La vuelta a Mexico en 80 hospitales / Javier Baltse

Ha pasado una semana desde que se terminaron las giras por los 80 Hospitales Rurales del Programa IMSS Bienestar que iniciaron el 5 de julio de este año a partir de la iniciativa del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Vale decirlo, estos 80 hospitales se encuentran en 19 estados de la república, del sur, del centro, del norte. Dispersos entre ellos, en los lugares más lejanos y vulnerables. Así, durante 106 días, recorrimos más de 18 mil kilómetros por carretera para llegar a cada uno de ellos (sin contar los trayectos en avión comercial hacia las capitales) y dialogar con las comunidades y con el personal de los hospitales. La bandera y el mensaje solo era uno: atención médica y medicamentos gratuitos para todos.

De aquella mañana en Mapastepec, Chiapas donde comenzamos al día de hoy, no puedo negar que mi perspectiva de la vida cambió, realmente no sabía todo lo que podría ver, escuchar, reír y llorar en estos meses.

Aprendí mucho, aprendí de ver y escuchar al Presidente, aprendí al platicar, trabajar y preparar cada evento con Zoé Robledo (a propósito, pienso que el Presidente lo nombró al frente del Seguro por su conocimiento de la historia, por su sentido de responsabilidad y por su facilidad de escuchar las historias que pocos escuchan).

A continuación me gustaría compartirles algunas cosas de las que viví en este tiempo y que considero vale la pena contar.

Pude ver de cerca el respeto que el Presidente le tiene a las personas, a su tiempo y a su esfuerzo:

Muchos conocemos aquellas historias de los ex presidentes: parafernalia -inventada-, helicópteros, el estado mayor presidencial controlando con 2 o 3 cercos de seguridad y con detectores de metal el acceso a los eventos, el gasto excesivo y hasta el acarreo de gente. Aquí todo lo contrario, empezando por el simple hecho de que un evento que estaba convocado a las 10, 11 o 12 de la mañana casi siempre comenzó a la hora anunciada, incluso minutos antes. Cuando se llegó a atrasar fue porque durante el camino el Presidente atendió a otras personas; de otros municipios, de otros ejidos y comunidades que tenían alguna petición o algún problema. El Presidente se detenía, ¿por qué? porque le dedica tiempo a todos, escucha a todos, la opinión y la palabra de todos tiene un valor para ser escuchada. ¿Cómo era antes? eventos que se citaban a las 10 e iniciaban a las 3; dos o tres fotos con algunas personas a las que casi de milagro los guaruras les permitían acercarse al Presidente.

¿Cómo se hacía para cumplir de la mejor manera con los tiempos y las formas? de viernes a domingo, recorriendo carreteras y caminos, pasando por grandes ciudades y entrando a caminos de terracería, muchos de esos caminos que pocos creerían que fueron recorridos por el Presidente.

Para que no se hiciera tarde se comían tortas, ensaladas, tacos, burritos, frutas y demás en el carro. A veces, cuando el tiempo lo permitía, la caravana paraba a comer a algún lugar de la región – una buena birria, unas quesadillas, caldo de res, mariscos, frijolitos y queso fresco fueron sólo algunos de los platillos que pudimos comer en este tiempo- No se olvida la cara de sorpresa de los comensales cuando el presidente entraba y decía «buenas, buenas».

Otra cosa que recuerdo bien, fueron las veces que en medio de una gran lluvia con vientos fuertes, o con el calor sofocante de más de 35° centígrados, la gente nunca se fue. La gente siempre estuvo ahí porque es mucha la esperanza y grandes las ganas de escuchar al Presidente y grande también el compromiso del Presidente para con la gente. Incansable, siempre con la voluntad de detenerse para abrazar a alguien, para la selfie, para escuchar alguna voz que reclama una injusticia o pide apoyo.

Después de ver todo eso ¿Qué ganamos, qué hemos traído y qué nos hemos llevado de estas giras?
El compromiso con la gente sin duda alguna, me tocó ver a muchas personas darse un abrazo lleno de esperanza después de hablar con el Presidente porque creen en él y ante esa confianza, nosotros no podemos fallar. Tenemos que trabajar todos los días para mejorar la situación que se vive en el IMSS, fortalecer lo que se hace bien, corregir lo que se hace mal y siempre, pensar cómo podemos hacerlo mejor.

¿Cómo no hacerlo o al menos intentarlo? si ahí, dentro de estos 80 hospitales encontramos a voluntarias de salud, a voluntarios, a gente que ha dedicado su vida a servir a su comunidad sin recibir más pago que el reconocimiento y la satisfacción de saber que está haciendo las cosas bien.

