Diputados carrancistas… / Francisco Gmez Maza

Mandaron al basurero a Villa y Zapata

Ni duda cabe que vivimos otro México, el del narcotráfico y la delincuencia de cuello blanco, el maiceado por la corrupción y la impunidad, el de los mineros extranjeros dueños ya de la tercera parte del territorio, el de los inversionistas del petróleo privatizado, el de la banca extranjera sanguijuela, el de la revolución cremada y espolvoreada en las fosas clandestinas.
El símbolo fue mostrado, y con músculo, este martes por la mayoría de los diputados de la LXII legislatura, quienes votaron por las fuerzas más retrógradas de la historia y el presente de este país, las de Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, y mandaron al carajo a los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, los jefes máximos de la Convención de Aguascalientes, que le dio rumbo y destino a los mexicanos bien nacidos, a los descendientes del millón de revolucionarios caídos en las batallas contra la dictadura.
Los priístas, y algunos de las izquierdas, votaron por algo sin ninguna importancia numismática, pero con profundo contenido diabólico. Un símbolo de que los panistas siguen anclados en el pasado conservador y de la derecha clerical; de que el PRI, otrora revolucionario, se inclinó desde su retorno al poder a la extrema derecha del PAN. Y los partidos de la izquierda se quedaron a la vera del camino, fuera de la historia.
La mayoría de los diputados presentes en el salón de plenos – 288 votos a favor, 67 en contra y 15 abstenciones, de un total de 500 – aprobó la propuesta albiceleste de acuñar una moneda de 20 pesos, conmemorativa del centenario de la Batalla de Celaya, registrada en abril de 1915, en la que los contrarrevolucionarios carrancistas de Álvaro Obregón derrotaron a las fuerzas revolucionarias de Francisco Villa. El triunfo, entonces, de los hacendados. Algunos priístas, impedidos de votar en contra porque la línea era votar a favor, se abstuvieron. No tuvieron la valentía de sufragar en contra, porque un político mexicano que se sale del huacal cava su tumba política.
Un simbolismo profundo manifestó el baladí hecho, que lo menos que mostró fue la supina ignorancia de las mayorías legislativas. Chamacos y chamacas a quienes lo que más les atrae es el dinero a manos llenas y los vestidos, los bolsos, los zapatos de marca. Me acordé de Kaguachi, el otrora dirigente de los verdes, que hace como tres o cuatro legislaturas no supo responder quién era Margarita Maza de Juárez, e igual no supo la letra del himno nacional.
Mas aparte de la consabida iletralidad diputadil, el símbolo de esa moneda de 20 pesos es el de un país no a la deriva, sino llevado muy conscientemente hacia los terrenos de la dictadura del empresariado minero, del inversionista petrolero, del concesionario del agua, de la banca sanguijuela, de la total privatización de la economía en beneficio de unos cuantos, «consagrados» por la Obra, que pueden, que no les da pena, vivir y comer opíparamente, mientras millones están muertos de hambre, recibiendo las migajas del Epulón, en una cruzada contra el hambre que no va a ninguna parte.
Ahí acabaron los ideales de la revolución mexicana. Comenzó la institucionalidad republicana. Y se asentó en el poder una dictadura perfecta, como hace tiempo la calificó el peruano español, Mario Vargas Llosa. Se desmanteló al villismo y al zapatismo y se abrió el camino a la modernidad manchesteriana, reaganómica, librecambista. Hoy no queda mucho de los logros de los revolucionarios. Vivimos otra época. Me preocupa lo que vaya a vivir mi nieta Ana. Ya no lo veré, afortunadamente.

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