Tubo de ensayo / Rene delios

A meses de las obras de remodelación, reacondicionamiento, rehabilitación y modernización que se realizó en Tuxtla Gutiérrez, no hay más que decir que valió la pena la inversión.
Desde luego que generaron molestias y críticas, pero estas molestias fueron momentáneas y circunstanciales ya que lo verdaderamente valioso es que la capital del estado está adecuando los servicios básicos a la que la población tiene derecho.
Son obras que en su mayoría fueron planificadas y lleva a cabo directamente el gobierno del estado, con la participación de la secretaría de Infraestructura, la SCT federal y el Ayuntamiento.
Eso nos dijeron al menos: por otro lado es dinero que o se aplicaba o se regresa, como ha sucedido otras tantas veces en una entidad que requiere de dinero, de éstas obras, de circulante.
Pero como dijo un correo en el Facebook: «no nos gusta nada» y al rato se dice que el gobierno no hizo nada.
¿Y luego?
Se entiende que por un lapso determinado provoquen algunas animadversiones, pero éstas son momentáneas porque los resultados ya están a la vista en la obra entregada, y falta que en años venideros se continúe con el plan de urbanización de Tuxtla, que comprende el libramiento sur tras el Mactumatzá, que más que la verdad ni para cuando.
Lo importante es que se avanzó, se está haciendo lo que muchos gobiernos anteriores dejaron de hacer, y eso es lo que debería prevalecer en el ánimo de los ciudadanos a los que se repite, no les gusta nada.
Pero no; nada que ver que en tres décadas no se actualizara el sistema hidráulico de una capital que creció desproporcionalmente; que no se aprecie que en vez de fingir demencia por obras anteriores, que causan problemas de contaminación en el agua limpia, se asuma la responsabilidad, y se decida entrarle a lo que dejó el mediocre programa del centro de Tuxtla.
No. Vale; lo importante es revirar nuestro hígado, verterlo con toda su acidez y decir: ¡esto es un asco!
No lo es, es la verdad: quedó muy bien la parte renovada y aun con eso los habrá quienes no reconozcan tal labor, «pues es su obligación», y demás que recurren los ocurrentes en las redes sociales que, incluso llegan a los insultos, al exhibicionismo, a la imprecisión, pero son los riesgos –ni modos- de la libertad de expresión.

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