Tubo de ensayo / Rene Delios

Ahora desde la presidencia y en voz de Peña Nieto, salen con eso de los gobiernos abiertos.
Y ya sabe la perorata: «se trata del combate a las prácticas de corrupción y aquellas que van en contra de la transparencia, como el mejor antídoto para estar a favor de ésta y la apertura».
De acuerdo a esto los llamados gobiernos abiertos son la nueva frontera de la democracia, y «hoy estamos desarrollando nuevos proyectos de gobierno abierto 2016-2018», y pone como ejemplo la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
Lo que de plano sí esta distante es eso de que «México fomenta la transparencia y la rendición de cuentas; los gobiernos abiertos se sustentan en principios democráticos básicos como la participación ciudadana, la corresponsabilidad, la transparencia y la rendición de cuentas».
Ya la sabemos que eso de alabanza en boca propia suena a vituperio, y desde luego que en México no hay ni participación ciudadana, ni corresponsabilidad, ni transparencia y ni rendición de cuentas.
Sobre esos hay ejemplos: en las elecciones pasadas el abstencionismo fue de los más altos registrados para unas elecciones federales intermedias, o sea una pobre participación ciudadana; hay entidades como la nuestra en que no ha habido correspondencia en comparación a las enormes riquezas energéticas –petróleo, electricidad, gas- que han beneficiado las arcas federales; a gritos se preguntan qué sucede con la R12 del metro del DF como ejemplo de la transparencia a casi cinco años de ello y; -hasta parezco leguleyo- las rendiciones de cuentas están en esos informes de gobierno que para la base social es muy difícil verificar.
Ciertamente en los últimos años esa idea de la transparencia y acceso a la información pública se ha manejado mucho por parte de las autoridades de todos los niveles y poderes de gobierno –que no son lo mismo, digo- y que desde luego aun no deja satisfecha a una sociedad mexicana completamente convencida de que la corrupción impera por sobre ésta ley y esos poderes y niveles administrativos.
Es verdad que hay campañas donde el INAI —antes IFAI—, así como los institutos estatales de transparencia invitan a la ciudadanía a hacer preguntas, a consultar lo que ocurre en las administraciones públicas con las herramientas que ofrece dicha legislatura secundaria. Pero ya habíamos apuntado en éste espacio que al entrar en esas páginas la complejidad en su diseño de acceso es laberíntico; no es para cualquier ciudadano: es para los que conocen de «navegación» en la redes.
Partamos desde el principio sin la parafernalia del culto a la imagen: la situación de México deriva directamente de sus malos gobiernos; éste está formado por humanos y los intereses creados de éstos, que se superponen a los intereses de la nación y entre los primordiales –aparte de la soberanía misma- está el pueblo, que es el que le da sentido de razón jurídica a una nación, de ahí nacionalidad -que no nacionalismo, que es relativo-, y que supone es el objetivo de toda acción gubernamental.
Pues dado a que ese pueblo está pobre, explotado –porque la mayor riqueza de toda nación es el trabajo de sus nacionales- a casi un siglo de la promulgación de una constitución (1917-2017) nunca cumplida a su favor, y desde luego sujeto a una ausencia institucional tremenda por parte de sus gobiernos, pues queda claro que es desde esos gobiernos desde dónde no se ha aplicado la ley a la letra.
El gobierno es el que está enredado en sí mismo, no el pueblo; pese a éste la nación ha permanecido en paz desde 1910, aun las justificaciones para lo contrario: su última reacción se originó por lo de Río Blanco, Veracruz bajo el régimen de Díaz, que es similar a Tlatelolco 68 o Jueves de Corpus, agregando regionales como Aguas Blancas en Guerrero, Acteal en Chiapas, o Cocula en Guerrero, que es en dónde se supone asesinaros e incineraron a los 43. Se registran inconformidades, reacciones sociales de indignación, pero no ha generado una reacción civil. No pasó ni con el surgimiento del EZLN en 1994, ni antes con la 23 de Septiembre.
Pero ya hay un hartazgo real, un agotamiento y desde luego una falta de credibilidad en el gobierno y sus instituciones.
¿Transparencia? Es muy difícil, pero el presidente de México dice que sí, que la hay.

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