Muros de desigualdad / Claudia Corichi

El 9 de noviembre se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín. Con este hecho y la desaparición del bloque soviético, la humanidad testificó una época de avance del liberalismo democrático en Europa del Este. Tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue ocupada por las fuerzas aliadas y en 1949 se crearon la República Federal de Alemania (occidental) y la República Democrática Alemana (oriental); con esto, se acentuó la división alemana acordada en Yalta desde 1945.
La expansión del comunismo en Europa del Este conformó un cinturón protector para la URSS. Durante la década de 1950 el ejército soviético bloqueó la libre circulación entre oriente y occidente; finalmente, en agosto de 1961 comenzó la construcción del Muro de Berlín, por la RDA con acuerdo de la RFA y Europa Occidental. Para 1989, 14 mil soldados, 600 perros, 186 torres de vigilancia y 31 puestos de control custodiaban el muro de más de 3 m de altura; 155 km de frontera impuesta, que dejó una herida en la sociedad alemana y la europea. Después de 28 años de aislamiento, familias divididas se reencontraron tras la brutal separación, pero la cicatriz aún puede percibirse.
Han pasado 3 décadas, sin embargo, las naciones que pertenecieron al bloque soviético siguen, de algún modo, separadas del resto de Europa. Parecería que la sombra del muro se posa sobre estos países, y limita su desarrollo y libertades; subsisten las desigualdades y asimetrías que circunscriben la acción democrática. Algunos retos persistentes son lograr el pleno ejercicio de los derechos humanos, combatir la corrupción y consolidar libertades.
El resultado agregado de los países de Europa del Este en el Índice de Desarrollo Humano es 9% menor al del resto del continente. Según el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, la corrupción es 25% mayor en esta región respecto del resto de Europa y en cuanto a libertades, se encuentra casi 23% por debajo, de acuerdo con mediciones del índice Freedom in the World.
Asimismo, se ha convertido en una región en la que se han radicalizado los nacionalismos y donde existe aún un buen trecho por avanzar en materia de derechos humanos. El marco de valores de estas sociedades es restrictivo y fomenta la desigualdad a través de la discriminación en sus distintas dimensiones, tomando en cuenta que también se mantienen prejuicios desde occidente.
Políticas como Perestroika y Glasnost dieron lugar a que las sociedades de aquélla época se movilizaran para impulsar la libertad, pero de otras maneras la división sigue ahí. Los muros impuestos para bloquear el tránsito de seres humanos son heridas profundas de desigualdad, dolor y asimetría que nadie debería permitir.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *