Evo: estabilidad, golpe y asilo / Claudia Corichi

En 2006, Evo Morales ganó la presidencia de Bolivia y refrendó su gobierno en dos ocasiones (2009 y 2014) con un enorme apoyo popular. Su mandato obtuvo resultados relevantes en materia social y económica, en un país caracterizado por la inestabilidad política, las profundas desigualdades y la discriminación.
Por siglos, los pueblos indígenas fueron segregados en Bolivia a pesar de representar 62% de su población; su gobierno logro la inclusión de éstos al desarrollo y a las instituciones nacionales, sobre todo con la aprobación del nuevo texto constitucional en 2009. Redujo significativamente el analfabetismo, cuya tasa ronda actualmente el 2%. Vale la pena destacar que los números de pobreza y desempleo bajaron a prácticamente la mitad. Lo anterior impulsado por tasas de crecimiento de 4.9% anual promedio en un ambiente de estabilidad.
En 2016, se realizó un referéndum para modificar la Constitución con miras a buscar una nueva relección en 2019, pero la propuesta fue rechazada por 51% de los electores. Tras los resultados, la carrera política de Evo comenzó a deteriorarse. La polémica inscripción en las boletas del pasado octubre y las irregularidades detectadas por la auditoría de la OEA al proceso electoral, abonaron a la erosión progresiva su credibilidad.
Hay que decirlo, otros presidentes bolivianos han conseguido estar al frente del país por tres y hasta cuatro periodos, pero nunca de forma consecutiva. Quizá, su error fue aferrarse a continuar siendo la cabeza del Estado. No obstante, nada justifica el inmenso atropello a la democracia que se dio el fin de semana pasado.
No podemos descartar la incidencia de intereses nacionales e internacionales en la mayor reserva de litio en el mundo, ubicada en Bolivia. Por tanto, es de esperarse que otros actores intenten influir en la política doméstica.
Opositores, algunos con discursos religiosos radicales, presionaron en las calles a Evo para renunciar a solo unos meses de terminar su periodo constitucional. No hubo un ataque armado, pero sí una intervención militar en un régimen democrático. En los hechos existió un golpe de Estado, como lo denunció Noam Chomsky, con el posible apoyo de EUA a las oligarquías opositoras. Una vez más en América Latina, donde todavía se sienten las heridas que dejaron con tortura y violencia las brutales dictaduras militares del siglo pasado.
La tradición diplomática consagrada en artículo 11 constitucional permitió que México otorgara asilo político a Morales. Además, la intervención militar en Bolivia concierne a todas las democracias, lo que hace incuestionable la decisión del Estado mexicano y reivindica su prestigio y liderazgo regional como ente soberano.

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