Composturas del poder / Jose Antonio Molina Farro

«Todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo». André Gide. Inevitable sustraerse al ánimo social prevaleciente en el país. Tiempos de desilusión, perplejidad, censuras, temor y decepción, invectivas y descalificaciones entre chairos y fifís, distorsiones y deformaciones de la realidad en ambos lados, cooptación de los hacedores del conocimiento. Un presidente de quien se ha dicho todo, sus dislates, contradicciones, egocentrismo y volubilidad, su terquedad en llevarnos al abismo para construir un (su) mundo nuevo. Un presidente que se inspira en el pasado remoto y descalifica al pasado cercano. Inventa instituciones con nombres impactantes para atizar las emociones de los gobernados, como el «Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado». Igual cancela oportunidades a jóvenes emprendedores al desaparecer al INADEM, como hace retroceder a México seis posiciones en el ranking de destinos de inversión para energías renovables al cancelar la subasta y, con ella, una estrategia de reducción de costos para el usuario final. Para AMLO la política es antagonismo irreductible, y sólo en la confrontación con el enemigo mortal la vida aparece en toda su grandeza. Es el bien contra el mal. La política como una alfombra de erupciones. Su negativa a asistir a la reunión del Grupo de los 20, que es el principal espacio de deliberación económica y política del mundo lo exhibe como un político refractario a las tendencias de una asociación mundial para el desarrollo. No puede entender que en el mundo de hoy la autarquía es utopía. El G20 lo integran naciones que representan el 85% del Producto Bruto Mundial, además, también participan como socios 14 organizaciones internacionales, como la ONU, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio (OMC), la OMS, entre otros. AMLO siente repudio por la globalización, la abomina, cree que es opcional, como si la ley de la gravedad también lo fuera; quiere bajarse del barco, sigue aquella vieja conseja de que la mejor política exterior es la interior, ergo, tenemos que aislarnos y ver, en su caso, a Centroamérica, para exportar nuestros programas sociales y con nuestros propios y escasos recursos y así cumplir con las condiciones impuestas por Trump. El creciente desempleo, la violencia incontenible, la baja de nota de las calificadoras de riesgo, Santa Lucía, Dos Bocas, Tren Maya, la destrucción inmisericorde del sistema de salud en detrimento de la población más vulnerable, el decrecimiento económico, el despido de más de 8 mil trabajadores de dependencias federales de diciembre a la fecha, la fuga silenciosa de capitales vía Cetes y por otros medios, asignaciones de obras sin licitar, etc. Y, lo peor, no hay contrapesos formales, con el añadido de un reiterado desprecio a la ley. Por su parte, la principal bandera de AMLO fue el combate a la corrupción, pero infobae México, diario digital fundado en Argentina, refiere que, de acuerdo al Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción, realizado por Americas Society/Council of the Americas, {{México se encuentra entre los países con menor capacidad para combatir la corrupción. Sólo Guatemala y Venezuela están peores}}. Este Índice mide la eficacia y variables como {{la independencia de las instituciones judiciales, la solidez del periodismo de investigación y los recursos disponibles para combatir los delitos de cuello blanco {{. Pero no nos confundamos, el proyecto AMLO es transexenal y lo tiene muy claro. Se nutre, entre otros, del reclutamiento clientelar de sus programas sociales. Mucho de lo que se hace es en aras de un proyecto de continuidad caudillesca que, entre otros mecanismos, está reclutando jóvenes bajo el emblema de «Servidores de la Nación», (ya opera en Chiapas) y así generar una base social de apoyo y adoctrinamiento, que compense su desgaste paulatino (su aprobación cae en promedio 2 puntos al mes) y le beneficie la Revocación de Mandato. Todo ello conspira, inevitablemente, en contra de un optimismo razonado sobre el futuro del país. De ahí que el pesimismo sea un valor civil, ante la sospecha del desastre. Por lo mismo, nuestro compromiso con el rigor crítico no debe desfallecer. Desde el denso óxido del pesimismo tenemos que abrazar, aferrarnos a la defensa de la razón, aun cuando la sinrazón persista una y otra vez. Si bien sabemos que la democracia liberal no asegura un ejercicio más humano del poder, en todo el mundo occidental desarrollado es un poder menos brutal. Gigantesca diferencia. Aquí la brutalidad del poder se expresa en formas variopintas, a veces de manera silenciosa, otras de manera ruidosa. A veces con la sumisión abyecta y abierta de otros poderes, a veces con su silencio cómplice. Los autoritarismos corrompen el ánimo de hombres y mujeres y los conducen al servilismo, la hipocresía y la mentira. Ya hablaremos del caso particular de Chiapas, de la división y equilibrio de poderes y también de la entelequia de los llamados órganos autónomos, como la peripatética Comisión Estatal de Derechos Humanos, abortada desde el nombramiento de su actual titular, por no contar con la experiencia en la materia y no haber cumplido los 365 días que tuvieron que pasar para ocupar el puesto y, por lo mismo, incumplir flagrantemente con los requisitos de elegibilidad previsto en el artículo 25, fracción V de la ley de la propia Comisión. Incluso un juez federal, Juan Marcos Dávila Rangel, revocó su nombramiento desde marzo de 2018. Ya abundaremos al respecto.
P.D. Mañana se celebra la Asamblea General Ordinaria del SPAUNACH. Concluye un periodo. ¿Habrá un interregno? Hay incertidumbre.

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