En la Mira / Hector Estrada

Suicidio; el asesino silencioso que está matando a niños y adolescentes en Chiapas

Se trata de un problema de salud pública que en México suma víctimas todos los días y durante los últimos años han mostrado un preocupante repunte de la incidencia entre niños y adolescentes: el suicidio infantil… El caso de Jade, encontrada muerta el pasado martes al interior del Indeporte, ha puesto sobre la mesa un tema que parece haberse hecho más recurrente durante los meses en Chiapas, activando las alertas.
Los constantes reportes noticiosos en la entidad chiapaneca sobre niños y adolescentes que han decidido quitarse la vida no son asunto que deban tomarse a la ligera. Hablan de una problemática social que necesita ser estudiada, analizada y atendida con premura. No se trata de expedientes ministeriales que deban abordarse como casos aislados, tiene patrones comunes de origen social.
El suicidio, sin importar la edad en que ocurra, tiene generalmente causas relacionadas con la salud mental, entre las que destaca la depresión como principal incidencia. Sin embargo, algo ha estado sucediendo durante los últimos años en los niños y adolescentes entre los que la cifra de suicidio ha repuntado.
De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Psiquiatría, en México cada año se registran un promedio de cinco mil suicidios. No obstante, la incidencia entre personas menores de edad ha desatado la preocupación de especialistas durante los últimos cinco años. Lo que hasta hace un par de décadas no significaba mayor alerta en los índices de mortalidad ya representa la tercera causa de muerte entre personas de 10 a 14 años y la segunda entre personas de 15 a 29 años.
Según estudios realizados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 60 por ciento de los suicidios infantiles son resultado del acoso escolar (bullying). Los especialistas estiman que la depresión, la desintegración familiar, la incapacidad de socialización y la escasa tolerancia a la frustración son otros factores que pueden llevar a un niño a tratar de matarse.
Entre 1990 y 2015 la tasa de suicidios se duplicó de 2.4 a 5.4 por cada 100 mil habitantes y alcanzó un máximo histórico, pese a que el país ocupa el lugar 148 en el ranking mundial, según la organización Data Cívica. La última Encuesta Nacional de Hogares, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), dio a conocer que el 14 por ciento de niños entre siete y 14 años alguna vez han sentido depresión, y el 28 por ciento en los adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años.
Lamentablemente las tendecias se perfilan a un repunte aún más dramático para los próximos años si no se hace algo contundente al respecto. Y es que, las evidencias de lo que sucede en entidades como Chiapas están a la vista de todos. Los casos se han vuelto cada vez más frecuentes y estremecedores, como el de Jade, Román, Carlos, María Fernanda, y muchos más que quedan en el anonimato, lejos de las coberturas mediáticas.
Resulta evidente que se requiere un tratamiento especial y urgente a la problemática. Se necesita el involucramiento de especialistas, organizaciones no gubernamentales y autoridades de los tres niveles de gobierno para la elaboración y aplicación de cruzadas nacionales que ataquen el problema a través de todos los medios posibles (escuelas, hospitales, centros especializados y grupos de orientación a padres de familia) para hacer frente al asesino silencioso que hoy está matando a los niños y adolescentes de Chiapas… así las cosas.

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