Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

Mucho ruido

El griterío de las chachalacas

El calvario de los migrantes

En México la bulla la están haciendo los panistas, los de frenaaa y lorenzo córdova y achichincle, ese individuo con apellido oriental. La verdad, nunca me he aprendido su gracia antihistórica. O sea: la carne de cañón.

Pero nada más. No pasa mucho.

Acusaciones, exigencias, gritos, sombrerazos. Pero son tan poquitos. Y tan poquita cosa. Tan anticomunistas. Tan frenaaados. Ah, y hay gente de la izquierda estalinista. Y otros que presumen de trostkistas. Jejejeje.

Los virreyes estatales federalistas de derecha chauvinista viven doble vida. Se cuadran ante López Obrador.

Córdova no desaprovecha la ocasión para apalear al presidente. ¿Que es imparcial como consejero presidente del órgano jurisdiccional, árbitro en las justas electorales? Ha dado muestras de lo contrario. Tomó partido por la derecha. Por los excusados. (Se habrá usted dado cuenta de que los baños siempre están por la derecha. Qué curioso). Y eso que fue educado por un izquierdista a toda prueba, de cepa.

Ya muchos chairos están exigiendo su defenestración; la de él, córdova, y la del de apeído japonés. (Me equivoqué de tecla y de dedo; le metí el meñique y me salió «mamonés» y «apeído», como dicen los desleídos en mi terruño.

Así están las cosas en la datcha.

Así que no se asuste, amigo chairo.

Ustedes, los chairos amlovers son legión, a pesar de las traiciones.

Mis amigos periodistas que atacan con mentiras y medias mentiras a López Obrador, cotidianamente, unas veces sí y otras también, pues tienen qué comer y dar de comer a sus hambrientos hijitos y familias que los acompañan. A veces son dos a las que tienen que alimentar. Dos señoras y la querida. ¡Imagine! ¡En tiempos de pandemia!  Mentira. Nunca llega a casa lo que «ganan» por escribir y criticar, y levantar falsos testimonios, por encargo.

No me haga mucho caso, pero creo que la petición de expulsar a lorenzo y compañía del INE está ya siendo considerada por las mayorías legislativas (morenas y adláteres), en las cámaras del Congreso. No me haga caso, pero hasta ya hay un acuerdo. Y otro tanto está haciendo el Tribunal Electoral.

Los empresarios, pues estos siempre andan con miedo de perder. El rico vive siempre con miedo. Qué horrible debe de ser potentado. (Tuve un amigo banquero, de la banca inglesa, que era súper millonario y tacaño. Bueno. Si no es tacaño, nadie se hace rico. Y tanto miedo tenía, que andaba en un vochito destartalado, con un motor que sonaba a molino de nixtamal, de aquellos que molían maíz, cacao para chocolate y café desde las tres de la madrugada en el pueblo. Era altote, como de 1.90. No cabía entre el volante y el asiento. Quién sabe cómo le hacía, pero manejaba su vocho a todo lo que daba.

Pero tanto miedo tienen los empresarios potentados, que sólo se atreven a apoyar económicamente las campañas opositoras de las derechas y las extremas derechas, cuidándose de que no los descubra el fisco. Le tienen pánico al comunismo. Y están convencidos de que López Obrador les confiscará sus riquezas mal habidas. Pero nunca arriesgan el pellejo. Tienen voceros que tiran la piedra y esconden la mano. Hay escribientes que siempre escriben por encargo y a tanto y tanto la cuartilla de 28 líneas. Hay también intelectuales por cuales que los apoyan en el etéreo mundo de los medios.

En las telarañas sociales hay estrepitosos, escandalosos, francotiradores de carne y huesos y electrónicos. Son más los electrónicos (esos llamados bots), que parecen una legión romana enfrentándose a los bárbaros del norte. Pero no es cierto. Son escandalosos. Mientras más ruido hacen rompen mucho menos nueces.

Ya me extendí con los chismes del vecindario. Y yo lo que quería hacer era contarles las desgracias, las pobrezas, el hambre, los terribles sufrimientos que pasan los migrantes que logran zafarse de la migra en territorio gringo, de los centros de detención, y comienzan el camino que puede (nomás puede) conducirlos al cielo del sueño americano.

Tuve unos amigos españoles que decidieron venir a América a probar fortuna. En Madrí les iba como a franquistas venidos a menos. En Nueva York, tuvieron que sobrevivir debajo de un puente en compañía de los homeless, luego de pasar una semana bajo la custodia del servicio de inmigración, tras cruzar el río Bravo caminando para pedir asilo y afanosamente llegar a NY en camiones de línea.

Triunfaron, pero no en Estados Unidos. Retornaron a México y acá llegaron a ser potentados. A vivir «decentemente». Por cierto. Esto ocurrió hace poco más de medio siglo. Hasta hoy estoy esperando el refrigerador que de regalo de bodas me prometió mi amigo.

Esta experiencia, de pasarla muy negra en el camino a gozar del american dream, se repite miles de veces por semana, en medio del enorme aumento en la llegada de menores y de familias de migrantes a la frontera entre México y Estados Unidos.

Un periodista de la AP cuenta: Llegan de noche, de a decenas, y permanecen en sitios de espera al aire libre. Luego son llevados a centros de detención desbordados, donde pasan más de las 72 horas permitidas por la ley. Acto seguido, las familias son liberadas o enviadas de regreso a México. Los más afortunados son liberados frente a sitios donde hacen pruebas de COVID-19, con sus documentos. Los menores que viajan sin sus padres van a albergues federales, que también se están llenando rápidamente.

Todo esto ocurre mayormente fuera de la vista del público. No quieren los fiscales que la gente sepa como son tratados los aspirantes a gringuitos. La prensa está vedada y vetada.

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