En la Mira / Hector Estrada

Ataque a la libre expresión

[dropcap]N[/dropcap]ada es más peligroso que la intolerancia en cualquiera de sus expresiones, sobre todo cuando el empoderado ha sido mal acostumbrado a las adulaciones de conveniencia y la crítica simplemente se ha vuelto inadmisible.
Ese es el «padecimiento» que aqueja a muchos integrantes de la clase política en Chiapas donde aún no se entienden la diferencia entre lo que ellos denominan «ataques o golpes mediáticos» con el legítimo oficio periodístico.
Esa labor que es tan necesaria y que en su forma más esencial no busca otra cosa más que exponer los hechos desde el juicio crítico de quien escribe, de analizar los sucesos noticiosos y -sobre todo- ser conducto para la denuncia ciudadana.
Lamentablemente en Chiapas la intolerancia parece haberse empoderado y actúa de forma vergonzosa en un país que se asume libre, democrático y respetuoso de la libertad de expresión.
Este miércoles su servidor fue blanco de una serie de ataques cibernéticos contra mis cuentas de redes sociales donde, al igual que muchos chiapanecos, también me expreso libremente sobre lo que observo y me indigna como periodista o ciudadano.
Mis cuentas de redes sociales y correos electrónicos personales fueron hackeados (ultrajados) alrededor de las 15:45 horas del día de ayer. De manera sospechosa fueron cambiadas las contraseñas de mis cuentas de Facebook, Twitter, Hotmail y Gmail (todas con claves distintas), borrando parte de los contenidos, cambiando algunos nombres de usuario y números telefónicos de seguridad.
Lo anterior se realizó después de las denuncias expuestas en mis redes sociales sobre las anomalías electorales registradas en la capital chiapaneca y la columna publicada ese mismo día denominada «la derrota del verde en Tuxtla».
También recibí una llamada de un número «desconocido» (sin número visible) alrededor de las ocho de la noche que simplemente decidí no contestar por la extraña coincidencia con lo sucedido a mis cuentas personales.
Son hechos que no asustan pero si entristecen como periodista y ciudadano. Son acontecimientos que hablan de un Chiapas donde la intolerancia se expresa de manera peligrosa hacia quienes se atreven a opinar en contra los que ostentan algún tipo de poder.
No se confundan señores, porque denunciar o señalar los hechos no debe asumirse como «un asunto personal». Durante años se han malacostumbrado en el trato hacía los medios de comunicación y los periodistas. Han dado por hecho que criticar al servidor público es estar en su contra y no es así.
Se han acostumbrado a ver sólo como «amigos» a los comunicadores que se desviven en halagos y aplausos comprados en favor del jefe o el poderoso. No se dan cuenta que quien más les ayuda es quien señala sus desaciertos para que –sólo con inteligencia- se pueda enderezar el barco.
A un periodista sólo se le deja callado con explicaciones convincentes, acciones evidentes y pruebas fehacientes, no con el uso de la fuerza y la arbitrariedad. Sí las cosas las han hecho mal la obligación será decirlo, pues de lo contrario, se incurre en omisión y complicidad. Entiéndanlo bien señores, esa es la función real.

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