A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

¡Viva la libertad, carajo!

Al grito de ¡Viva la libertad carajo! Un profesor de economía famoso por su constante participación en programas de televisión en Argentina y con un ingenioso uso en las redes sociales, se apresta como puntero para ser el próximo presidente de ese mal logrado país a causa del populismo.

Se trata de Javier Milei, un singular personaje que ha dado una batalla frontal contra el socialismo y sus versiones disfrazadas y encubiertas en América Latina bajo políticas económicas estatistas para impulsar un igualitarismo que ha llevado al fracaso a muchos países. En programas de debate -literalmente- ha destrozado a sus adversarios. Lo hace con datos, con argumentos, con evidencias irrefutables. Es abiertamente capitalista, sin tapujos ni medias tintas. Habla de la «aplastante superioridad del capitalismo». Se ha ganado a las jóvenes y ahora a la clase trabajadora con lecciones muy elementales de economía para hacerlos entender del porqué Argentina esta sumido en la pobreza. Sus mítines son cátedras donde explica como su país puede desarrollarse.

No se cansa de señalar los más de 150 millones de muertes que dejaron los regímenes totalitarios -socialista y comunista- de Stalin y Mao Tse Tung. En América Latina los 60 años de dictadura en Cuba y los 20 años en Venezuela que los colocan como los países con más pobreza del continente. Y no solo pobres, sin libertades económicas, sino autoritarios y con el más absoluto irrespeto a los derechos humanos y las libertades más esenciales. Ahí no hay democracia ni libertad de expresión. Lo que ha sucedido es un éxodo permanente de millones venezolanos y cubanos que huyen de la miseria.

En contraste ejemplifica a los países que tienen mayores libertades económicas. El libre mercado ha traído la prosperidad y el desarrollo. El empoderamiento de las clases medias. Una mejor calidad de vida. Javier Milei se define como libertario. Liberal en materia económica y política. Para él, «el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo». Es un seguidor entre otros de Milton Friedman, Murray N. Rothbard, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Karl Poper. Aboga por reducir los impuestos, por liberalizar el mercado, propone que «la casta política» se apriete el cinturón y no los ciudadanos, por eliminar el Banco Central que todo lo resuelve imprimiendo más papel moneda, por flexibilizar el mercado laboral para atraer inversiones. Es un firme creyente del capitalismo no como ideología sino como consecuencia de la libertad.

Y vaya que ha tenido éxito. Los gobiernos de izquierda comenzando por el kitchnerismo que puso en el poder a Alberto Fernández el actual presidente, han disparado la pobreza hasta en un 40% y no se debe olvidar que Argentina fue uno de los países más prósperos hace algunas décadas.

Hoy los jóvenes no tienen más opción que emigrar ante la falta de oportunidades. Toda la política económica se ha enfocado en subsidiar la pobreza engrosando para ello la burocracia del estado. La situación no puede ser peor en Argentina. La inconformidad social se ha generalizado y hoy están cansados de lo que Milei llama «la casta política». Todos esos vividores a costillas del estado que representan al establishment.

Viene un cambio en Argentina y eso será para bien, mientras sus vecinos en Chile optaron por el retroceso después de haber alcanzado a abatir la pobreza al 8%. Votaron por comunistas, por toda una amalgama de partidos de izquierda y progresistas que en cuestión de meses han desatado la violencia y el descontento con sus ocurrencias. Unos quieren subir y otros quieren bajar. Lula puede regresar al poder en Brasil. Colombia va camino a elegir a un presidente de izquierda con el mismo derrotero. Lo de Perú es una caricatura. Un presidente que simplemente no es apto para gobernar. En Bolivia fracasó el gobierno porque la centroderecha se dividió. Evo esta de vuelta ahora con un pelele. No deja de ser una desgracia que América Latina siga dando tumbos y empobreciéndose. Pero la batalla por la libertad sigue. Al final de cuentas, tarde que temprano, se habrá imponer.

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