Cotidianidades… / Luis Antonio Rincn Garcia

Hace poco recibí el reclamo de Itzel, una jovencísima lectora de esta columna, quien se quejó amargamente de que todo a su alrededor era política y que incluso yo, que la distraía con mis historias, ahora le echo a perder lo que antes era un buen momento con mis «discurrimientos politicoides» (así los llamó la insensata).
No puedo negar que ante el reclamo sentí cierto escalofrío, pues yo, que a veces me creo buena persona, de pronto fui descubierto hablando con insistencia sobre asuntos aparentemente indigestos y, viendo mi rostro en el teléfono celular mientras tomaba una «selfie», dije: «Dios mío, en qué me he convertido».
Entonces entré en otro dilema: ¿Qué tema puedo abordar y que no haga referencia a la política? En esas andaba, cuando un buen amigo, sabedor de mi gusto por los textiles indígenas, me trajo una carpetita donde el elemento principal y constante, es el alacrán.
Resulta que los alacranes son importantísimos dentro de la cosmovisión maya, en tanto se cree que ellos atraen los rayos y por tanto invocan las lluvias.
De acuerdo a un mito que leí hace algunos ayeres, este bicho sin escrúpulos alguna ocasión quiso robarse el maíz que cosecharon entre todos y que el Señor de la Tierra guardaba en una cueva.
El arácnido, abusivo y egoísta, quería tener más que los demás, y como no lo dejaban agarrar a su gusto, picó al Señor de la Tierra.
Unos dicen que el aguijonazo lo dio en la pierna, otros que en el pene, en cualquier caso, entre más alto haya llegado la picadura, más interesante se hace la historia y aumenta el grado de desfachatez del bicho.
¿Cómo alcanzó esos niveles el alacrán para inyectar su veneno? Seguramente echando mano (o patas, tiene muchas) de ardides, corruptelas y trampas que le permitieran alcanzar su objetivo y engañar al Señor de la Tierra, pues no creo que éste último lo haya dejado subir pensando que el alacrancito «iba con buenas intenciones».
Claro que la deidad se recontra enca-nojó, y de inmediato comenzó a lanzar pestes contra el animal, pero como eso no lo dejaba satisfecho, además le tiró algunos rayos y el alacrán, para no morir sin haber amado, corrió a esconderse debajo de una roca, y es por eso que ahora sus parientes moran escondidos entre las piedras.
Lo bueno de todo este argüende, fue que detrás de los rayos vinieron las lluvias, y entonces la gente anduvo muy contenta porque algunas gotas salpicaron sus parcelas y pudieron cosechar maíz. Tan satisfechos quedaron, que en lugar de buscar el castigo a quien antes intentó robarles a todos, lo glorificaron y tejieron su ícono, mismo que anduvo circulando por muchos lados. Debo aclarar que eso no quitó que temieran al alacrán y hasta les provocara asco, pero no por ello dejaban de usar su imagen, por ejemplo, en la ropa del diario.
Los alacranes, por supuesto, a partir de ver cómo se les veneraba, andan por el mundo con un espíritu agrandado que nos les cabe en su ponzoñoso cuerpecito, metiéndose en casas ajenas y en asuntos que no les importa, siempre en el afán de alcanzar sus objetivos. Incluso hay curanderas que cuentan que estos bichos evolucionaron para convertirse en personas, y es por eso que en la vida cotidiana nos encontramos con sujetos que en cada palabra y acción, parece que esgrimieran un aguijón envenenado.
Quien no quedó satisfecho fue el Señor de la Tierra y después de cavilar un rato, decidió hacer un pequeño cambio: si bien las lluvias serían una bendición para el campo, también serían una prueba para el accionar de los seres vivos.
De esa manera, si usted no cuida su casa o no la impermeabiliza, sufrirá de humedad en las paredes y goteras en el techo. Si las aves no construyen su nido en el espacio correcto, perderán su hogar. Y los alacranes, si además de continuar con su añeja costumbre de robar del trabajo de los demás, usan materiales chafas, corrompen su entorno o mal construyen las rutas por las que circulan, sufrirán inundaciones, verán colapsar los caminos y se desmoronaran sus obras, pues éstas son incapaces de sostenerse con puros sueños y mentiras, como sí puede ocurrir con las ilusiones y deseos de las personas.
Eso sí, gracias a su tenacidad y ambición, los alacranes han logrado mantener un enorme cinismo ancestral, contra el cual choca toda burla o crítica, y hasta los hace proclives a creer que merecen seguir ocupando el lugar de honor en nuestra cosmovisión, en tanto gracias a ellos caen algunas gotas de lluvia en las milpas más pobres del planeta.
Si bien esta es una versión bastante libre de un antiguo mito maya, no cabe duda de que gracias a ella pude cumplir mi compromiso con Itzel y, curándome en salud, les advierto que cualquier similitud que alguien encuentre con el ámbito político actual, ésta sólo podría ser producto de una mente perversa. Hasta la próxima.

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