El profesor / Eduardo Torres Alonso

Es lugar común decir que la democracia mexicana no tiene fecha de nacimiento. Repetir esta sentencia no significa que uno sea poco creativo o adopte el discurso mainstream. Es necesario recordarla en un tiempo en donde se pretende monopolizar un proceso. Claro, hay momentos que lo aceleran, pero a diferencia de otros países, aquí no hubo una elección fundacional o un pacto originario. Esta observación no es menor, requiere paciencia para identificar eventos en el tiempo, capacidad para describir y rigor en la explicación. Eso es lo que ha hecho el profesor que cumple 70 años de vida.

Este docente, además, ha salido del cubículo y ha transitado por la militancia partidista, el sindicalismo universitario y realizado contribuciones a la comprensión de la historia política del país, ya sea en textos de coyuntura o en obras más dilatadas. Cuando se le convocó a participar en la configuración, primero, y fortalecimiento, después, de la democracia electoral en clave contemporánea se declaró listo. Es una persona sui géneris en la academia y en la vida pública.

La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM es el espacio en donde despliega su labor de enseñanza y en donde se formó: sociólogo, maestro en Estudios Latinoamericanos y doctor en Ciencias Políticas y Sociales. En esta misma universidad –espacio transformador de la vida de sus miembros– participó en el movimiento por la democratización de la vida sindical. Una tarea riesgosa y fundamental, en épocas de la (falsa) unanimidad, en donde disentir era motivo de señalamientos y anatemas.

Situado en la izquierda, participó en diversas organizaciones partidistas de esa interminable expresión ideológica que, en México, a ratos, se come a sí misma: el Socialista Unificado de México, el Mexicano Socialista y el de la Revolución Democrática. Producto de su solvencia moral, de su capacidad intelectual y del reconocimiento a su probidad, fue uno de los consejeros ciudadanos del Instituto Federal Electoral; después, cuando se autonomizó el IFE, presidió su primer Consejo General, en el que participaron personas de primera línea: Jaqueline Peschard, José Barragán, Jesús Cantú, Jaime Cárdenas, Alonso Lujambio, Mauricio Merino, entre otros. Miembros todos de la “generación de la transición”.

A Woldenberg le tocó anunciar el triunfo de un candidato distinto al del partido hegemónico. A las once de la noche, con una transmisión en cadena nacional, él dio a conocer los resultados de los conteos rápidos de la elección presidencial.

Hoy, como ayer, su voz se sitúa a contracorriente. Cuestiona de manera continua a los actores políticos y realiza críticas ácidas a la derecha y a la izquierda. Su preocupación radica en la muerte de la democracia.

Por su labor docente y obra escrita, por su papel como intelectual público y actor en el sistema político, se tiene bien ganado un lugar en la memoria del país. ¡Enhorabuena, profesor José Woldenberg!

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