Tuxtla, un albur / Raúl Rios Trujillo

El declive de la capital Tuxtla Gutiérrez inició hace unos 20 años luego que el espectro panista de al menos tres alcaldes al hilo (Enoch Araujo, Paco Rojas y Victoria Rincón) dejara la sensación de que la capital de Chiapas se movía entre el vacío de arrastrar una infraestructura urbana a punto de desplomarse y la esperanza de erigirse como una ciudad símbolo del progreso en Chiapas.
La historia cuenta que pasó todo lo contrario después de esos años, el peso excesivo de la sede del poder ubicado en esta ciudad parece ser un lastre que en vez de beneficiar a la capital lo hunde más.
Han pasado desde aquella triple panista, tres gobernadores, se han visto varios momentos políticos, la capital ha sido dirigida invariablemente por personajes muy cercanos al poder del palacio de gobierno (uno de estos alcaldes incluso llego a ser gobernador del estado) ha sucedido de todo, pero nada ha funcionado, millones de pesos asignados a obras, remodelaciones fallidas, fraudes descarados, deudas históricas, la ciudad, Tuxtla la Bella como insisten algunos en llamarla, una de las capitales más progresistas del sureste de México, se cae a pedazos.
En esta verdad reside la importancia y el valor de quienes insisten en levantarla sobre sus escombros, no es fácil, con un déficit de infraestructura a punto del colapso, un sistema de drenaje que data de la época del Porfiriato, hacerla funcional es un verdadero reto no únicamente político y económico sino además representa una deuda histórica que no cualquiera puede asumir.
Es muy larga la lista de nombres que han encabezado la comuna tuxtleca, muchos de esos nombres pasarán a la historia no precisamente por ser muy honorables a la hora de cumplir con su promesa de servir, yo pudiera fácilmente asegurar sin cortapisas que la silla del palacio municipal conejo puede derivar en al menos dos posibilidades concretas: descrédito, ruina, incertidumbre o simplemente la gloria del capital político, así como de ahí han salido nombres directos a la silla de palacio también hemos acudido a la tumba política de más de uno, Tuxtla, un albur.
Es por estas y muchas otras razones que podríamos llegar a considerar a los que aceptan ocupar este sitio como verdaderos valientes, tan sencillo, Tuxtla significó la muerte política para muchos personajes que ahora mismo tienen que cargar ese peso en sus espaldas.
El momento que ahora mismo vive la capital es muy interesante, el presidente electo para servir cuatro años, Fernando Castellanos Cal y Mayor ahora mismo es uno de los candidatos más viables para la gubernatura de Chiapas, el futuro para la capital no obstante sigue siendo incierto.
Aún y con todas estas quejas, Tuxtla en los últimos cien días ha sido una ciudad titilando entre la ruina y la luminosidad, llama mucho la atención en este momento que precisamente cuando pareciera ser que el peso de su significado negativo cae sobre la cabeza del último responsable de su administración, la ciudad da menos de qué hablar.
Lo escribo básicamente por los últimos cien días de gobierno a cargo de Carlos Molano quien fuera designado por el cabildo como edil sustituto ante la renuncia de Castellanos Calymayor abanderado por el PVEM como candidato a la gubernatura del estado.
Conozco a Carlos Molano desde hace años, de sobra me consta que es una persona enfocada a los resultados, discreto y voluntarioso ha sacado a flote la capital en un momento clave, justo cuando todos observan los yerros, él se ha enfocado en arreglar los desperfectos inmediatos. ¿Se han fijado que casi no hay vendedores ambulantes en el centro de la ciudad? ¿Se han fijado que en los diarios ha cambiado el sentido de la comunicación oficial?
Pareciera que la estrategia ha sido, (más que el cómodo camino de irla llevando hasta una conclusión feliz), fundamentar una visión que obligue al próximo munícipe activarse entorno a cumplir la promesa de desarrollo que la capital chiapaneca espera desde hace tanto tiempo.
Carlos Molano sabe que tendrá que irse en unos meses y parece que precisamente se ha propuesto dejar una huella clara que obligue a la siguiente administración a empeñar su palabra y honor para sacar a la capital del bache en que lo han hundido los que sólo la han visto como un trampolín político.
En estos cortos meses ha pasado de todo, primero fue recluido a la espera del reconocimiento oficial como presidente, mismo que el Congreso del Estado aplazara hasta hace apenas dos semanas, atacado por la prensa, emboscado por los detractores de su antecesor, cualquier cosa que lo hiciera detenerse, algo que no ha pasado todavía.
Que firme determinación ha tenido el presidente Molano. ¿Quién pudiera tener la suficiente fe como para empeñarse en un ideal roto de antemano?
Tal vez sus únicos motivos sean el de haber cumplido como compromiso su deber al frente de una de las capitales más complicadas del sureste de México, tal vez su sentido de trascendencia tenga una brújula distinta, yo no hablo de calificar con una simple palabra el desempeño de las personas, yo suscribo, y lo hago sinceramente, que pocos políticos estarían interesados como él, a estas alturas del partido, en hacer un buen papel para entregar más que buenos resultados, Tuxtla necesita autoridades comprometidas, que la vuelvan a su esplendor original, urge.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *