La delgada linea entre la movilizacin social y el vandalismo / Hector Estrada

Las agrupaciones y movimientos con causa social generalmente son motivo de reconocimiento, sin embargo, actualmente existen algunos de estos grupos que parecen haber olvidado por completo la notoria diferencia que existe entre la libre manifestación de las ideas mediante la movilización ciudadana y el vandalismo puro.

Claro ejemplo de lo anterior es el caso de los miembros de la organización MOCRI CNPA Emiliano Zapata (popularmente conocida como la Zapata-MOCRI) quien haciendo uso de la violencia y el autoritarismo que los ha caracterizado durante los últimos años nuevamente fueron protagonistas de una artera agresión contra un civil que nada tenía que ver con sus reclamos.
Y es que, mientras realizaban la marcha de este miércoles por la principal avenida de la capital chiapaneca, un transeúnte se atrevió a criticar públicamente dicha movilización, provocando con ello una serie de agresiones físicas propinadas por integrantes del contingente.
Ante la mirada atónita de los demás peatones, el ciudadano fue velozmente golpeado y sobajado por manifestantes armados con palos. No hubo autoridad policial y ni fuerza pública que impidiera semejante acto indignante.
No obstante lo deleznable del caso, este hecho no es el primero protagonizado por los MOCRI en Tuxtla Gutiérrez. Las agresiones contra elementos de seguridad, edificios públicos, propiedades privadas y hasta periodistas son parte ya de los expedientes acumulados en el archivo de esta asociación a la que la ley «le hace los mandados».
Tan sólo en marzo de este año estuvieron involucrados de manera directa a una serie de daños cometidos contra el vehículo de conocido periodista chiapaneco quien sin deberla ni temerla tuvo que aguantar las arbitrariedades de los agresores y pagar los perjuicios provocados por los vándalos.
Apenas en agosto pasado se le acusó de haber retenido a cuatro agentes federales que transitaban por «sus territorios» para ejecutar una orden de aprensión. Los elementos policiacos estuvieron secuestrados por horas hasta que se concluyó la negociación que permitió su liberación. Todo sin que nadie resultara responsable de dicha falta a la ley.
Para quienes aún no ubiquen a dicha organización, generalmente se manifiestan con la cara parcialmente cubierta y palos en mano, movilizando a mujeres y niños como carne de cañón para evitar las acciones físicas por parte de elementos policiales o simplemente para hacer escarnio mediático ante una posible agresión oficial contra estos sectores.
Desde el sexenio pasado se apoderaron ilegalmente de un extenso predio ubicado al norte oriente de Tuxtla Gutiérrez en donde las leyes vigentes para todos los demás no tienen efecto. Ahí se gobiernan solos, bajo la autoridad de unos cuantos líderes que deciden en asuntos que van desde problemas vecinales hasta el embargo de predios y casas.
A trancas cerradas ahí las autoridades judiciales no entran, no tienen jurisdicción. Es una colonia irregular, considerada dentro de las de mayor marginación en la ciudad donde sus habitantes se mueven «al grito de guerra» del líder en turno. Sin rezongar.
Lamentablemente tras varios años de dicha anarquía social, hoy las autoridades siguen subyugándose a las condiciones que ellos pongan, a las peticiones y a los intercambios políticos que terminan manteniendo vivo dicho movimiento.
Ojalá pronto alguien se sujete los pantalones y ponga finalmente en orden a dicha agrupación que innegablemente tiene el derecho de manifestar sus peticiones e inconformidades, pero nunca por encima del derecho de los demás ciudadanos que cuentan con exactamente las mismas garantías constitucionales que ellos.

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