El momento de Emilio / Rodrigo Ramn Aquino

Emilio Salazar Farías, diputado federal por el Distrito IX de Tuxtla Gutiérrez, es empresario por herencia. Es decir, nació, creció y se desarrolló en el mundo de los negocios sin mayores complicaciones.
Estas circunstancias no fueron elegidas, claro, y es muy probable que las oportunidades a manos llenas fuesen el pan de cada día. Pero desarrollar las habilidades y destrezas necesarias para hacer frente a la lógica de mercado, no morir en el intento y, por el contrario, progresar en medio de tanta competencia, ya puede comenzar a considerarse un logro (pues cuántas fortunas perdidas por irresponsables hay).
Una vez entendido el asunto y ya con formación académica integral (contador público, administrador de empresas, maestro en administración con diplomados en finanzas en la BMV y la Universidad de Harvard, EEUU), ir a probarse a la administración pública debió ser la consecuencia natural de Emilio.
La política, en cambio, sí supuso fauna salvaje que está camino a dominar. Tan nuevo le parecía todo que permaneció ingenuo por mucho tiempo. Le jugaron su cabeza una y otra vez. Lo «invitaron» a «sentarse» muy «cortésmente» y renunciar a sus aspiraciones en más de dos ocasiones. Y cuando por fin medio la pegó con alguna de sus dos diputaciones, tampoco fue así como que una lumbrera; incluso, podría decirse que quedó a deber dada su experiencia en la administración pública, su formación académica y su alguna vez probada capacidad.
En fin, que terminando la LXV Legislatura local guardó momentáneamente sus ganas de ser presidente municipal de Tuxtla, hizo las maletas y emprendió el viaje al Congreso de la Unión, donde todo parece indicar que un buen viento le favorece, pues fue designado presidente de la Comisión de Desarrollo Municipal, secretario de la de Vigilancia y Auditoría Superior de la Federación, e integrante de la de Presupuesto y Cuenta Pública.
Estas importantes carteras no le son ajenas, como le hemos venido contando; no obstante, no llegaron a sus manos por un capricho de la despistada fortuna. No. A Salazar le tocará jugar uno de los papeles más importantes para que el cierre de la gestión de Manuel Velasco Coello sea de lo más terso y exitoso posible, y eso se logrará, por mucho, con paga: con salud financiera para el estado.
El empresario metido a la política parece estar mucho más cómodo: circunstancias de mayor autonomía legislativa, respaldo del Ejecutivo del estado, y plena madurez personal y profesional. Su primera prueba de fuego ya está en la puerta. Tendrá que gestionar y cabildear lo necesario para que el presupuesto federal 2016 sea de más y auténtico beneficio para los chiapanecos.
(Parece que ya lo hace, ya presume fotos de reuniones con personajes como Virgilio Andrade, secretario de la Función Pública, o Alfredo del Mazo, presidente de la Comisión de Infraestructura, o con César Camacho, coordinador del GPPRI, o en tribuna, dando el posicionamiento a nombre de toda la bancada verde sobre la Miscelánea Fiscal y la Ley de Ingresos.)
En este contexto, Salazar Farías poco a poco va dejando de ser exclusivo de los habitantes del oriente de Tuxtla, para mutar en representante en la Cámara de Diputados, de los intereses de prácticamente todo el estado. Siendo así, estar pendientes de su trabajo es, en buena medida, estar pendientes de nuestro bienestar y futuro, porque sus acciones influirán muy significativamente en la calidad de vida de los 5 millones de chiapanecos que somos, y eso por lo menos durante los próximos tres años.

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