeron en transiciones democráticas. Aún así, para la narrativa de la época en los gobiernos de Echeverría y López Portillo, Castro representaba la dignidad y Pinochet el agravio. Y eso era lo que nos transmitían los medios de comunicación.

Bajo la tutela soviética

Agreguemos a esto la mítica figura del Poeta Pablo Neruda. Un fuera de serie, sin duda, pero también un recalcitrante comunista. Así fue que nunca me di a la tarea de investigar qué fue lo que provocó la caída de Salvador Allende. Veamos: Para cuando Fidel Castro visitó a Salvador Allende en Chile en 1971, ya llevaba 12 años en poder. Se encontraba en abierta confrontación con los Estados Unidos después de haber expropiado los negocios y propiedades de ciudadanos norteamericanos radicados en Cuba. Había encontrado cobijo en la Unión Soviética el enemigo acérrimo del «imperialismo yanqui». El triunfo de una revolución por la vía democrática por parte de Allende era un acicate para la tarea de Castro que quería expandir -bajo el amparo de la URSS- la influencia socialista en el continente e incluso en África a donde envió militares cubanos para combatir en Angola.

El triunfo de Allende

Salvador Allende fue cuatro veces candidato a la Presidencia de Chile, representando a una alianza entre partidos socialistas y comunistas (1952, 1958, 1964 y 1970). Finalmente obtuvo el 36.2%, contra el 34.9% de Jorge Alessandri (independiente) y el 27.8% de Radomiro Tomic (demócrata cristiano). Al no obtener la mayoría necesaria correspondió al Congreso la obligación de elegir al nuevo presidente de la República. La Democracia Cristiana optó por Allende, comenzando así la tragedia que traería un baño de sangre sobre Chile.

Primero los pobres

Lo primero que hizo Allende fue romper la tradición democrática de Chile diciendo, para asombro de propios y extraños, que él no sería el presidente de todos los chilenos, sino que inspiraría su actuación «en los conflictos de clase irreconciliables de la sociedad chilena».

De inmediato los partidos de izquierda comenzaron a preconizar abiertamente la inevitabilidad de una confrontación civil. Con esa incertidumbre, a nadie le llamó la atención que la inversión privada y extranjera fuera cero y que a un año de gobierno allendista Chile tuviese que declararse insolvente y pedir una moratoria sobre su deuda externa. En 1971, Fidel Castro visitó el país y durante 30 días, como Pedro por su casa, lo recorrió de punta a punta arengando a las multitudes hacia la revolución socialista. En muy poco tiempo la economía se vino abajo afectando a toda la población.

El cacerolazo

El 2 de diciembre de 1971 miles de mujeres marcharon por las calles principales de Santiago golpeando sus ollas en descontento por la escasez de alimentos con el gobierno de Allende. Ese día fue conocido como la Marcha de las Cacerolas Vacías, siendo hasta ahora la manifestación de mujeres más recordada de ese tiempo. Con el paso de los días este tipo de protesta se masificó hasta las principales ciudades de Chile. Concepción y Valparaíso fueron las primeras en unirse a Santiago.

La meca de los socialistas

En 1972, Chile se convirtió en la Meca de todos los socialistas de América Latina. Ese mismo año comenzaron a instalarse las famosas escuelas de guerrilleros y se inició por parte de Cuba la introducción clandestina de armas de todo tipo: desde ametralladoras y bombas de alto poder explosivo, hasta morteros y cañones antitanques de procedencia Checa y Soviética. Paralelamente la embajada de Cuba se transformó en un bunquer con más de trescientos diplomáticos acreditados.

Contra las instituciones

El gobierno de Allende, fue y permaneció en todo momento sin mayoría en el Parlamento. Para 1973 los socialistas perdieron el control en los principales sindicatos industriales y mineros. Considerando un estorbo a los contrapesos del poder, Allende planteó la sustitución del Congreso por una asamblea popular y la creación de Tribunales del Pueblo, algunos de los cuales llegaron a funcionar. Así mismo, intentó transformar el sistema educativo para convertirlo abiertamente en un instrumento de adoctrinamiento marxista. La Tercera y el Mercurio, diarios democráticos, así como difusoras de radio fueron tildados como opositores al gobierno marxista y fueron clausurados por el «demócrata» Allende.

Al margen de la ley

La Corte Suprema de Justicia, por unanimidad, censuró al gobierno por el atropello sistemático de la legalidad vigente. La Contraloría rechazó por ilegales innumerables actuaciones y resoluciones del Ejecutivo. En un acto insólito, el presidente Allende se negó a promulgar las reformas constitucionales del Congreso y persistió en esta actitud a pesar de sucesivos mandatos judiciales.

En agosto de 1973, la Cámara de Diputados se reunió para analizar la insostenible situación que enfrentaba Chile. El Congreso declaró que el gobierno de Allende había violado gravemente la Constitución chilena. El 63% de los diputados acusaban al presidente y su gobierno de veinte violaciones concretas de la Carta Magna, incluyendo el amparo de grupos armados, la tortura, las detenciones ilegales, la mordaza a la prensa libre, la manipulación de la educación y la confiscación de propiedad privada. De aquí la opinión del ex presidente Frei: «el gobierno minoritario de Unidad Popular estaba resuelto a instaurar una dictadura totalitaria y estaba dando los pasos para llegar a esa situación».

Fracaso económico

Tras llegar al poder, el mandatario chileno inició un amplio programa de expropiaciones que condujo a la nacionalización de todo tipo de empresas, incluyendo negocios agrícolas y compañías mineras. Los aumentos salariales dictados por Allende dispararon hasta un 20% los sueldos, pero esa ilusión artificial acabó siendo devorada por una inflación rampante que, a lo largo de sus tres años de gobierno, redujo significativamente el poder adquisitivo de los sueldos de los trabajadores.

El triste final

La destrucción de la democracia, de la economía y la negativa de las fuerzas armadas de convertirse en artífices del comunismo, culminó en el descontento que puso a Allende contra la pared. De no ser así, el mundo jamás hubiera escuchado hablar de Augusto Pinochet, ni del asalto al Palacio de la Moneda. Fue lamentable pero no evitable.

Lo demás ya es historia. Pinochet coartó las libertades, reprimió a los comunistas e impuso un modelo económico que, guste o no, colocó a Chile como el país más desarrollado y con menos pobres, hasta la fecha, en toda América Latina. Dejó el poder en 1988 y fue perseguido judicialmente durante el resto de su vida. Hoy al igual que Allende muchos de sus partidarios le rinden culto.

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