Encuesta sucesoria / Rodrigo Ramn Aquino

Ayer, el portal de noticias Mural Chiapas dio a conocer de la aplicación de una encuesta por parte de una empresa del centro del país (Nodo Research) en la que se mide la imagen del gobernador del estado y los perfiles que podrían sucederlo en 2018.
Luego de preguntarle al respetable si votó en 2012 por Manuel Velasco y si volvería a hacerlo en 2018 como candidato presidencial, se barajan los nombres de Fernando Castellanos Cal y Mayor, Eduardo Ramírez Aguilar, Luis Armando Melgar, Roberto Albores Gleason y Zoé Robledo Aburto.
Dada la inclusión de tanto verde uno no puede más que deducir que se trata de una encuesta diagnóstica para tener el pulso, a mitad de camino, del sentir y opinión de la población chiapaneca. Un trabajo pedido y pagado por gobierno del estado. Distinto al que se realiza en tiempos de campaña que tiene una función más propagandística.
Manuel Velasco —se lo escuché al perredista Carlos Navarrete— resultó la gran sorpresa para la clase política nacional: de ser un senador cae bien pero incipiente, resultó un monstruo en la operación electoral. Y aunque sus métodos merecen toda suerte de calificativos —y seguro los ha leído en la prensa nacional, nada elogiosos por cierto—, es un hombre de números y resultados (mención aparte, pero muy aparte, su gestión de gobierno).
Con estos antecedentes y sospechando que no le gusta perder, Velasco no pondrá todos los huevos en una sola canasta y prevé desde ahora el escenario en que habrá de darse su salida del gobierno del estado y las opciones viables de consolidar el más sano (para él) proyecto sucesorio con el suficiente tiempo.
De los que se plantea, donde por cierto no figura ninguna mujer (lo que debe significar una alerta para aquellas que quisiesen participar), Fernando Castellanos Cal y Mayor es el más lejano. Con su triunfo en duda en la capital, no obstante el decidido y desmedido apoyo oficial, considerarlo para un proyecto posterior es mera cortesía.
Dadas sus actuales circunstancias, en las que tendrá que hacer un gobierno (si lo hace) con más de la mitad de los que abiertamente votaron en su contra, será muy desgastante en términos políticos y de imagen gobernar Tuxtla. Más que crecerse, será un reto permanente no cavar su propia tumba (que recuerde todo lo padecido por Toledo: falta de legitimidad, poco o nulo apoyo legislativo, abandono de aliados).
En el caso de ERA aún sigue siendo el dirigente estatal del PVEM, lo que por sí solo le da el pretexto suficiente para seguir recorriendo el estado, apostando a que la población en general no repare más de lo necesario en que de sus manos se escurrió y perdió el bastión verde en el estado, lo que no tendría muy contento al número uno y le resta considerables puntos en una carrera política que hasta el momento había sido de las más cuidadas. Aún le queda oxígeno para intentar, como el hombre fuerte de la próxima legislatura local, reponerse.
Por su parte, el senador tapachulteco Luis Armando Melgar Bravo tiene como principal fortaleza ser beneficiario de un poder fáctico: la televisora de Ajusco. Sabe de negocios, pero no ha podido canalizar ese conocimiento en una imagen de beneficio a la población. Antes bien, pareciera interesado, todo el tiempo, en congraciarse con la iniciativa privada. Si a eso le sumamos su poca independencia en agenda (se la pasa defendiendo e intentando legitimar al partido y al gobierno), en el imaginario chiapaneco se sitúa como el rival más débil de los senadores.
En tanto que Roberto Albores Gleason, dirigente estatal y candidato natural del PRI en 2018, sigue a la cabeza en las preferencias —ya no como al principio de la actual gestión en que prácticamente era inalcanzable—, por lo que deberá administrar mejor su ventaja, iniciar con urgencia una operación cicatriz con la militancia que quedó muy ofendida por el papel sumiso en la pasada elección local y apostarle a las negociaciones de altura con el nuevo dirigente nacional priista, que si es Manlio, tendrá siempre un oído presto a lo que tenga que decir Willy Ochoa —y sabemos qué dirá—.
Finalmente, se menciona a Zoé Robledo, un actor político que notoriamente ha venido de menos a más. En tres años de ejercicio parlamentario no sólo ha destacado por los temas que ha abordado en la máxima tribuna, sino como cuadro perredista emergente a escala nacional en medio de la crisis de credibilidad y falta de liderazgos por la que desde hace mucho atraviesa el Sol Azteca. Sus debilidades a fortalecer son: recorrer todo el estado, que lo conozcan más en los municipios y comunidades, crear sus propias estructuras ciudadanas (sector donde genera más empatía) y regresarle al PRD su antigua gloria de auténtico representante de las clases populares y de las causas de izquierda. Si alguien le puede poner inteligencia a la rebeldía, es él. Aún no le alcanza, pero los próximos años serán definitorios.

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