Articulo Único / Angel Mario Ksheratto

Doble moral y debilidad

Estados Unidos ha mostrado una y otra vez su proclividad al doble discurso y la doble moral frente a su más cercano vecino. En un mismo día, el gobierno de aquel país mostró nuevamente su capacidad de inconsistencia en el mismo tema: la lucha contra el narcotráfico. Por un lado, funcionarios de la Casa Blanca, presumieron la estrecha cooperación de sus agencias antidrogas con las autoridades mexicanas para recapturar a Joaquín Guzmán Loera y por otro, anuncian oficialmente que bloquearon parcialmente los fondos para financiar la Iniciativa Mérida, el acuerdo aquel que se firmó hace siete años para combatir al crimen organizado en la región.
En ambos casos, el gobierno de México queda como el tonto útil; por un lado, permite la brutal injerencia extranjera en suelo nacional y por otro, acepta sumiso las acusaciones en las que basan el bloqueo financiero a la lucha contra el narcotráfico.
Algunos personajes del gobierno gringo han dejado entrever que la «cooperación» estadounidense para la captura del fugado capo, se debe a la incapacidad de los cuerpos de policía mexicanos para cumplir con ese objetivo y desde luego, no les hace falta razón, pero no es de su incumbencia, principalmente porque el narcotráfico ha florecido por el alto consumo de estupefacientes por parte de los ciudadanos de esa nación.
Para justificar el bloqueo de los recursos financieros de la Iniciativa Mérida, el Congreso estadounidense fue contundente: México no ha podido comprobar que se respetan los derechos humanos y hacen clara referencia a los 43 desparecidos de Ayotzinapa. En ambos casos, ni como decir que están equivocados.
La inoperancia de las policías mexicanas (aunque ahora digan que se rigen bajo el «Mando Único») es evidente y cada vez más preocupante. La utilización de métodos violentos para extraer confesiones y la infiltración del crimen organizado, las han debilitado de tal forma que es la institución con el menor índice de credibilidad en el país.
Y si a lo anterior añadimos la insolvencia del Ministerio Público para sustentar las averiguaciones previas y la corrupción en el sistema Judicial, las razones de los vecinos del norte, son más que certeras, pero no justificadas, en virtud del doble discurso utilizado y la doble moral con que pretenden mantener a México como rehén de sus vicios y demás disfunciones sociales y políticas.
El papel juzgador de Estados Unidos sobre el resto de países del mundo debe limitarse primero, a limpiar su casa. Lo he dicho una y mil veces: el narcotráfico existe, porque los estadounidenses son consumidores irrefrenables de drogas. En cuanto a los derechos humanos, hay que recordarles la existencia de Guantánamo, en Cuba y hay que refrescarles la memoria con las torturas contra sospechosos de terrorismo. Ahí está Afganistán, Irak y otros países a donde han llegado, los gringos, a masacrar a sus habitantes, sin que nadie se los reclame.
Desafortunadamente, el gobierno mexicano se ha conducido como lacayo de los vecinos del norte; nunca ha mostrado su capacidad para hacerse respetar, lo que ha generado la doble moral que ahora, si bien no nos asombra, sí nos indigna, puesto que una cosa es la estupidez de los gobernantes y otra, muy distinta y distante, los pueblos, su gente y sus anhelos.
En su doble discurso, Estados Unidos pretende mostrar pulcritud y supremacía pero en realidad, solo desnuda su podredumbre, su falta de transparencia y su ineficacia para frenar un problema que se genera en su propio territorio. Las autoridades mexicanas por su parte, reiteran su debilidad diplomática y la espantosa dependencia hacia un país, cuyo gobierno abusa de su condición.
«Lo que es lícito para Júpiter, no es lícito para todos», dice un viejo aforismo, perfectamente aplicado en la actualidad. Al gobierno de Barak Obama, nadie lo ha nombrado juez del universo; al de Enrique Peña Nieto, lo eligieron para gobernar a un país y no ha podido dar a éste, la dignidad requerida. Ambos gobiernos se merecen la repulsa generalizada. Los dos pueblos, merecen respeto de sus gobernantes. Si a México no le es lícito recibir recursos para combatir el tráfico de estupefacientes hacia Estados Unidos, a éste último, no le es lícito tratar de contener el ingreso de drogas con dinero de los mexicanos.
El problema, son ellos, no los mexicanos. Tampoco nos corresponde contener la ola de migrantes hacia aquel país. No puede México, por culpa de sus autoridades, seguir siendo el tonto útil de un país embrutecido por las drogas. No esperemos que el gobierno federal haga lo conducente. No hay capacidad.

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