Cdigo Nucú / Cesar Trujillo

Por la inseguridad

[dropcap]L[/dropcap]o peor que puede pasar a los tuxtlecos es «normalizar» la violencia. Aprender a vivir con ella, como lo han hecho otras ciudades en otros estados, donde sus habitantes han modificado su conducta ante la inoperancia y colusión de las autoridades, no es la solución a lo que padecemos. O, al menos, no debería serlo.
Callarnos, y hacer como que nada pasa, nos hace cómplices de la inacción del gobierno municipal, del silencio y la apatía demostrada por el propio presidente Carlos Morales, y del parsimonioso desempeño de la propia Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana en dicho tema.
Tengo claro que existe, desde hace tiempo, una ruptura del tejido social, que la empatía por lo que al otro le suceda cada vez es menor, que el aniquilamiento, intimidación e impunidad desde el poder han socavado los principios que otrora nos regían.
Sé, también, que todo esto nos está llevando, como sociedad, a no ser conscientes de la realidad que nos golpea y que advierte lo que puede venir de mantenerse esta frivolidad desde el orden municipal que está haciendo crecer el encono.
Sin embargo, considero, no podemos quedarnos cruzados de brazos ante la ola de inseguridad que asola al municipio. Menos, esperanzados a que Morales Vázquez se digne a pronunciarse, a mostrarse solidario y a reconocer que esto es un problema que se le salió de las manos y que, me atrevo a señalar, poco le importa.
De lo contrario, pienso, podría apegarse a la Ley Orgánica Municipal del estado de Chiapas, que en su Capítulo III «De las atribuciones y obligaciones de los Presidentes Municipales», Artículo 57, apartado XVII, señala como facultad de todo edil: «Convocar a audiencias públicas, cuando menos una vez al mes, para conocer con el ayuntamiento y el consejo de participación y cooperación vecinal municipal, los problemas de la población; para que con su participación se adopten las medidas tendentes a su solución».
Escuchar debió ser un paso antes de colocarse como víctima de esta tragicomedia que él dirige. Escuchar antes de descalificar es un principio básico de madurez.
Entiendo que Morales llegó al poder gracias al efecto López Obrador, que por eso su equipo le recomendó guardarse en vez de hacer campaña. No mostrarse le permitió estar en el seis de seis que Morena requería en la nacional y así lograr que la esperanza llegara a nuestro país.
Pero ya en el poder, le guste o no, representa a todos los que vivimos en Tuxtla. A quienes comulgan con él y a los que lo critican también. A quienes lo acuerpan en redes y a quienes lo fustigan, y no le está permitido reaccionar de forma visceral.
Deslindarse de la inseguridad muestra a un político apático, porque ignorante no es. Carlos Morales conoce que entre sus facultades está el «disponer de la fuerza pública municipal para preservar, mantener y restablecer la tranquilidad, la seguridad y la salubridad públicas».
Sí, lo sabe y preocupa más, entonces, su desgano en el tema, su silencio y su ceguera. Su forma de minimizar estos brotes de inseguridad ha creado ya un distanciamiento que no se ve por dónde pueda subsanar.
El maquillaje político no es lo que requiere Morena; no es lo que ha demandado el gobierno de Chiapas; menos lo que ha pedido a los mexicanos el presidente Andrés Manuel López Obrador en esta Cuarta Transformación.
Como presidente municipal se ha equivocado y su equipo no lo está ayudando. Mandar a sus esbirros a atacar a quienes se manifiestan es un acto cobarde y risible, pues denota desesperación.
Como edil sabe que debe «vigilar la conducta oficial de los servidores públicos del municipio y corregir oportunamente las faltas que observe». En este caso aplica con su jefe o asesor de comunicación Pablo Morales, un personaje que actúa más como trol que como funcionario y eso, tristemente, tampoco abona en nada.
Las dos marchas de esta semana son reflejo de la preocupación que impera en la capital y deberían prender el foco rojo al interior del Ayuntamiento. Manifiestan el descontrol que existe en la capital ante los intentos del propio presidente municipal por minimizar y desvirtuar la preocupación de decenas de tuxtlecos.
Las dos movilizaciones han dejado en claro que el problema de inseguridad en Tuxtla no es de unos cuantos y muestra lo golpeada que está la colectividad organizada, pero que el aletargamiento tarde o temprano se termina.
Mientras el presidente municipal siga jugando a que los Oxxo reconocen su trabajo (pésima propuesta, ya que varios de éstos son clientes preferidos de la delincuencia) y siga aplicando política de oídos sordos, esto no mostrará mejoras.
Hoy más que nunca Tuxtla nos necesita a todos. Ojalá y hagan entrar en razón al edil. Que recuerde al propio AMLO cuando hablaba del tigre: de ese que parece tan noble, tan tranquilo, tan inmutado, hasta que un día despierta y la historia, entonces, puede cambiar para el futuro que otros anhelan.

Manjar.- Parece que Víctor Manuel Pinot Juárez, actual dirigente del Suicobach, está desesperado. No le están saliendo las cosas y muestra de ello fue acusar a otros de lo que pasa. Es más, dice que no se ha visto un cambio en el actual gobierno. Al cliente lo que pida, pienso. Así que él, como sabinista y velasquista, debe irse cuanto antes. Que deje ese espacio para alguien que sí trabaje y que se ocupe de sentar las bases del nuevo sindicalismo. Que se vaya a esconder, porque con todas las corruptelas a las que se ha prestado y que le han permitido una vida de lujos que se niega a dejar, seguro trae cola y podría pasar a ser huésped del fresco bote con su traje naranja. #ParFavar // «Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos». Eduardo Galeano. #LaFrase // La recomendación de hoy es el libro Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros de Konrad Lorenz y el disco Year Zero de Nine Inch Nails. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

* Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.
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