El Kremlin capitaliza patriotismo mundialista

El triunfo de la selección rusa frente a España ha llegado a ser comparado con la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial

Agencias

[dropcap]L[/dropcap]os rusos han dado rienda suelta a sus emociones patrióticas tras la victoria de la selección nacional sobre la de España este domingo en el estadio Luzhniki. La euforia de este triunfo, el primero en su género en la historia, ahoga las voces sobrias sobre los fallos y el nivel del partido, porque esta no es la hora de los criticones y las marisabidillas, sino la de la alegría, de la recuperación de la confianza en sí mismos, de afirmar la capacidad de imponerse, vencer, asombrar y ser admirados. Esta es la hora de las transferencias mecánicas del deporte a la política y también de las identificaciones interesadas de los éxitos de un campo al otro.
A la hora de las exageraciones destacan las que han comparado el evento con la victoria en la Segunda Guerra Mundial o con la «reunificación» con Crimea («anexión» para el resto del mundo). Refiriéndose a un comentario de un periódico británico que calificó la victoria como «seguramente el más significativo triunfo de Rusia desde 1945», Dmitri Peskov, el jefe de prensa del presidente Vladímir Putin, mostró comprensión por estas «entusiastas valoraciones épicas» desde «el punto de vista emocional». Y añadió: «Seguramente si miramos [cómo estaban] ayer muchas ciudades rusas esto es comparable con la jornada del 9 de mayo de 1945». En esa fecha, la Unión Soviética celebró la victoria sobre la Alemania nazi.
Vladímir Putin, con cuyo nombre está asociado el mundial de Rusia, no asistió el domingo al partido, aunque durante un cierto tiempo las informaciones facilitadas en público indicaban dudas sobre ello. En lugar de Putin, en el palco de autoridades estaba el primer ministro Dmitri Medvédev y su esposa Svetlana, acompañados del Rey Felipe VI y el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Medvédev se dedicó a grabar momentos del encuentro con su móvil, mientras su esposa saltaba del asiento de emoción, lo que pudo verse durante la transmisión televisiva oficial.
En un comentario reproducido por el periódico Eco de Moscú se afirma que Putin no creía en la victoria de Rusia y que por eso envió a Medvédev al estadio, de la misma forma que hace recaer en su primer ministro las responsabilidades por la reforma de las pensiones. «Putin, hay que creer siempre en tu equipo. Siempre. Ir al estadio y apoyar, ya que nos has traído el Mundial. Y no esconderse», afirmaba el comentarista, que establecía la puntuación: «Medvédev 1- Putin 0». Aunque Putin se perdió el triunfo en directo, Peskov aseguró que el presidente había apoyado con toda el alma al equipo y, al acabar el encuentro, felicitó al entrenador de la selección y a todo el equipo y les deseó éxito en el próximo partido.
En las exageraciones emotivas de los rusos no es extraño encontrar la temática bélica, que además de ser potenciada por el régimen actual tiene un gran peso en la cultura, la historia y las tradiciones locales. Sin embargo, no todas las comparaciones son bienvenidas. Cuando la selección de Alemania fue derrotada, el gobernador de Lipetsk, Oleg Korolev, publicó un tuit refiriéndose a la «venganza de la historia» por «haber desatado dos guerras mundiales». El tuit causó revuelo, pero desapareció rápidamente y el gobernador dijo que le habían hackeado su cuenta. También el escritor Eduard Limónov hizo analogías entre el partido con España y la batalla de Stalingrado en la Segunda Guerra Mundial.
En el instante de la victoria el domingo por la tarde, toda la región de Moscú se transformó en un alarido, desde los bloques de vecinos hasta los trenes de cercanías en los que regresaban los moscovitas que habían pasado el fin de semana en sus dachas. En la noche del domingo al lunes, en la capital rusa la fiesta se multiplicó pero ya con un sesgo más monocolor que en la semana precedente. Los habitantes de la ciudad, unos en coche haciendo sonar sus cláxones y otros en metro, se lanzaron masivamente al centro, donde no cabía un alfiler. En la plaza Roja, en la calle Nikólskaia y en la plaza de la Liubianka los rusos agitaban sus banderas tricolores y se abrazaban de emoción.
El triunfo de Rusia frente a España marca el paso del ecuador de un campeonato que ha «humanizado» a los ciudadanos rusos a los ojos de los millones de turistas y espectadores. Sin duda, el campeonato ha hecho más por la imagen de las gentes de Rusia que toda la propaganda avinagrada de los medios de comunicación oficiales. El periodo transcurrido desde que comenzó el campeonato y la victoria sobre España son ya un buen capital, y lo que pasará en Sochi el 7 de julio cuando Rusia se enfrente a Croacia ya es otra historia. La periodista Irina Inovela afirmaba en su página de Facebook que Igor Akinfeiev, el portero de la selección rusa, había sido una de las personas de confianza designadas por Putin en las elecciones presidenciales de 2012 y también en las últimas y señalaba que «en el régimen actual el deporte es política casi en estado puro».

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