En la Mira / Hector Estrada

Rural Mactumactzá, un círculo vicioso que debe acabar ya

La «tregua» dada por la pandemia de Covid-19 a las protestas violentas de las normales rurales en Chiapas concluyó este miércoles con los disturbios provocados por estudiantes de la Escuela Rural Mactumactzá, tras la ruptura de la mesa de diálogo con las autoridades estatales y la guerra de acusaciones entre ambos frentes.

A decir de los normalistas, la inconformidad se desató por la negativa de las autoridades educativas a aceptar sus peticiones o adecuaciones, respecto a la convocatoria de nuevo ingreso para la escuela rural y los exámenes de asignación de plazas docentes, entre otros puntos del pliego petitorio que se negaron a precisar.

Sin embargo, fue la Secretaría de Educación quien, mediante su versión, aclaró lo sucedido. Según el comunicado enviado por las autoridades estatales, la ruptura del diálogo se dio tras la exigencia negada a la comitiva normalista para bajar a 6.0 la calificación mínima requerida para aprobar los exámenes de conocimiento que deben presentar los aspirantes a una plaza magisterial.

«Al no ser posible aceptar dicha petición por tratarse de normatividad federal y criterios que buscan elevar los estándares de calidad de la educación pública, la comisión de alumnos de dicha escuela el día de ayer rompió de manera unilateral los trabajos de la última mesa», detalló textualmente el comunicado emitido a los medios de comunicación.

Las autoridades educativas además agregaron que, de acuerdo con datos oficiales, durante los últimos tres años se han destinado casi 70 millones de pesos a dicha institución en: construcción de dormitorios y rehabilitación de espacios, así como el suministro de alimentos, uniformes, combustible y otros apoyos, aún durante el periodo de pandemia. Además de que los casi 500 alumnos matriculados reciben la beca Benito Juárez, de cuatro mil quinientos pesos bimestrales.

Y lo peor de todo es que la versión oficial no parece tan inverosímil. Lamentablemente, y con sus contadas excepciones, la Rural Mactumactzá parece haber perdido desde hace mucho tiempo su verdadera vocación pedagógica. El empoderamiento del consejo estudiantil ha secuestrado las aulas, el plan de estudios y la escuela misma, para convertirla en una adiestradora de grupos de choque e insurgencia estudiantil radical.

Poco ha quedado de aquella noble vocación formadora de docentes preparados para regresar a transformar sus propias comunidades desde la educación y el conocimiento. Ese fue el objetivo que dio origen a gran parte de las normales rurales en México. Esa es la verdadera visión revolucionaria que gestó el plan de estudios que ahora luce tergiversado y distorsionado por grupos que se han apoderado de las entrañas institucionales.

Como ha sucedido con otros casos bastante conocidos, muchas de las escuelas normales rurales en México ya no responden a su vocación de origen. Se han extraviado con el paso de los años. Se han contaminado casi de manera irreversible para someterse a intereses ajenos a la formación pedagógica, colocando a la protesta vandálica o anárquica y la constante negociación de beneficios insaciables como eje coyuntural de la «formación estudiantil» alterna.

En esencia las normales rurales tiene de fondo una noble vocación que podría ser razón suficiente para su subsistencia, siempre y cuando sean sometidas a procesos de limpieza interna sin consideraciones. Y es que, sus propios antecedentes violentos parecen haber dejado prácticamente solas a las normales rurales en Chiapas, sin empatía popular o respaldo social.

La Escuela Rural Mactumactzá, como otras tantas de su tipo, se ha convertido en una institución donde la autoridad universitaria ha sido rebasada, maniatada, despojada del poder, expulsada y hasta impuesta por un «consejo estudiantil» sobre empoderado por la injerencia de aliados e intereses externos que han visto y utilizado a las insurgencias estudiantiles como elemento para engordar sus propias «causas» e intereses, eso debe acabar ya… así las cosas.

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