Sesin desde el portn / Rodrigo Ramn Aquino

Otra vez los hacen pasar hambre. Al menos de eso nos enteramos al leer las pancartas fluorescentes, las playeras con leyendas de «6 seis meses sin pago» que cuelgan en las entradas de Palacio Legislativo, como también lo leímos hace unas semanas en los titulares de los periódicos a los que al parecer nadie peló. El caso es que empleados de la Cruzada Nacional contra el Hambre demandan, otra vez, a las afueras del Congreso, que ya les paguen lo trabajado, pero como son muchos y no se ven con rostro amigable, los elementos de seguridad del recinto deciden evitarse problemas y mejor no dejarlos pasar, entendiéndose también, que con ello tampoco nadie podrá salir.
Mientras esperamos a que se organicen, definan los puntos centrales de sus demandas, creen lo más cercano a una comisión para hablar con la autoridad correspondiente y avanzan en sus gestiones, nos enteramos de más o menos cuánto es lo que les deben y de dónde vienen.
La mayoría viene de la región Altos, y son entre cinco y nueve meses de salario lo que le adeudan a los aquí arremolinados. Al enterarnos, pensamos, porque no lo decimos: «¿no es la Cruzada contra el Hambre un programa de la Sedesol; es decir, de una delegación del gobierno federal como para que vengan aquí a realizar sus gestiones de pago? ¿Cuándo se ha visto que los diputados paguen algo que no rompieron; es más, cuándo se ha visto que un diputado pague lo que rompió?
Causa aparte, a los que venimos a darle cobertura informativa a la sesión del Congreso se nos complica el trabajo. Desde el portón del estacionamiento nos enterados, mediante estratégicos grupos de WhatsApp, del orden del día de la sesión y por mucho destaca que en unos minutos votarán la propuesta que la Junta de Coordinación Política hace de los perfiles que presidirán las distintas comisiones que dan soporte a la ingeniería legislativa. Todo pasa allá adentro mientras nosotros seguimos en medio de estas personas que ya sugieren quemar los trapos colgados en los portones para mostrar su coraje, enojo y la disposición de llegar hasta las últimas consecuencias para reclamar lo que por derecho les corresponde. Así menos que nos dejen entrar.
Aprueban la integración de las comisiones y uno, ya un poco más resignado a enterarse por medio del celular, va conociendo los detalles. Por ahí, por fin, una colega filtra las listas palomeadas y empieza el ejercicio de valorar si las designaciones generan alguna empatía. Si los perfiles corresponden a la encomienda.
A botepronto uno piensa que es un poco irónico que el hermano que suplió al hermano presida la Comisión de Justicia. Que de nuevo la Comisión de Hacienda esté en manos de un empresario, o bueno, hijo de empresario, comiteco. Y que la de agricultura haya quedado a cargo del diputado que recién se reencontró con la tierra de sus abuelos, porque aquí en la capital no la iba a ser por más «fiel» que fuera; la de sus abuelos pues, una región de conocido auge ganadero y productivo, cerquita de la región Chimalapas, asunto que aprovechando el viaje también le encargaron.
Hay otras asignaciones un tanto obvias. Por ejemplo: darle la Comisión de Promoción Comercial y Fomento a la Inversión a la empresaria hotelera o la de Pueblos y Comunidades Indígenas a la expresidenta de Oxchuc o la de Población y Asuntos Migratorios al diputado migrante. Incluso era de esperarse que la de Equidad de Género estuviera encabezada por una mujer, y sorprende menos de lo que parece, que toda, de nuevo, esté integrada sólo por ellas.
De esto y de muchas cosas más se platicó en ese grupo periodístico del que le cuento, pero aunque quiera no puedo ampliar, porque, si recuerda, ellos están adentro y nosotros afuera, con los que siguen padeciendo hambre.

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