¿Cómo no comprometerse? si en este tiempo conocimos a personas de las que el nombre no olvidaremos. Luis Lobato personal de servicios generales que en San Salvador «El Seco», Puebla, nos dijo con una gran sonrisa: Yo quiero mucho al Imss Bienestar porque me da la oportunidad de servir a mi pueblo. Así como él, miles de personas comprometidas con el Instituto y con su comunidad.

¿Cómo pensar que no se puede? si estuvimos en los Centros de Atención Rural al Adolescente (CARA), con jóvenes de todo el país que siempre tenía algo que enseñar. No olvidaré las 80 presentaciones que hicieron. Expresiones de arte, de música, de cultura que pudimos ver durante los recorridos. No olvidaré a los amigos de Huejutla, Hidalgo cantando un rap y diciendo: «somos varios, luchando a diario, el pueblo de los tordos somos, la tierra náhuatl y del trabajo […] le canto a la Huasteca como dicen mis amigos, yo le canto a la huasteca como Nicandro Castillo»

En San Quintín Baja California, los jóvenes dijeron: señor Presidente, nosotros no tenemos nada para darle, pero le regalaremos algo que no tiene precio: un abrazo grande por México. Ahí mismo vi a un niño, hijo de jornaleros que con cierto temor quería acercarse al Presidente, quería entregarle una servilleta donde escribió una petición. Lo animé con la mirada a que lo hiciera y finalmente lo hizo; el presidente vio su servilleta y leyó el mensaje. Llamó a un compañero de ayudantía y le pidió que lo ayudara. No sé qué necesitaba, pero lo escucharon y tan sólo ese hecho hizo la diferencia esa noche y quizá hizo la diferencia en la vida de aquel niño.

En Tamaulipas, los jóvenes conformaron un grupo norteño al que llamaron «Los del CARA» y cantaban porque dicen que en el contexto de violencia de su estado, con la música encontraban un motivo para no integrarse al crimen organizado y para no drogarse.

Tampoco olvidaré las carreteras oaxaqueñas llenas de gente que sólo querían saludar al Presidente. De camino a San Idelfonso, Villa Alta, municipio situado a casi 5 horas de la capital oaxaqueña, la música nos hizo detenernos, una banda de música conformada por niños esperaba al Presidente. Más adelante, fue una comunidad entera la que lo esperaba con ansias para llevarlo a ver el estado de su iglesia derrumbada por los temblores del 2017. Lograron su cometido. Casi al llegar al evento, con tanta gente en medio del camino era imposible que los carros pasaran, el Presidente bajó de su vehículo y caminó algunos kilómetros con ellos para llegar al evento. La banda nunca dejó de tocar y la gente no dejó de decir «este sí es nuestro Presidente»-

También recuerdo algunas gestiones en particular, un señor que se nos acercó cuando llegamos a un Hospital, nos dijo que su mamá estaba enferma y que no había recibido atención médica. Le prometí que le hablaría después de ver qué podíamos hacer. Al cabo de un rato le marqué para avisarle: señor buena tarde, lo saludé en la gira, esté atento por favor, una compañera mía lo va a buscar, espero que su mamá mejore. Una semana después el señor me escribió y me dijo: muchas gracias, por favor, venga a visitarnos, le quiero hacer una fiesta, mi mamá ya se está recuperando.

En Chiapas, fuimos al Hospital de Guadalupe Tepeyac, en las Margaritas. Territorio Zapatista. Aquel lugar que sirvió de base allá en el 94 para el subcomandante Marcos, donde se estableció la comandancia de la digna resistencia. Los medios generaron morbo alrededor de la visita «Ningún Presidente ha visitado este lugar de la Selva Lacandona desde hace años» y es verdad, desde la inauguración que -irónicamente- hizo Salinas de Gortari a ese Hospital en 1993, sólo los compañeros zapatistas y los soldados enviados por el gobierno volvieron a pisar aquel lugar.

En estas giras, conocí a cientos de héroes anónimos, me traje cientos de historias y de peticiones, algunas se han resuelto, algunas están en proceso, a otras les diré con sinceridad cuando no haya mucho por hacer. Un principio básico que me han enseñado las personas a mí alrededor es hablar con la verdad, dejar atrás las grandes mentiras y las simulaciones.

Así viví esta experiencia, sabiendo que después de cantar el Himno Nacional había que salir corriendo para llegar al próximo evento a tiempo. Vivimos este proceso sabiendo que tenemos que mejorar las condiciones de salud en México, que tenemos que trabajar para que la salud sea un derecho y nunca más un privilegio. Fueron 80 Hospitales y ochenta veces que gritamos ¡viva México!

Por su parte, el Presidente sigue sin parar. Recorriendo el territorio, ahora yendo a dialogar con pueblos y comunidades indígenas por todo el país.

Por nuestra parte, vamos a trabajar y a soñar alto porque en el IMSS somos pueblo sanando al pueblo. Vamos a soñar en grande porque somos mucho pueblo para la derrota.

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