Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

El colmo de los colmos

¿Y entonces para qué sirven los soldados?

México es surrealista y lo será sempiternamente por los siglos de los siglos. Amén.
El colmo de los colmos:
Que los soldados, guardianes de la seguridad, sean desalojados por presuntos maestros de las juntas distritales del INE en Oaxaca. Que todavía les hagan valla para que no sean agredidos. Y que los militares salgan con la cola entre las piernas. Es, por lo menos increíble. A no ser que sus jefes se los hayan ordenado.
Es imposible; es increíble que los violentos sean maestros. Huelen más bien a infiltrados pagados por quién sabe quién, tal vez por el mismo gobierno, por el gobernador Cue, por Elba Esther (desde la cárcel), o por Osorio Chong, desde Gobernación.
Y todo para desestabilizar. Aunque por qué. Por qué razón. ¿Simplemente para desestabilizar. Sin ton ni son? ¿O para meterle miedo a la gente que quiere ir a votar. Si no vota, mejor para el sistema, para el PRI?
También para hacer quedar mal a los maestros, a los verdaderos maestros. Desprestigiarlos. A los que se dedican de tiempo completo a enseñar a los niños. Que citan en casa a los alumnos que andan atrasados, para regularizarlos. Y por las noches alfabetizan a los adultos que no tuvieron chance de aprender a leer y escribir en su momento.
Los verdaderos maestros de la CNTE o del SNTE no destruyen. Al contrario. Construyen. Y si no están de acuerdo con las elecciones, o no van a votar, o votan anulando su voto. (Ah, y mentira que sea contraproducente anular el voto, como dice Pepe Woldenberg. Esa es una opinión muy respetable de él, solamente. Pero todo es del color del cristal con que se mira.)
Ya sólo falta que se escuchen los bombazos, los granadazos que encapuchados lanzan en bancos, en dependencias de gobierno, para aterrorizar a quien se deje. Y la estrategia es clara: carro completo, no importando lo medios, ni los votos.
Para que los «maestros» de la CNTE lleguen al grado de imponerse a los soldados, de «desalojarlos» y de resguardarlos para que no sean agredidos, es increíble: o los «maestros» son miembros de un cártel del narco y de la delincuencia organizada, o son soldados disfrazados de maestros, o son de la DEA o de la NSA, disfrazados de profesores.
Es increíble que los violentos sean profesores. Los profesores son guardianes de la cordura, del buen juicio, sean del SNTE o de la CNTE. Los movimientos de los verdaderos maestros son para lograr mejoras en la educación o salarios más justos y remuneradores.
Que civiles, aunque fueran indignados, indignadísimos, violentos, ultras, desalojen a un piquete de soldados del sacrosanto Ejército Nacional Mexicano, con el encargo de cuidar el orden, y en este caso los materiales que se emplean para las elecciones, suena increíble. Jamás había ocurrido.
El Ejército era una institución que infundía entre los mexicanos o respeto, o admiración, o temor o pánico. Ahora, pareciera que los uniformados son mandados para taparle el ojo al macho. Un gobierno democrático, realmente democrático, no permite los desmanes de ningún tipo vengan de donde vinieren.
Pero todo cambió. Ahora tenemos gobiernos débiles, timoratos, mediocres. No democráticos por supuesto. Aquí, si el país fuera democrático, los soldados tendrían que ser garantes de la verdadera democracia. Tendrían que ser garantes de la justicia. Del bienestar de los más pobres. Y no permitirían que las oficinas distritales del INE fueran tomadas ni los materiales electorales quemados.
Ahora qué va a pasar si el Ejército (más bien ahora habría que escribir la palabra con minúscula) no garantiza la paz, la verdadera paz: ¿habrá o no elecciones en Oaxaca? ¿O en Guerrero? ¿O en Michoacán?
Tampoco se trata de un baño de sangre…
Y faltan sólo 4 días para el siete de junio.
Más a favor de quienes no creen que las elecciones sean democráticas. Más a favor de quienes están seguros de que, a pesar de las formalidades dizque garantizadas por el INE, las elecciones son una comedia, una farsa.

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