Comentando la noticia / Alfonso Carbonell Chavez

Seguridad, error de estrategia

El tema de seguridad en el país, por mucho, se está convirtiendo en el talón de Aquiles de la 4T. Negarlo a la luz de los últimos hechos sería, a más de inaceptable, contraproducente para el gobierno como para quiénes, como yo, sostenemos que el presidente Andrés Manuel López Obrador, es el único que puede sacar al país de la inmundicia de la corrupción, como de sentar las bases de un nuevo país en el que nunca más una minoría depredadora de la nación, abuse del poder y se enriquezca a costa de la pobreza, el sufrimiento y la desesperanza de millones de mexicanos. Pero no es el tema, por supuesto, al que hoy me quiero referir, es decir al Plan propuesto por el gobierno federal encaminado a combatir la pobreza y la desigualdad. Es, como lo advertí al inicio, de su estrategia de seguridad nacional la que por más que se empeñe el presidente de estarse avanzando, la realidad con día a día, lo confronta con eventos como el de Sinaloa, el más reciente, pero igual y en la misma semana pasada lo ocurrido en Michoacán y Guerrero. Y así podríamos recorrer la república en estos 10 meses del nuevo gobierno, y el mismo escenario en mayor o menor magnitud por desgracia, se repite incluso a niveles mayores a los históricamente registrados.
Y es aquí, precisamente, donde quisiera detener mi apreciación y mi consideración ante los hechos y datos registrados, que es en los estados del país y no veo cómo podría ser distinto, ¡qué obvio!, dónde a diario se cometen un centenar de delitos de toda modalidad, que igual van del asalto al transeúnte sobre todo en el transporte, que el robo a casa habitación y robo de vehículos. Más graves resultan aquellos delitos que ejecutan bandas organizadas en delitos como el cobro de piso, asalto a comercios o el chantaje telefónico incluso operado desde las cárceles del país. Y así en esa espiral interminable delincuencial, van escalando con efectos y daños incalculables a la población. Y en esa escala siempre ascendente del grado de afectación social de los delitos, están los del narcomenudeo, el secuestro, la violación y por supuesto los de homicidios que según datos, afectan cada vez más a jóvenes sobre todo mujeres es decir, los feminicidios. Y ahí los cárteles de la droga en la siembra, distribución, venta y fuerza de operación financiera y está visto, de fuego de alto poder, no le han permitido al gobierno, demostrar que la estrategia de seguridad y combate a la delincuencia está dando resultados. Quizás entonces vaya siendo necesario estimo, que en materia de combate a la delincuencia de alto impacto como de los carteles de la droga, bien valdría la pena replantarse, si no se quieren volver a cometer los errores en el pasado operativo de la captura de un capo de la droga ¡y de qué cártel el de Sinaloa del «Chapo» Guzmán!, que en la captura de uno de los hijos creo el más chico de la estirpe Guzmán de nombre Ovidio, evidenció, de manera brutal, la fallida estrategia del gabinete de seguridad. Incluso y habrá que anotarlo. La inoperante estrategia mañanera de recibir información y de analizar de la situación nacional pues, algo no está funcionando o de plano más allá del discurso presidencial de «abrazos no balazos», sin caer en la estrategia de arrasamiento y masacres, sí obliga a repensar de manera integral la estrategia de paz y amor.
Sin embargo y pese al manipulado escarnio dirigido al presidente al avalar, repito avalar la decisión sugerida por los secretarios de defensa, marina y seguridad de optar por liberar al joven capo a cambio de salvaguardad la integridad y vida de los culiacanenses y de las familias de los propios militares destacamentados en dicha plaza, ¡claro que el presidente optó sin vacilación! aún a costa del daño político que le causaría. No le importó porque optó por la vida. Y fue así que como una jauría de perros rabiosos, vía redes y medios formales, la escalada de ataques llamándolo cobarde y de no tener pantalones para enfrentar a tiros a los sicarios del hijo del Chapo, con espuma en sus hocicos se desgarraban las vestiduras pidiendo con gritos destemplados que Andrés Manuel ¡renunciara! ¡Insensatos, hipócritas y cobardes! Es entendible así, que los del pasado régimen prianista que traen en su ADN político sangre rojiazul, que pidieran ¡sangre! cómo lo ordenaba su alter ego Porfirio Díaz, es decir; se diera la orden de «¡mátalos en caliente!» Insisto ¡cobardes! Qué fácil es exigir desde sus apoltronadas mecedoras de aplicar el «estado de derecho» y exigirle al presidente los hubiera enfrentado es decir ¡masacrado! A más de cobardes y asesinos ¡culeros!
Pero con independencia del evento de Culiacán, grave por todos los lados del geométrico asunto, creo que el principal fallo en la estrategia de seguridad, no violencia y paz del gobierno de la Cuarta Transformación está y ahí se los dejo; el haberse comprometido el gobierno federal casi en solitario acabaría con la inseguridad como lo está haciendo con la corrupción, cuando el tema específico de seguridad o de inseguridad y violencia si usted gusta al generarse lo señalaba en obviedad en los estados y municipios, no se puede combatir sin el concurso y corresponsabilidad de los gobiernos estatales. De que los gobiernos por obvia y urgente resolución, las policías estatales y municipales como sus fiscalías o procuradurías y de manera fundamental sus aparatos de justicia, actúen con honorabilidad y congruencia. Porque sí en esa larga cadena algo no funciona o se rompe, el círculo para combatir la inseguridad, los delitos y la violencia, jamás se cerrará de manera virtuosa sino perversamente delictuosa. No es así planteo, asumir de manera casi unilateral como lo ha hecho el presidente, de echarse a cuestas toda la responsabilidad porque como se ha comprobado, los gobernadores sólo agachan la cabeza y ven pasar, no sólo las balas sino las críticas y el señalamiento de no estar cumpliendo en nada o muy marginal, su tarea constitucional de garantizar la seguridad, la integridad física y patrimonial y por supuesto la vida, de todos sus gobernados. Es necesario considero, que del análisis de cifras de delitos y muertes ocurridas en cada entidad incluso por municipios, al conocerse de menos, exigirle a los gobernadores y presidentes municipales cuentas de lo que están haciendo precisamente en garantizar la seguridad, la paz y la vida de sus gobernados. Porque de los poco más de 26 mil asesinatos cometidos en lo que va del año en el país, la mayoría no son del orden federal y para no voltear para otro lado, en Chiapas y de manera municipal Tuxtla, la incidencia ya es preocupante aún y la entidad esté medida como de las más seguras. Porque qué decir de lo que ocurre en varios municipios en que lo mismo un marido ofendido asesina a su mujer, que un joven ante los problemas que le acusan decide tomar la puerta falsa del suicidio. O que decir en zonas indígenas, en que un enfrentamiento por cuestiones limítrofes entre comunidades o de control político, se matan por los presupuestos. Y así, revise las cifras de delincuencia y constatará, que a los gobernantes locales no se les trata con la misma severidad que al federal en este tema en particular. Pero y con esto concluyo, creo que en gran medida el responsable de absorber toda la crítica sobre el tema de inseguridad, es el propio presidente cuando, innecesariamente, se echa a cuestas sobre sus hombros, el compromiso de acabar con la violencia la delincuencia e inseguridad sin pronunciarse y precisar, he ahí el quid del asunto, que ello sólo se logrará ¡sí y siempre sí!, los gobiernos locales tanto estatales como municipales, con la misma intensidad, responsabilidad y compromiso hacen lo que tienen que hacer. Así pues: La seguridad, ¡¿error de estrategia?! (No) ¡Me queda claro!

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