Hoy terminan de sacar sus tiliches las autoridades municipales salientes, si no es que ya los sacaron desde hace semanas, como ocurre en muchos municipios jugosos, donde los equipos de transición se aposentaron por completo.
Poco a poco se irán conociendo sorpresitas en la rendición de cuentas, en el pago de servicios, en la deuda heredada. Y otra vez, como cada tres años, caras sonrientes y buenos deseos de que ojalá esta vez, por fin, se haga algo por el municipio, para que se vea mejor y se desarrolle, para que la gente mejore un poquito su calidad de vida.
Pedimos buenos gobiernos y no sabemos exactamente si quienes llegan como primera autoridad municipal saben siquiera qué es eso. El buen gobierno es la justa atención a nosotros los ciudadanos y eso no ha ocurrido desde hace mucho. Somos importantes cuando votamos, pero de ahí desaparecemos de la agenda de los que administran la ciudad como si fuera una plaza comercial.
El objetivo prioritario del municipio bien gobernado no es la ciudad o el territorio, como infraestructura. El objetivo real, principal, son los ciudadanos, cuyo bienestar y felicidad es lo último que pasa por la cabeza de la clase gobernante.
Ese buen gobierno es aquel que no sólo administra el hoy o la próxima elección, sino el que en una visión integral gobierna a través de políticas públicas con visión de futuro, que comparte competencias con la ciudadanía, rinde permanentemente cuentas, informa y responde al control ciudadano.
Un buen gobierno planifica su futuro y no anda con ocurrencias. Su plan de desarrollo municipal preside y precede la acción. Es el gobierno que cumple satisfactoriamente sus funciones principales: mantenimiento y mejora de la infraestructura, mejoramiento e incremento de la calidad de los servicios públicos y apoyo activo al desarrollo económico y la generación de empleos.
Pero, principalmente, un bueno gobierno se ejerce legítima y democráticamente. Características muy escasas en buena parte de las administraciones entrantes. De modo que en lugar de encomendarse a la Virgencita o al Santo Niño de Atocha para que los quieran, los titulares de los ayuntamientos deberían meterse de lleno a la lectura técnica-jurídica respecto a las atribuciones de su nuevo encargo. Para que no se crean más de lo que son y para que luego no salgan con que no los dejaron hacer nada. En fin, otra vez a brindar con extraños…
Ágora
Sobre la columna «Unas líneas para Fer», me comenta el empresario Mauricio Penagos (sí, el Batman de las causas tuxtlecas): «Permíteme expresar que no comparto tu comentario acerca de las prioridades y las necesidades que hacen falta para la ciudad… Nunca vamos a dejar de atender las necesidades, lo que se tiene que hacer de manera transversal es generar riqueza al municipio y para ello hay que reactivar el turismo, ya que está acabado. Las últimas dos administraciones se encargaron de correr a todos los turistas que venían a la capital. Por lo tanto, es importante que se lleve a cabo el proyecto del Mirador Turístico, claro que lo hagan bien y sin robarse el billete…. Saludos. Mauricio Penagos, empresario presidente de la Comisión de Turismo de la Coparmex.»
Saludo con gusto el comentario del reconocido empresario tuxtleco. Un tipo que a mí me parece muy congruente con su decir y hacer y me genera empatía sus ganas de que a la capital le vaya bien. Al mismo tiempo, quiero invitarlo a que reflexionemos sobre el papel de los empresarios turísticos en el desarrollo de la ciudad. ¿Son los más ganones con las acciones de gobierno, con los eventos masivos, con las mejoras en infraestructura o son importantes entes de desarrollo económico? Es justo reconocerlos en su justa dimensión.
Corrillo
Lo diré: a mí, en lo personal, Fernando Castellanos me parece un tipo bien intencionado. Creo que es de esa clase de políticos que aprende rápido. El problema en estos casos casi siempre radica en el de quién está aprendiendo. De ahí la imperante necesidad de tejer un primer círculo de colaboradores con perfiles expertos en distintas áreas, a rodearse de un coro de aduladores.
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