Tecncrata popular / Rodrigo Ramn Aquino

Las redes sociales hacen palidecer a más de uno. Sus potencialidades para emitir mensajes son bastas, pero también los riesgos. De ahí que muchas personas que se dedican a las actividades públicas opten por contratar a estrategas digitales que les reduzcan los riesgos de cometer pifias. Por eso es interesante cuando algunos de ellos personalmente se hacen cargo de sus perfiles sociales. Conozco, contados, quienes destinan significativo tiempo para atender personalizadamente a sus audiencias, opinar, dialogar, debatir.
El diputado federal Emilio Salazar, por ejemplo, lo hace. Lo he visto. Incluso le he recomendado no se enganche con algunas discusiones innecesarias, pero se dice convencido que expresando sus opiniones, con respeto y argumentos, precisando datos y cifras, se logrará una sociedad mejor informada y más participativa. No ha sido sencillo. Las redes sociales, como excelsamente ha expresado Humberto Eco, le dan voz al ignorante del pueblo, aquel que antes sólo se atrevía a opinar en mesas de cantina. Hay un pensamiento superficial y generalizado de lo que es la política. El mal humor es tal que no hay pero que valga. En ese mar se mete a nadar Emilio, sin flotadores. Le llueve galán, pero sigue. Digamos que es persistente.
Su más reciente posteo es el siguiente, y se lo comparto, lector, lectora, porque se pueden apreciar algunas de sus reflexiones políticas, logradas por la experiencia o la lectura. Derivado de él, tuvimos una mínima conversación:
«Hay momentos cuando es necesario tomar decisiones, indispensable. Y aún más en el ejercicio del poder. Lo principal siempre es cumplir las expectativas de la gente. Sin dejar espacios vacíos que se ocupen desde la anarquía o el oportunismo. Siempre valorando lo más importante, con el criterio de saber si se ocupa la política y el diálogo, o la administración pública y la planeación según sea el caso. Pero siempre con lo social por delante pensado en los intereses legítimos de todos. Regresemos la decencia. CHIAPAS, CHIAPAS, CHIAPAS.»
–¿Es populista, diputado?, le cuestiono. Responde rápido.
–Pienso en el pueblo, en la gente siempre si ese es el sentido de la pregunta, pero no creo en políticas que por ser populares acaben con el destino y el futuro.
–Ser populista es justamente representar, defender y atender las causas populares. Ser populista es bueno y necesario. A los privilegiados sobra quién los defienda. Lo malo del populismo es cuando se aparenta. Cuando se dice defender al pueblo pero sólo se piensa en la rentabilidad electoral. Los programas de asistencia social son políticas populistas necesarias, porque el grueso de la población sufre pobreza (alimentaria, educativa, de oportunidades). Eso es política social. Lo malo de los programas sociales necesarios es que son muy efectivos para coaccionar el voto. Y, otra vez la rentabilidad electoral, se crean tantos y para tantos (muchos que no lo necesitan) que se vuelven inviables financieramente hablando. El populismo entonces no es malo. Su concepto ha sido distorsionado por las clases privilegiadas y los favorecidos por el poder.
–Creo que aún seguimos reflexionando las palabras de Obama. Efectivamente Rodrigo, en algún momento la palabra populista ha sido usada en un sentido peyorativo. Concuerdo contigo, debemos atender primero a aquella población que sufre por la terrible desigualdad que este sistema ha generado. Yo creo que se puede acabar con el clientelismo, con el oportunismo con que muchos programas sociales son utilizados, pero como siempre depende de la voluntad y la honradez de aquellos que tienen en sus manos las gestiones.
Y ahí va Emilio, haciendo cada vez más política profesional. Fluctuando entre el neoliberalismo y el populismo. Un tecnócrata empático con las causas populares. Por supervivencia política no puede ser de otra forma, nació en el estado más pobre del país.

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