Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

De lugares comunes y otras variaciones: El sur de México y sus avatares

El hecho de que sea un lugar común no deja de ser correcto: el sur mexicano es un espacio con el cual la federación tiene muchas deudas pendientes. Decir que es un espacio social propio para muchas iniquidades también es un lugar común; pero por desgracia también tiene sustentos desafortunadamente muy consistentes. El Sur-sureste es un espacio que debe preocupar y ocupar a todas las instituciones de la Nación.
Los problemas en las regiones del Sur en nuestro país son los de la marginación institucionalizada, en un marco histórico desafortunado, para decir lo menos. Seguramente mucho tiene qué ver el conjunto de evoluciones desde la dominación colonial, en donde hubo múltiples resistencias por parte de los pueblos ocupados. Por eso mismo, los agentes económicos no se consolidaron como en los espacios culturalmente vacíos o donde las poblaciones tenían grados muy menores en su consistencia cultural.
El sur de México ha sido un espacio cuyo eje de la explotación, ya sea señorial, tributaria o capitalista se encaminó, a falta de materiales valiosos en el pasado, hacia la extracción de excedentes en los seres humanos. A falta de minería, en el caso de Chiapas y Oaxaca, se estableció una suerte de encomienda tardía: si no hay minas, hay indios que deben pagar los tributos del vencido.
Así, el largo tiempo de los esquemas tributarios no solamente colapsó la vida de los pueblos dominados, sino que impidió el paso a un capitalismo más eficiente que mejorara, por las inercias propias de ese sistema, las condiciones de vida para los grandes grupos sociales. Esto es, no se desarrolló una burguesía urbana competitiva ni mucho menos, particularmente en Chiapas.
El aparato económico se cimentó en la producción agropecuaria, sometida a las limitaciones de su baja rentabilidad. No fue una burguesía la que transitó los tiempos productivos, sino un sector dominante lumpenizado, para usar una expresión de André Gunther Frank, cuyas ganancias también fueron marginales. Por eso mismo, tuvimos una clase dominante dependiente con todas sus implicaciones, inclusive las de sus presentaciones caricaturescas.
En vez de explotación hubo sobreexplotación y un conjunto de fuerzas productivas primarias que, a la larga, dejaron una impronta de desigualdades y atrasos en lo que se refiere a tecnologías y redes de comercialización. Cuando apareció la economía de plantación -del café, del plátano y del cacao, en el caso de Chiapas- su desarrollo fue condicionado por los ires y venires de la economía internacional.
Por eso mismo, las contradicciones económicas en el sur son difíciles de revertir. Hace falta un factor que no solo equilibre, sino que detone un proceso productivo de gran calado. Un proceso que supere el grado «cosmético» del problema.
El Sur mexicano requiere fortalecer las bases reales de la economía y no desperdiciar recursos en programas asistenciales. El asistencialismo es una trampa a largo plazo, porque inhibe la capacidad de los pueblos para construir bases reales del desarrollo y genera clientelismos que, en el mediano y largo plazos, tienen efectos contrarios a los que se buscaban.
En México, no se puede hablar solamente de un estancamiento en la economía. En realidad, hay un fenómeno de crecimiento desigual. Dicho en pocas palabras, el Sur no crece e, incluso, tiene tasas regresivas en la trayectoria de su PIB. Por esa razón, las cifras del conjunto mexicano son desfavorables. Si hay cuatro entidades con crecimiento negativo, el promedio nacional se verá disminuido.
Ahora bien, el ritmo negativo en Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán no solamente quita brillo al crecimiento nacional, sino que tarde o temprano se refleja en las cifras del conjunto. De una u otra manera, el bajo crecimiento en las cuatro entidades se refleja en su baja capacidad de consumo, lo que es un lastre irremediable para la economía de todo el país.
Por esa razón, es positivo que se establezcan prioridades en el esfuerzo de la federación. Las políticas económicas que se anuncian son favorables, pero debe construirse, a partir de ahora, una atención de Estado hacia el Sur-sureste. De manera definitiva, puede decirse que no bastará la mitad de un sexenio para revertir una situación generada en siglos. También es un lugar común: desafortunadamente válido.

El autor es Senador de la República por Chiapas.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *