Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

Desiguales

Creo que para cualquier demócrata, sea legislador o sea funcionario, asistir al Congreso de la Unión, a la representación política mexicana, debe representar siempre un gran honor y nunca jamás una agresión.
Sin querer caer en una obviedad, es justo decir y siempre recordar que México es un país desigual y que es un país desigual no por el lugar común de hablar de la cierta y dolorosa desigualdad económica, sino me refiero a que el país es desigual en su construcción misma, en su esencia.
Es desigual que en el sector energético, un país que produce tantos recursos, petróleo, gas, aire, agua, sol, tenga las carencias que tenemos los mexicanos y particularmente los mexicanos del Sur.
Los mexicanos hoy pagan mucho y reciben poco y reciben mal.
Desigual por ejemplo también es que nuestro país, uno de los grandes productores de petróleo, sea incapaz de producir gasolina y garantizar precios bajos para su población. Desigual por ejemplo es que en México aumenten los precios de los combustibles, pero no aumenten los salarios. Desigual por ejemplo es que haya una incapacidad en la administración por recaudar y esta incapacidad se compense entre los que menos tienen.
El hecho incontrovertible es que el alza de los precios de los combustibles convirtió a cada bomba de gasolina de cada estación de servicio de nuestro país en una oficina de recaudación de la Secretaría de Hacienda.
Y hoy lo que los mexicanos expresan, lo que los mexicanos manifiestan, porque yo no he escuchado a un solo mexicano decir «gracias por el gasolinazo», es que la gasolina está cara, que el diesel está caro, que la tarifa de la energía eléctrica está cara y que lo único que parece que se ha ido abaratando ante los ojos de la población es la palabra política.
Haber generado una expectativas sobre reducción de combustibles y tarifas eléctricas, si error, debe de reconocerse; si estrategia, es simplemente imperdonable.
A partir del 1 de agosto, todos lo sabemos, el precio de la gasolina Magna pasó a 13.96 pesos por litro; el de la Premium a 14.81 pesos por litro; y el diesel a 13.98 pesos por litro; es decir, 56, 44 y 21 centavos más por litro.
Nos habían dicho que eso no iba a ocurrir.
Parece también desigual que no se atiendan otros temas que sí podrían estar mejorando la eficiencia de nuestras empresas públicas, como el hecho de que Pemex pierda cada día 23 mil barriles de gasolina y de diesel diarios, que se traducen en 19 mil 700 millones de pesos anuales, y que esa ineficiencia al día de hoy simplemente haya decidido obviarse o simplemente no decir qué se va a hacer al respecto.
Por cada litro de gasolina Magna, Premium y de diesel, cada usuario va a estar pagando en impuestos el 44.3 por ciento, el 37.6 por ciento, el 5203 por ciento respectivamente de su precio total.
Pero tampoco se habló, tampoco se dijo que el llamado ajuste de precios, que en realidad no es otra cosa que una alza, no tiene justificación en los precios relativos del mercado internacional de los energéticos.
Se justifica reconocer que los nuevos precios de los energéticos están dentro de esta banda de más-menos tres por ciento que se estableció desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que garantiza precios mínimos y máximos durante 2016 supuestamente para dar certidumbre.
Sin embargo eso sigue sonando como un tecnicismo con el que se pretende atenuar el hecho innegable de que este gobierno falló en sus pronósticos.
Falló cuando dijo y durante 2015 Pemex tuvo que importar 25 mil 666 millones de litros de gasolina, lo que representó un aumento de 27.4 por ciento respecto de 2014 y de 169 por ciento respecto de 2012.
Sin embargo, en ese año, las compras externas de gasolina sumaron 12 mil 954 millones de dólares, lo que representó una baja de 15.6 por ciento en comparación con el 2014.
Es decir, ante la disponibilidad de gasolina barata, Pemex ha abandonado sus metas de producción interna aplazando otra de las promesas de la reforma, la modernización de las refinerías que opera.
Al respecto, no lo digo yo, lo dice la Auditoría Superior de la Federación, que emitió en julio de 2015 una recomendación al desempeño para que Pemex Refinación adoptara medidas para cumplir con la meta de porcentaje de satisfacción de la demanda de los principales petrolíferos: gasolina, diesel y turbosina, cubierta con producción nacional, lo cual a pesar de que se había promovido como atendida el 21 de septiembre de 2015, pues esto ante los ojos de todos no ha significado en un cumplimiento de esta meta.
Falló también que la dependencia de gasolinas importadas ha generado un pasivo por demoras, que se mencionó aquí, en las descargas de dichos combustibles, lo que no se dijo es que también se generó otra recomendación para que Pemex Refinación establezca estrategias para programas y en su caso asignar recursos para cubrir el monto del pasivo generado por estas demoras en las descargas por importación de gasolina a fin de fortalecer sus actividades sustantivas.
Falló también la Secretaría de Hacienda cuando expuso para justificar el incremento en la necesidad de contar con gasolinas más limpias, lo que impacta en su costo. Sin embargo, este argumento pierde fuerza al observar nuevamente otros datos de la Auditoría Superior de la Federación cuando establece que Pemex Refinación no realizó en su totalidad las pruebas de calidad y cantidad en 56.7 por ciento de los combustibles que compró en 2014 en el extranjero, por lo que no se garantizó que el producto distribuido en el país cumpliera con los estándares requeridos, lo que motivó la promoción de responsabilidades administrativas sancionatorias.
Y fallaron finalmente ante los ojos de los mexicanos que creyeron que no les iban a subir nuevamente el precio de la gasolina.

El autor es Senador de la República por Chiapas

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