La repugnancia y la esperanza / Rodrigo Ramn Aquino

-En el primer capítulo, que no es el primero, sino el XXII, hay mucha acción, gallinas sin cabeza, un asesino y una protagonista sin miedo.

-Capítulo II, que en realidad es el I, nos muestra las preferencias de la bella protagonista a la que no le gusta que la llamen por su nombre y que en adelante llamaremos R. A.

-Capítulo III, que en realidad es el X: R. A. conoce a Sara. Aceptación física, una canción casi dedicada y un beso apasionado aunque breve. Sara puede ser lo que R. A. busca.

-Capítulo IV, que en realidad es el VII: R. A. (sí, así como Rodrigo Aquino) conoce a Reynaldo, «una loca» amante de Óscar Wilde, inventor de historias y una bocanada de aire fresco en la vida rutinaria de nuestra protagonista.

-Capítulo V, que en realidad es el II, nos muestra la equivocación de R. A., casarse con Carlos, su compañero de universidad. La promesa se la hizo a su madre Ana en el aparente lecho de muerte. Aparece un fragmento de novela ¿escrita por R. A.?

-Capítulo VI, que en realidad es el III: el defecto masculino que más odia R.A. es la dominación, se lo hace saber a Carlos, quien paciente, embriaguez de por medio, la posee, por fin, en la fallida luna de miel. Al regresar, su madre la recibe con la noticia de su divorcio.

-Capítulo VII, que en realidad es el XII: un final trágico cierra la primera parte de cuatro de esta novela intensa. Una muerte salvaje. ¿Un asunto pasional? No, es otra cosa.

II

Todas y todos los asesinos pasan, por algún tiempo, por personas «normales». Como Héctor nos cuenta, se casan y hacen vida en pareja, tienen hijos y formas más o menos honestas de ganarse la vida. Pero algo distinto brilla en sus ojos, algo que la amabilidad sujeta con alfileres deja entrever. Parafraseando al autor, en el fondo late una violencia, un deseo agazapado por matar, un tigre a punto de dar el salto. Sus ojos son rendijas de odio y su sonrisa una amenaza indefinible. Sangre oscura, corazón en la sombra.
El amor, el sexo y el odio pueden conducir a la muerte. A matar o morir. A cortar o sangrar. A morir enmasculado, capado como cochi, pues. La escena es dura: «… al ponerlo boca arriba descubrieron que tenía la bragueta abierta y que de allí había escurrido mucha sangre.» «Hasta aquí llegaste», se puede leer en el papel que envuelve los genitales sueltos.

III

¿Qué somos sino tripas, carne, orines, caca? Nada especial si se lo piensa, putrefacción y polvo al final, en todo caso. La novela nos da un recorrido rasca-huele por las mezquindades humanas, su esclavitud al cuerpo, las bajas pasiones. Pero también luz, chispazos, buenos sentimientos. Muerte desde el primer día. Muerte segura. Olvido. Y, acaso al extremo, eternidad. Ese es el potencial de lo que somos.

IV

La riqueza de la coma (característica del estilo de Cortés Mandujano), las claras referencias literarias, lo crudo de las descripciones, la baraja en movimiento de voces y tiempos narrativos nos permiten apreciar un tomar continuo de decisiones, de confección casi artesanal de las oraciones, de las situaciones, de las personalidades.
Nadie se escapa de la sangre en esta historia repleta de muertes terribles. De confesiones. De confusiones. De amoríos retorcidos. De familias hechas mierda. Es, en una frase, la repugnancia y la esperanza. Pase a leer.

*Texto leído por el autor en la presentación del libro En memoria de las que hemos sido desdichadas, (Tifón, 2016).

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