Ni negar la caida de las izquierdas / Rene Delios

Por qué está sucediendo aun busquen como asidero al presupuesto, sus acusaciones desenfrenadas al gobierno y sus fracasos acumulados, como forma de verse combativos ante la opinión pública que, los mira de reojo.
La respuesta está en entre ellos mismos: divididos, peleando carteras partidistas, candidaturas a elección popular, «huesos» cuando son gobiernos, y con una ansiedad bélica que se vuelve pública, demostrando que no son más de lo mismo, sino peor, pues el priismo institucional como el panismo conservador de siempre fueron institucionales en ese sentido.
Era hasta que los llamaran, y las corrientes o expresiones de éstos dos partidos que ya han gobernado a México, no se movían un ápice, sin la instrucción «de arriba».
Pero en la izquierda no; lo vimos aquí en Chiapas, durante los gobiernos de Salazar y Sabines: fue clara no la disciplina sino el servilismo con que les entregaron a ambos gobernadores, las llaves de las dirigencias del partido a su gusto y designio, de ahí el que ahora preguntemos: ¿de qué se quejan? Si permitieran que personajes anodinos y sin trabajo político jamás en el PRD, los dirigieran.
El deterioro fue evidente y el trabajo político de base se suspendió; por otro lado os que se hicieron funcionarios se subieron a las suburban y a los presupuestos y ya no voltearon a ver al partido y menos criticarlo: se hicieron disciplinados a los mandatarios, y les valieron años de «proyectos de partido» y de «propuestas populares de gobierno»; eso les salió caro en doce años, pues perdieron todo y ahora, apenas tienen presencia cuando no, mengua credibilidad por sus procedimientos internos un poco en duda para los más.
Hoy el PRD vive lo que se le criticó al priismo por sexenios: el centralismo político.
Ese centralismo de los hoy llamados caciques políticos de la izquierda y sus abundantes líderes morales regionales en los estados, cansaron a la militancia que los siguió éste último cuarto de siglo, pues, al estilo viejo del stablimenth tricolor, empezaron a ser los mismos para todo, chocando con la credibilidad militante y más entre los nuevos cuadros que no podían superar los designios de los representantes estatales de AMLO primero, y «Los Chuchos» después.
O sea, no importaba el trabajo político de nadie en cada municipio, en cada distrito: llegaban los apadrinados desde el centro.
Esas dos «tribus» de AMLO y Zambrano empezaron a chocar, y ello se reflejó en las entidades, en aberraciones como candidatear –en vez de a Rutilio- en 2012, a quien al final no se quedó ni en el PRD y sí en Movimiento Ciudadano: María Elena Orantes López.
Obvio: se dio el rompimiento y AMLO como sabemos dio forma a Morena, partido del que se augura dará mucha competencia no al PRI, sino al PRD. Pero no es precisamente el PRD su objetivo, pues ya lo drenó en parte; lo son el PT y MC, en el caso de que pierdan el registro, como auguran los especialistas, y nutrirse de lo menos malo, dejando a su suerte a sus despojos, como lo son sus hoy líderes que han sido una dictadura cupular que se rota las posiciones y candidaturas.
El caso es que 2015 será una elección en que destaca que, a 27 años de ese 1988 de una izquierda unida, en ésta llega fragmentada y hasta confrontada, pues Morena les va a disputar los votos y lo saben sus antiguos aliados; insisto: no es el PRI o el PAN los objetivos primeros –aunque lo diga AMLO-, lo es atraer a los cuadros de verdadera izquierda mexicanos en las izquierdas pulverizadas, pero que se mantienen en estas por verdadera convicción partidista y compromiso ideológico.
Los que practican la izquierda a la antigua, soñadores, entrones.
A esos quiere López Obrador en su trabajo político de campo, de cobertura; seguramente los llamará en el caso de que PT y MC pierdan el registro, pues los perredistas que tenían que irse con él, ya se fueron y ni le avisaron a sus dirigencias.

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