En la Mira / Hector Estrada

Foto: Adán Vega

40% de las asesinadas en Chiapas han sido niñas o adolescentes

Aún permanece fresca la conmoción social por los asesinatos de Jarid y Sulmi Yesenia, hace menos de una semana, y la violencia asesina contra niñas y adolecentes en Chiapas sigue cobrando víctimas. Ahora fue en Mapastepec donde Jaqueline, reportada como secuestrada apenas el pasado fin de semana, fue localizada muerta, semienterrada y con evidentes signos de estrangulamiento.
Tenía apenas 17 años de edad y sus familiares mantenían la esperanza de encontrarla sana y salva; pero después del medio día de este lunes su cuerpo fue finalmente hallado en las inmediaciones del rancho «El Roblito», dentro del mismo municipio donde había desparecido. La última llamada telefónica que realizó fue a su madre, tras salir del trabajo; y luego no supieron más de ella.
Jaqueline se sumó este 13 de enero a la alarmante lista de mujeres menores de 18 años, víctimas de la violencia, en su mayoría feminicida, que no respeta edad, inocencia y condición social.
Hace sólo unos días el caso de la niña Jarid, de apenas seis años de edad, sacudió al municipio de Cacahoatán, y a todo Chiapas. La niña, reportada como desparecida el pasado 9 de enero, apareció muerta en la comunidad «Faja de Oro». Su cuerpecito había sido golpeado y mutilado sin la menor piedad. Solamente unas horas después, la detención del presunto asesino se salió de control. Una turba enfurecida lo arrancó a las autoridades policiacas y le prendió fuego, acabando con su vida.
A los casos de Jaqueline en Mapastepec y Jarid en Cacahoatán, se suman los expedientes de Sulmi de 13 años (el pasado 10 de enero) en el municipio de Benemérito de las Américas, el de Paty de 12 años en el municipio de Chilón (el 12 de agosto de 2019), y el de Ximena de sólo 5 años de edad (en septiembre del año pasado) en Mezcalapa. Sin embargo, sólo representan los casos que han cobrado mayor relevancia mediática.
De acuerdo al Observatorio Feminista contra la violencia a las Mujeres de Chiapas, tan sólo del primero de enero del 2020 a la fecha en la entidad se han registrado dos homicidios culposos, cinco feminicidios y un posible feminicidio, que en total suman ocho muertes violentas de mujeres en la entidad. Más del 40 por ciento de los asesinatos han tenido como víctimas a niñas y adolecentes.
Lo que sucede en Chiapas no es un asunto menor, expresa una situación alarmante que no ha podido combatirse con efectividad. La descomposición social y la violencia machista adherida a las más profundas raíces sociales siguen sacudiendo a la ciudadanía, con casos escalofriantes.
En México, considerado el país con mayor número de feminicidios en America Latina durante 2019 (según cifras de Amnistía Internacional), parece que no se viviera un «estado de excepción». Contabilizar todos los días asesinatos de mujeres en la nota roja no ha sido suficiente para que las autoridades pasen de la indignación a la acción efectiva.
De nada han servido las Alertas de Género, al menos no en Chiapas, para disminuir las cifras. No hay recursos suficientes para implementar programas afectivos de prevención para atender de manera integral (con servicios psicológicos, de seguridad y resguardo) a posibles víctimas de feminicidio, y los pocos recursos erogados son mal gastados en programas de capacitación que, resulta ya evidente, no han servido de mucho.
En el fondo no existe compromiso del Estado mexicano, en sus tres niveles de gobierno, para atacar el problema de fondo. Aún se aborda con bastante temor el combate frontal al machismo dentro de los planes de estudio de educación básica (donde se forjan a las nuevas generaciones), todavía se solapan estereotipos ligados a la violencia de género y no se asume como tal el «estado de excepción» que hoy viven las mujeres en México.
Ante la ineficacia de las autoridades y orfandad generada por el Estado, hoy no queda de otra que cuidarse a sí mismas, establecer medidas de seguridad para evitar estar solas en lugares de riesgo y, para quienes forman parte de su entorno, estar siempre atentos de cualquier señal que pudiera indicar algún tipo de violencia (intra o extra familiar), sin temor a tomar decisiones para hacer frente a la situación… así las cosas.

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