Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

La masacre LeBarón, puras conjeturas

La confusión hace presa de todo el mundo
Quiénes fueron realmente los atacantes

La masacre de las familias LeBarón, perpetrada por «desconocidos» en una zona de la Sierra Madre Occidental, muy cerca de La Mora, en el pueblo de Bavispe, noreste de Sonora y muy cercano a sus límites con el de Chihuahua, deja más dudas que certidumbres, sobre todo cuando el líder de la comunidad, Julián LeBarón, campantemente, sin congojas, sin lágrimas por la muerte de sus familiares, reparte declaraciones a diestra y siniestra, campantemente, en radio y televisión, inclusive culpando del hecho a López Obrador.
De acuerdo con las primeras versiones de la masacre, detalladas por Alfonso Durazo Montaño, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, y por Joel LeBaron, el 4 de noviembre por la mañana salieron de la población de La Mora, municipio de Bavispe, Sonora, diecisiete miembros de la familia LeBaron: tres mujeres adultas y catorce menores de edad, hijos de ellas; todos en una caravana de tres vehículos tipo SUV. Dos de los grupos se dirigían al municipio de Galeana y el tercero, conducido por Rhonita María Miller, se dirigía a Phoenix, Arizona, a cuyo aeropuerto arribaría su esposo.
Fueron interceptados alrededor de las 13:00 horas tiempo de la Montaña (20:00 GMT), en un camino de terracería que une las comunidades de San Miguelito, Sonora, y Pancho Villa, en Chihuahua, por un grupo armado, presuntamente del crimen organizado, que abrió fuego contra los tres vehículos, causando la explosión e incendio de uno de ellos y la muerte de 9 de las personas que se trasladaban, las tres mujeres adultas y seis niños, así como lesiones de diversos grados al menos a otros seis menores, así como una menor inicialmente desaparecida.
Pero nada está nada claro. Hay confusión de versiones, inclusive. Qué fue lo que realmente ocurrió. Quién realmente atacó a la caravana de vehículos. ¿Fue un fuego cruzado, realmente, entre dos bandas de la delincuencia organizada? ¿Fue un ajuste de cuentas entre los diferentes intereses de la misma comunidad? ¿Fue obra de los barzonistas con quienes los de LeBarón siempre han estado en conflicto? Tantas preguntas.
Pero mientras esto se desenreda, está ocurriendo algo similar a lo que pasó en Culiacán con la aprehensión y liberación del hijo de El Chapo. Al final, los subversivos enemigos de López Obrador, que abiertamente quieren derrocarlo, están aprovechando lo ocurrido para intensificar la propaganda en contra del presidente, manipulando los sentimientos de las clases medias, que ahora piden a gritos la intervención de Estados Unidos para «acabar con los narcos», cuando los Estados Unidos no han podido, ni podrán, acabar con las organizaciones criminales que pululan por todo el territorio estadounidense y son los amos de la distribución de las drogas que les mandan los mexicanos, entre la juventud de aquel país.
Por tanto, la sugerencia para los lectores de este espacio analítico es esperar las investigaciones ministeriales y ver cuál es la versión verdadera de la policía investigadora del Ministerio Público. No dudamos de ninguna manera que el hecho es de cualquier manera horrible, y condenable por donde se vea.
Pero como lo hemos visto, las primeras versiones de la masacre de mujeres y niños son confusas. A veces aparecen prefabricadas por la mediocracia antigobiernista; se perciben falsas, poco confiables; muy parecido a lo que pasó en Culiacán con la aprehensión y la liberación del hijo de El Chapo Guzmán.
Pero quiénes son los responsables reales de la masacre. Esta interrogante deberá ser contestada por los investigadores de la Fiscalía General de la República. Las especulaciones huelen a subversión contra el gobierno de López Obrador.
Como dice Shakespeare en boca del Príncipe Hamlet, algo está podrido en Dinamarca.
Puede ser cierta la versión de que la familia masacrada, mujeres y niños, hayan sido víctimas, como dicen, de fuego cruzado entre dos frentes de la delincuencia organizada. No se descarta. Pero hay muchos detalles que no concuerdan con los hábitos de los criminales de la delincuencia organizada.
Hay que analizar también las relaciones comunales e interpersonales de la comunidad de LeBarón. No son, en verdad, sin afán de minimizar la masacre, una perita en dulce.

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