Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

«Quien no está conmigo está contra mí»

¿Lealtad ciega al presidente?
Dónde queda la «democracia»

El presidente Andrés Manuel López Obrador, por lo que se ve, sólo acepta de sus colaboradores lealtad absoluta, ciega.
Aquel que no está conmigo está contra mí, parece que fuera su frontera. Pero no es así, no tiene por qué ser así la relación del jefe con los subordinados.
Para que el gobierno funcione como debe de ser en el esquema «democrático», las decisiones tienen que discutirse entre todos los encargados de operar las acciones gubernamentales que deben acordar con el jefe del poder ejecutivo.
Debe de ser muy difícil relacionarse con un superior que parece que no escucha razones, que está seguro de tener la verdad absoluta (eso ocurre en las instituciones que no son democráticas, como las iglesias, en las que la única voz, el dogma, es la de un pontífice); que no delega; que parece estar convencido de que todas las decisiones de la política de gobierno tienen que ser calificadas y aprobadas por él como líder, como presidente.
La conducta presidencial parece ser rayana con el autoritarismo, cuando menos. Y da la impresión que el discurso del presidente es de diálogo, de apertura a la discusión, de reunirse y poner a debate los asuntos públicos. Defiende el axioma que dice: Mandar obedeciendo. Y qué pena, pero quien no hace lo que él ordena tiene que salir del primer círculo de la 4T.
Ha habido varios casos, en estos casi dos años de la administración del «cambio verdadero», dentro del equipo de gobierno de relaciones conflictivas de colaboradores con el mandatario, pero el más reciente y más espectacular es el caso del amigo Jaime Cárdenas Gracia, abogado, convencido luchador político, con una trayectoria impecable en la estructura gubernamental, tanto como consejero electoral como legislador y militante de la izquierda, así como fiel seguidor de la Cuarta Transformación y del propio López Obrador.
Pero, como lo ha defendido siempre, Jaime Cárdenas Gracia es de los militantes y colaboradores leales, pero no pasivos. Es de los políticos que razonan, que creen tener derecho de primero oír y, a la par, escuchar, pero también de discernir la diferencia, y hablar y proponer. El subordinado también es un ser pensante.
No es la correcta per se la decisión del jefe. Es importante, es fundamental reflexionarla en común con el subordinado. Discutirla, sopesarla, y decidirla de común acuerdo. No estamos en un sistema en el que el jefe dicta lo que tiene que hacerse. En el que el jefe manda y el subordinado obedece.
En la «nueva normalidad (política)», inaugurada el primero de diciembre de 2018, vivimos formalmente en una «democracia» participativa, aunque esta palabra, para mí, sea nada más una palabra fantasiosa para controlar a los pueblos, a las conciencias, como ocurría en las vetustas dictaduras de Europa, de Sudamérica y de México mismo en manos del José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. Y no muy lejos en el tiempo. En la dictadura perfecta del PRI y la docena trágica Fox-Calderón.
Cárdenas Gracia mismo ha sido sincero a explicar su renuncia al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado. Su lealtad con el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobierno federal no era ciega, sino reflexiva.
El renunciante le dijo a Ricardo Rocha, director del programa Detrás de la Noticia que, siendo colaborador desde el instituto, él exponía dudas, puntos de vista, tanto a los colaboradores cercanos al Presidente como a éste, y esas dudas o comentario no siempre gustaban.
Explicó que el Presidente, como los políticos distinguidos, piensan que la política es de resultados y lo que vale fundamentalmente es obtenerlos y, aunque coincide, por su formación de abogado, él insistía en procedimientos administrativos y en cumplimiento de normas administrativas, que «a veces eso se veía como un obstáculo para la toma de decisiones y conseguir los resultados».
«Eso fue generando, en el plazo de estos tres meses, muchas molestias, pérdida de respaldo del Presidente, que yo lamento, y fue inevitable que se diera esa salida. Varias veces, el Presidente cuestionó mi formación de abogado, mi carácter formalista, mi insistencia en los procedimientos», le confesó Cárdenas Gracia al periodista.
Jaime, no obstante, considera a AMLO como «un buen presidente» y no está no está desilusionado con la 4T, «pero cuando ya no estás bien en un lugar, lo mejor es irse.»
La justificación presidencial es, por lo menos injusta con un correligionario de la izquierda. En su conferencia matutina de este miércoles 23 de septiembre, el presidente les dijo a los representantes de medios que la renuncia de Jaime Cárdenas al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, fue por miedo y falta de ganas para combatir la corrupción en ese Instituto, la cual equiparó como la lucha de David contra Goliat porque es un «un animal de buen tamaño».
«Era lo que tenía que hacer Jaime, pero no le entró. Ayer hablábamos que para ser servidor en un proceso de transformación se necesitan ganas, convicciones y arrojo, y no rendirnos. Ayer dije que el que se aflige se afloja, ni modo que enfrentemos un problema y nos de depresión, nos inmovilicemos y no hagamos nada», dijo el mandatario.
Sinceramente, este escribidor no cree que Jaime Cárdenas Gracia sea de los pusilánimes que se «aflijen y se aflojan» (palabras presidenciales).

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