Galimatias / Ernesto Gmez Panana

De Bolivia a Moscú

Hace 30 años se hablaba de un mundo bipolar, de dos bloques políticos, de la guerra fría. Luego vino la caída del Muro, la reunificación alemana y la desintegración de la Unión Soviética.
El bloque comunista encabezado por Rusia, comenzó su transición con Mijail Gorbachev, entre 1988 y 1991 -coincidentemente un momento también crucial, en el proceso de evolución de la democracia mexicana.
A Gorbachev, quien a la postre recibiera el premio Nobel de la Paz, lo sucedió Boris Yeltsin, de 1991 a 1999, año de la aparición en primer plano de Vladimir Putin, desde entonces y todavía, jefe político de aquel país. En 21 años ha ocupado los puestos de presidente y primer ministro del gobierno ruso, siendo en todo momento el poder real en la región.
Moscú se localiza a 10,713 kilómetros de la Ciudad de México, pero no obstante la lejanía, el caso de Putin tiene aspectos interesantes.
Luego de un tiempo en el que el oso comunista se vio casi en la lona, Putin logró poner de nuevo a Rusia en la escena, con fuerza y con ambición, emergiendo claramente como un contrapeso capitalista que no se achica ante los otros gigantes capitalistas -EEUU en occidente y China en oriente-
Putin representa un liderazgo fuerte que pretende regresar a su país a la escena mundial y para ello está dispuesto a todo: a reelegirse de facto ya cuatro veces y a ir sin el menor pudor por una más, lo que confirma el planteamiento que hiciéramos aquí semanas atrás: el poder seduce a cualquiera y cualquiera puede terminar creyéndose indispensable. O qué pasará entonces con Rusia cuando Putin ya no esté: no se identifican liderazgos emergentes, se ha aniquilado -metafórica y literalmente- a sus adversarios al mismo tiempo que se involucra perversa y peligrosamente en los asuntos internos de los Estados Unidos, eso sin dejar de confrontarlos, como en el reciente caso del bombardeo a Irán, donde claramente manifestaron su oposición. Los tiempos de los dos imperios terminaron, pero el liderazgo ruso va en aumento, todavía más en medio del sin-rumbo-Trumpiano, y Putin sí se le plantará a Trump y a los EEUU en aquellos asuntos en los que tengan perspectivas distintas. El «fin de la historia» del que hablaba Fukuyama pareciera que no es tal. Ya no son dos sistemas político-económicos opuestos, ahora solo son matices de una misma perspectiva capitalista.
Rusia, ya se dijo, está a miles de kilómetros de México, pero nosotros, al ser frontera, les somos estratégicos. Cosa de tiempo. Putin y la ola de nuevos ricos rusos vienen.

Oximoronas. Ayer se publicó el informe de OXFAM sobre la riqueza en nuestro país. Los resultados son los de siempre: las seis personas más ricas en nuestro país, acumulan entre ellos, la misma riqueza que los 62 millones de mexicanos y mexicanas más pobres.
Adicionalmente, el informe señala que más allá de lo lícito -o ilícito- de tales fortunas, el problema es que se hacen negocios al amparo de la política y política al amparo de los negocios. Dos problemas de fondo entonces: la polarización en la distribución de la riqueza y el tráfico de influencias. El cambio de rumbo de este barco era y es menester.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *