Por una democracia a la luz del Siglo XXI / Maximiliano Ruíz Sánchez

La democracia es sin duda uno de los conceptos más estudiados por las ciencias sociales, su complejidad y simplicidad representan un factor de debate inacabado; ya que diversos autores situados desde la ciencia política, el derecho o la sociología no logran un consenso homogéneo en la búsqueda de un concepto común de la democracia.

Juristas como Hans Kelsen[1]  asumieron una posición contraria a la definición clásica de la democracia <<poder del pueblo sobre el pueblo>>, aportando a la misma ciertos elementos que sirviesen como bases jurídicas para organizar y encauzar al pueblo. Asimismo, intelectuales de la ciencia política como Giovanni Sartori[2] decidieron no tomar partido hacia un concepto común argumentando que la democracia; en sí es un concepto que coexiste entre el ser y el deber ser, el ideal y la realidad, es por ello que cualquier definición que se quisiera construir sobre ella necesariamente tendría que tomar partido entre la realidad y la acción.

Si bien, desde la simpleza y el uso social de su significado, para los fines de la cultura cívica; la democracia es entendida como: <<el poder que tiene el pueblo para elegir a sus representantes mediante el ejercicio libre y secreto del voto>> para efectos del siglo XXI pareciera ser que el debate inacabado de sobre el concepto de democracia vuelve a estar presente desde posiciones ideológicas que pragmáticamente modifican y utilizan este concepto a conveniencia.

Invocar a la democracia únicamente como el poder del pueblo es invocar un concepto parcializado, si bien, el pueblo (ciudadanía) es el actor principal de la ecuación; para que esta cumpla la función de constituir al poder político necesariamente requiere de una compleja red de reglas e Instituciones que encaucen, conformen y limiten positivamente el poder de la ciudadanía.

Argumentar a la democracia desde una posición sesgada ideológicamente es colocar a los ciudadanos, a los derechos y a las instituciones bajo el riesgo de que esta sufra alteraciones que se jacten de legítimas, sin importar que las mismas representen una regresión hacia episodios sociales ya rebasados.

Asimismo, plantear a la democracia desde una posición que concurre en discursos facciosos, tendenciosos y con un amplio espectro de pos-verdad, puede significar el mayor riesgo para la democracia, pues esta nace y muere por sí misma; para ejemplo, lo ocurrido en Alemania durante el inicio de los años 30s del siglo pasado.

Entonces ¿Qué hacer? El primer paso es reconocer que no puede existir la democracia ahí donde persisten dos clases de ciudadanía; la primera, desinteresada de los asuntos públicos por la constante desilusión hacia el sistema político y la segunda, aquella que actúa bajo un constante fanatismo exacerbado.

El segundo paso es reconocer que para las alturas políticas, sociales y económicas del siglo XXI; el concepto de democracia tiene que abarcar aquellas realidades propias de los tiempos actuales. Esto facilitará a mayor medida su operatividad en la realidad compleja por la que transita la sociedad. Ahora, el pueblo (ciudadanía) no representa un valor homogéneo, sino más bien la disgregación de cientos de pueblos conviviendo en un mismo espacio común donde la tolerancia, el respeto y el reconocimiento de la otredad son los pilares para su funcionamiento.

Si bien, la democracia necesita que persistan condiciones de incertidumbre que, como señala Daniel Innerarity[3]; están deberán traducirse en un espectro de politización necesaria en la que la ciudadanía acceda a mayores espectros de información que permita tener un mayor juicio sobre el presente y futuro de los asuntos públicos.

Por ende, frente a los escenarios de paralización de la participación ciudadana y aquellos que impliquen una desviación parcializada, es necesario apostar por una politización sana de los asuntos público; dentro de la evolución política del siglo XXI se requiere una ciudadanía que se informe y debata el futuro al que quisiera aspirar desde el ejercicio del voto y la participación consciente en la vida pública.

[1] Cfr., Kelsen, Hans, Esencia y valor de la democracia: Forma de Estado y filosofía, México, Ediciones Coyoacán, 2015.

[2] Cfr., Sartori, Giovanni, Teoría de la democracia, 1. El debate contemporáneo, España, Alianza Universidad, 1988.

[3] Cfr., Innerarity, Daniel,  Comprender la Democracia, México, Gedisa Editorial, 2018.

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