El femigenocidio y el mandato de masculinidad: conceptos clave de Rita Segato

Al introducir el interfijo -geno- en feminicidio, Rita Segato tiene la intención de remarcar el componente de género en un feminicidio

Diana Hernández Gómez / Cimac Noticias 

En la década de 1970, la activista feminista y escritora sudafricana Diana Russell acuñó el concepto feminicide en Estados Unidos. Más tarde, este concepto sería traducido y adoptado en diferentes partes de América Latina como femicidio feminicidio por teóricas como Marcela Lagarde y de los Ríos. Desde entonces, la discusión alrededor de estos delitos no se ha detenido, y actualmente son muchas las teóricas que continúan aportando a este concepto en una búsqueda de justicia para todas las mujeres asesinadas por razones de género.

Una de estas estudiosas es Rita Segato. La escritora argentina ha trabajado para introducir el concepto de femigenocidio no sólo en la teoría sino también en la esfera jurídica y legal. Pero, ¿qué significa este término y cuál es su aportación para hablar sobre la violencia contra las mujeres?

El femigenocidio y las potencias de los hombres

Al introducir el interfijo -geno- en feminicidio, Rita Segato tiene la intención de remarcar el componente de género en un feminicidio. En otras palabras, resalta de manera aun más evidente que un feminicidio (es decir, el asesinato de una mujer) tiene como motivo el simple hecho de que la víctima pertenece al género femenino. Pero esta distinción no es algo gratuito.

Para Segato es importante distinguir entre los feminicidios donde hay lazos interpersonales entre la víctima y el agresor y aquellos otros casos en los que dicha relación no existe. Los femigenocidios pertenecen precisamente a esta última esfera.

En estos casos, aunque el hombre no conoce a la mujer la agrede. De acuerdo con la teoría desarrollada por Rita Segato, esta violencia impersonal y estructural tiene su origen en lo que ella denomina «mandato de masculinidad«, esa exigencia puesta sobre los hombres de demostrar que son ellos quienes tienen el dominio sobre las mujeres.

Esta supuesta jerarquía se da por medio de lo que la teórica argentina caracteriza como «potencias»: las formas de dominio con las que los hombres refuerzan el «poder» que supuestamente tienen frente a las mujeres. Las potencias que ha identificado Segato son la sexual, la física, la económica, la bélica, la política, la intelectual y la moral.

Dichas potencias suelen manifestarse de manera entrelazada y bajo ellas se esconde la concepción del cuerpo femenino como un territorio que debe conquistarse. Pero no sólo eso: la conquista debe ser visible para todos, pues «la masculinidad solo existe si es demostrable», afirma Segato.

Como puede entenderse, la demostración de masculinidad es algo que escapa al ámbito privado. ¿Cuántas no hemos sido víctimas de acoso o de algún otro tipo de violencia en el espacio público por hombres que únicamente están repitiendo ese rol masculino impuesto por la sociedad?

¿Por qué hablar de femigenocidios?

Para entender de manera más amplia el concepto propuesto por Rita Segato es necesario remitirnos al caso de la serie de asesinatos contra mujeres sucedidos en Ciudad Juárez, México, en la década de los 90. Tres de estos asesinatos fueron llevados frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) en 2009 en un capítulo conocido como el caso del Campo Algodonero.

En una sentencia definitiva, la CoIDH determinó que el Estado mexicano no investigó los asesinatos de las víctimas Esmeralda Herrera Monreal, Claudia Ivette González y Laura Berenice Ramos Monárrez con perspectiva de género. Estos crímenes fueron catalogados únicamente como crímenes sexuales, sin contemplar que detrás de ellos hay un claro componente de género relacionado con la dominación del hombre sobre la mujer por medio de las potencias identificadas por Segato.

De ahí la importancia de hablar de femigenocidios. Y es que el mandato de masculinidad tiene la potencia suficiente como para convertirse en un genocidio (la exterminación de un grupo social de manera sistemática por diferentes motivos, entre ellos, el género). Así, al feminicidio se le da una dimensión que escapa del ámbito de lo privado y se revela como un problema que está presente en un tejido social amplio.

Reconocer esto no sólo sirve en la esfera teórica. Desde la perspectiva de Rita Segato, hablar sobre femigenocidios en el ámbito de lo jurídico y lo legal abriría nuevos caminos para investigar crímenes como el del Campo Algodonero pero también como los feminicidios ocurridos en el ámbito privado. Y es que, a final de cuentas, sus bases son prácticamente las mismas: un mandato de masculinidad que, por lo menos en México, no deja de cobrar la vida de miles de mujeres año con año.

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