En la Mira / Hector Estrada

Lucha magisterial y el México que no calla

El actual movimiento magisterial en Chiapas, sin duda, resulta un tema difícil de enjuiciar y evaluar que no puede criticarse a la ligera, tomando en cuenta la descomposición social y la evidente «putrefacción» que hoy padecen las distintas estructuras institucionales en los tres niveles de gobierno en México.
Si bien algunas de las formas para llevar a cabo sus movilizaciones podrían ser cuestionables, la radicalización de su movimiento corresponde a una consecuencia lógica. Es una derivación natural ante un Estado autoritario que parece haber tomado la postura del enemigo intransigente aferrado a hacer su voluntad sobre la opinión de las mayorías.
No debería sorprendernos, si recordamos la historia reciente de México plagada de inconformidad ciudadana y manifestaciones sin precedentes que parecen no haber servido de mucho para cambiar las voluntades de quienes ostentan el poder.
Para quienes la memoria ya los traiciona, hace sólo un par de años México vivió uno de sus mayores movimientos docentes para impedir la reforma educativa, fue una lucha inspiradora que tomó las calles y plazas del país. Un movimiento que terminó involucrando a parte de la ciudadanía y que lamentablemente terminó siendo vendido por los mismos líderes corrompibles de siempre.
En ese episodio del acontecer nacional quien más perdió fue México. La motivación ciudadana, gestada por ese movimiento magisterial, para tomar al país por sus manos y «obligar» a los gobiernos a escucharlos y acatar sus decisiones concluyó en un sentimiento de desánimo y desmotivación social conveniente para los poderosos.
Aunque su descontento es legítimo, debe reconocerse la falta de tacto y astucia de parte de los líderes magisteriales que se encuentran extraviados en el uso de estrategias para generar empatía social. No están utilizando métodos inteligentes que involucren a la ciudadanía con su movimiento.
El desmantelamiento de los partidos políticos en México no es una idea gestada en el sindicato magisterial. Sin temor a equivocarse, es una idea que ha rondado en la cabeza de muchos mexicanos. Los docentes simplemente se atrevieron a hacer lo que un importante sector crítico sólo se limita a exponer «rabiosamente» frente a una computadora.
Fue lo que sucedió este viernes y que escandalizó a muchos a través de imágenes sobre una ciudad «en llamas», donde la rebeldía pareció rebasar los límites de lo socialmente aceptable para los mexicanos.
Ese es el México complejo, de recurrente «doble moral», donde muchos se rasgan las vestiduras en acusaciones «virtuales» contra los abusos del gobierno y llaman a revoluciones utópicas sólo a través de redes sociales, pero no perdonan y sí satanizan a quienes se atreven a romper las reglas para exigir sus causas.
Líderes de importantes sectores, como los de la iniciativa privada, hoy «brincan y se indignan» por la toma de calles para la instalación de campamentos, pero callan descaradamente ante el saqueo millonario que muchos gobernantes han hecho de Chiapas y sus municipios. Nada dicen y son acallados por las jugosas compensaciones por las afectaciones recibidas.
Hay quienes, incluso, cobardemente llaman al uso de la violencia armada contra los profesores como si ellos fueran quienes hubieran endeudado al estado, aprobaron reformas que sólo afectan a los que menos tienen, diariamente encarecen o roban el combustible, asaltan los procesos electorales o se enriquecen en total impunidad. Sin embrago, para los verdaderos delincuentes no hay tanto odio.
Se debe reconocer que más allá de las formas cuestionables, hoy por hoy el magisterio es el único sector organizado que sí encara al poder en las calles. Que va más allá de los dichos «valentones» amparados tras el anonimato de las redes sociales. Son muestra del México revolucionario que vive y no permanece resignado e inmóvil ante tanta impunidad como otros tantos sectores a los que otros cómodamente pertenecemos.

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